Me dijo que
me había conocido por casualidad. Yo no creo en las casualidades, pero lo
acepté como tal.
Me parece que cada persona, cada cosa, cada experiencia en la
vida, tiene una finalidad, que por supuesto yo no sé cuál es, pero los hilos
del destino son de seda, finos y resistentes.
La verdad es
que me conocía de todos los días cuando pasaba por su lado y daba los “buenos
días, tardes o noches” o simplemente un ¡hola!, pero jamás oí un sonido salir
de su boca o de las bocas, porque a veces, iba en compañía. Pero el tema de los
“saludos mañaneros” cada uno lo lleva a su manera y yo lo llevo bastante bien.
Da igual que lo contesten o no, para mí son “buenos días “y me siento feliz de
que amanezca un día más. El sol, el agua, el viento, o lo que tenga ese día, se
que en una pequeña proporción, la que me toque en el reparto de entre toda la
humanidad, es mía, solo para mí y pienso disfrutarla. Al final… es lo que nos
llevamos, disfrutar el momento, las cosas desagradables de la vida llegaran
solas.
Vino a mí,
por un problema médico que creí era importante. Era la amiga de una conocida,
que más tarde deduje que había pertenecido al mismo club, pero que lo abandonó
al encontrar pareja. La tenía que ver un oftalmólogo y le indiqué el
procedimiento. Primero su médico de familia y este la remitiría a un
especialista.
Una vez que
obtuvo la cita con el especialista, me pidió otro favor, que la acompañase.
Dijo que se sentiría sola y desorientada en el hospital, que nunca había ido a
aquel lugar tan grande y con tantos pasillos, que le parecerían todos los
pasillos iguales como un laberinto, me eché a reír diciendo: “si me oriento yo, se orienta cualquiera”. Le
comenté, que lo dijese en la entrada y le dirían a donde dirigirse sin pérdida
alguna, pero volvió a insistir… y yo, que a veces, me paso de servicial, dije :
¡vale, voy contigo!
¡La cita es
a las ocho! – bien allí estaré, en la entrada, te llevo y te dejo en la
consulta. ¿No puedes entrar? – no tengo tiempo, solo el tiempo de decirte donde
es e irme -¡por favor!. Un nuevo ¡vale!, salió de mi boca sin yo querer, porque
pasó directamente del corazón a los labios sin detenerse en la cabeza y aun
pensando que estaba abusando de mi amabilidad lo hice y estuve en la consulta.
La esperé en
las escaleras y no venía sola, no, la acompañaba otra amiga. Esto me pareció
extraño, si decía que no tenía con quien ir, ¿qué hacía una amiga allí?. Omití
el detalle y entré con ellas. Era cierto, era grave y había que comenzar un
tratamiento de choque rápidamente.
Al principio
serian diez inyecciones en uno de sus ojos y después según mejoría y criterio
del especialista, se ampliarían o se decidiría por el laser. Noté tanta
angustia, desesperación e incertidumbre en ella, que le prometí que estaría en
todas las sesiones, si eran en ese hospital. También tuve que arreglarle los
papeles para que no la trasladasen a otro.
Así fue como
comenzó mi “amistad” con el club de las cabezas blancas.
Con el
tiempo, he sabido, que conocían más de mi vida de lo que yo nunca hubiese
creído. Horarios, algunos gustos, familia, mis horas preferidas de caminatas y
lo que más me extrañó, sabían el ¡número de zapatos que uso!, dicen que una vez
coincidí en una zapatería con una de ellas y pedí dicho número. Me quedé
asombrada, ¡ mi número de zapato!, ¡madre mía!, ¡ qué investigación más
exhaustiva habían hecho sobre mi persona! Y yo pensando en vivir, sin fijarme
en los gustos, costumbres y usos de los demás. Solo en vivir y dejar que los
demás vivan como quieran o como sean más felices.
Por ellas,
son cinco, he sabido que son todas solteras. Bueno una fue reincidente en el
matrimonio, se casó dos veces, pero asegurando, sin yo preguntarlo, que jamás
había estado enamorada de ninguno de sus maridos. “Era lo que había que hacer”
– dijo. ¡pero!, ¿cómo lo que había que
hacer?, ¿no ha estado nunca enamorada? - ¡no! -¿usted no ha sentido salir su
corazón por la boca, cuando estaba con otra persona?, ¿reírse sola sin saber,
por qué? O ¿esperar cualquier noticia de él, para saber simplemente que está
bien?- ¡no!, “eran otros tiempos” – decía. Pero ¿y el amor? - ¡anda, anda,
mujer! “lo importante era no estar sola” - repitió. El amor se acaba - ¡o no se
acaba! –decía yo, indignada. ¡Pero casarse dos veces, sin sentir que el mundo
se hunde si no está la otra persona!, ¡no me lo puedo explicar!. Es usted una
mujer de sentimientos muy fríos, le decía riéndome – ¡no, soy una mujer con
mucha cabeza! – contestaba. Y yo pensaba, que debía ser cierto porque tenía una
cabeza excesivamente grande para un cuerpo tan pequeño y por lógica tendría más
materia gris que la mía.
Yo me pierdo porque pienso con el corazón y no
canalizo los sentimientos con el cerebro.
Con el
tiempo me ha confesado, que solo estuvo casada una vez, que el segundo era un
compañero sentimental con el que vivió algunos años, pero que llegó a tomarle
cariño y casi al final, por distintos motivos de herencia, el hombre, que
realmente la debía querer, le insistió para que se casara con él y ella por no
darle el “disgusto” lo hizo, pero que realmente no fue un matrimonio. Ahí dejé
de preguntar, porque ya no comprendía nada. Solo sonreí.
Empezó a
entrarme curiosidad por el grupo, pero creo que ellas sentían más curiosidad
aun por mi vida. Cuando mi vida, es de lo más común, hago las mismas cosas que
cualquiera y a veces sin ganas, pero las hago, estoy triste, alegre,
preocupada, en fin, como todos. Salvo para algunas personas, mi existencia
carece de total interés.
Me
preguntaban cosas, muchas cosas y algunas las respondías claramente y otras las
evadía. Y yo… pues empecé a preguntar, igual que ellas.
Por eso
supe, que se conocieron en una reunión, de no sé qué cosa, creí que sería algo
de religión, por la similitud en sus ropas y en general sus gustos ¡no sé, por
qué pensé esto!. Pero el hecho de verlas siempre en grupos de dos o tres y además
que eran intercambiables entre sí, me lo hizo creer. Lo realmente curioso, era
que se habían conocido en una asociación de vecinos y se reunían algunos de
ellos para ir a un bingo. Jamás me las podría imaginar en un bingo, ni en
ningún lugar de entretenimiento o diversión. Pero si hasta para ir al cine leen
el argumento, no vaya a ser que infrinja la trama de la película algún mandamiento
contra su pudor y alcurnia.
Un día,
ellas, que llevaban todas el mismo color de tinte en el pelo, rubio nº8 me
dijeron, decidieron que ya no se teñirían más y comenzaron a dejarse el pelo
blanco, además todas llevaban una alianza de casada, decían que era por si algún
hombre pensaba mal. El anillo daba respetabilidad, según ellas. Como si el
respeto se llevase en el color del cabello o en un dedo. Por otra parte, ¿no sé…
qué es… que un hombre piense mal?, ¿mal de qué?, ¿de que le guste una mujer o
de que le gustase una de ellas?.
Ninguna
había encontrado el hombre adecuado en su vida, todos tenían algún fallo, “los
hombres solo dan trabajo” decían y yo riéndome más que nunca les contestaba y
amor y calor y la alegría de estar con la persona que quieres. ¡qué va mujer,
trabajo nada más!. Sentía pena de que ninguna de las cinco hubiesen estado
jamás enamoradas.
En cuanto a
las alianzas, creía que era un símbolo, como los que tenían estipulados los
piratas, cuando pasaban por el cabo de Hornos, llamado antiguamente cabo de las
Tormentas. Era el símbolo de haber pasado con éxito por allí y se perforaban un
orificio en una de las orejas colocando en él un aro de oro, para que todos
pudiesen verlo.
Al principio
fueron cuatro, ya que como he dicho, una de ellas estuvo casada y no perteneció
al grupo, hasta que no enviudó por segunda vez.
Las de
bingos, critiqueos e investigaciones sobre los demás que se debió perder, esa
mujer. Por eso era, creo, a la que más le explicaban las cosas. Pertenecía al
club, hacia solo seis años. Desde que su difunto “que en gloria esté” se fue de
su lado. Conociéndola, seguro que el pobre hombre está en la “gloria” como ella
dice. Me parece que la alcanzó en el momento de su último suspiro y más que
irse de su lado, el hombre huyó.
Se conocían
de toda la vida y cuando se ponían a hablar decían : “ he visto… a tal
persona…¿ quién es?- preguntaba una. ¿no te acuerdas de… tal y cual, que el
padre era primo de Gonzalo, sobrino de Jesús, que estuvo casado con María, de
la que tuvo dos hijos y uno emigró a América… cuando mi padre aun vivía? – ¡no!,
contestaba algunas de las demás. ¡sí, mujer! Que ella tenía un amante secreto y
lo sabía todo el mundo, - ¡no sé! – volvía a contestar alguna. Pues he visto al
primo segundo de María, por parte de madre. Las demás contestaban ¡ah!, y
zanjado el tema. Y yo me preguntaba, ¿cuál de ellas fue, la que reveló lo del
amante secreto de la tal María, al resto del mundo?.
No somos
amigas, yo diría que somos… “conocidas- distantemente- tratables”. Nos
encontramos, nos saludamos con amabilidad y hasta dan los “buenos días”.
Pero que
sepan mi nº de zapato, no me gusta. ¿quién me dice a mí, que no saben toda mi
vida?. Muy pocas personas saben episodios de mi vida y lo saben porque yo se lo
he contado y porque he confiado en ellas, no
por la investigación que hayan podido hacer sobre mí, o al menos eso creo.
Pero estas cinco chicas septuagenarias, no son de mi confianza. Tienen
demasiados recuerdos antiguos, demasiadas conversaciones pendientes sobre los
demás y lenguas muy afiladas.
Cuando me
ven por la calle siempre dicen: ¿qué guapa vas, adonde vas? Y a lo mejor
vengo hecha un desastre del trabajo, cansada, con ojeras y deseando llegar a la
ducha de mi casa y pasarme debajo del agua media hora sin pensar en nada.
Alguna que otra
vez, al verme me han dicho que se reunían en casa de una de ellas, ¿por qué no
vienes a tomar café y charlamos? . ¿Charlar de qué?, me digo, ¡si la mitad de
las cosas que hablan no las entiendo y no conozco a los ancestros de las personas
que veo por la calle! Y siempre doy las mismas excusas : “no tengo tiempo” o “
estoy con el estomago mal…hay un virus, por ahí rodando. Ya saben ese que da
fiebre tan alta y deja el cuerpo agotado y sin minerales”.
Cuando digo
“no tengo tiempo”, siguen insistiendo. Pero lo del “virus”, es de lo más
efectivo que conozco y contestan : ¡ah!, ¡bueno que te mejores! y se alejan,
notando yo, como lo hacen más rápido, para que en una respiración mía, no les
vaya a llegar el vínculo contaminante.
Tendré que ir buscando otra excusa distinta, la del virus dejará de servir, pronto
se darán cuenta que son demasiados virus los que yo adquiero y dejaran de
creerla y se me ha ocurrido una excusa mejor. La próxima vez que las vea y me inviten,
simplemente diré : “no quiero ir”.
Me parece
que incluso hablan mal las unas de las otras, cuando están ausentes.
Definitivamente,
este grupo no me gusta nada. Saben la vida de todo el mundo, pero yo tengo
ahora algo que los demás no tienen. El saber las vidas secretas de ellas y son
tan tristes, apagadas y anodinas como ellas mismas, no me extraña que critiquen
las de los demás, porque ellas carecen en sus vidas de cualquier tipo de
emoción ya sean buenas, o malas.
La frase
preferida del grupito es : “ ¡Ay!, nadie es perfecto”, por supuesto que nadie es
perfecto, pero sobre todo ustedes señoras. Me dan ganas de decirles para
escandalizarlas, que a mí me gustan las personas imperfectas, las humanas, las
que tienen fallos como yo, no las que viven en una urna de cristal, solo para
observar el mundo y criticarlo.
Han
terminado las sesiones a las que prometí
acompañarla. Tiene que seguir con laser, pero yo no prometí lo del
laser. Que vayan las cinco, es más fácil perderse dos que cinco personas.
Me pregunto,
¿cómo serían si hubiesen amado, alguna vez?
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