El día “X”
se ponen a la venta. Era lo que se habló ese viernes, mientras tomábamos café.
Las tres deseábamos desde hacía tiempo, ese artilugio fantástico, que
prácticamente hacía desde una cortina renacentista hasta un minúsculo traje de
baño. Yo, por supuesto, también quería una. Hacía todo lo que yo normalmente no
hago y por lo tanto me hacía falta…mucha falta ¿cómo había podido yo vivir sin
ese aparato? Respirar, dormir, salir, entrar, pensar….todo, sin tener ese
aparato fantástico.
El día que
se ponían a la venta, teníamos que estar muy temprano, se suponían unas colas
interminables y como cada vez que tenemos que hacer una cola… nosotras debemos
ser de las primeras.
Primero las
remalladoras y después las demás tonterías como el desayuno para quitarse del
frio. Pero lo primero …era lo primero.
Al dejar el
coche en los aparcamiento, una de nosotras, no recuerdo quien fue, dijo: “ ¡mirad,
ya hay gentes! ”, era muy temprano, pero aun así las calles ya estaban puestas.
Nos dispusimos a ponernos al final siempre preguntado quien era el último de la
fila. No era cuestión que se colara nadie, era mercancía limitada y ya no
volverían a traerla hasta el siguiente año y de esas piezas tres, tenían que
ser para nosotras.
Vimos que la
fila en la parte delantera era algo difusa, poco definida, por lo que
sospechamos que al cabo de un tiempo, alguien diría: “detrás de mía viene una señora
que no ha podido venir”, esto es frecuente, siempre está la amiga de la amiga
de la vecina, que tomó sitio para varias y al final, si van diez delante de
tuya se convierten en treinta. Pero esto no iba a suceder, yo estaba allí, y si
soy la décima en una fila, entro la décima como sea.
Lo advertí a
mis amigas y ellas me dijeron, ¡no, mujer, eso no va a suceder! pero las cosas
del destino... Sucedió.
Poco antes
de abrir el comercio, una mujer que se hallaba casi al principio, vino hacia
nosotras con otra señora y dijo: “esta mujer va delante de ustedes, no ha
podido venir antes, estaba en el médico”. Miré la hora y vi que era imposible
que hubiese tenido una cita con el médico. La primera cita en cabecera es a las
nueve y eran menos cuarto. Así que no me lo creí.
Talla media,
cabello corto, castaño muy claro, unos sesenta y dos años, y calculo que un
metro sesenta y poco de altura. Cejas pintadas, ojos maquillados labios rojos
rebosados, fondo de maquillaje y rouge en las mejillas. Este detalle del
maquillaje, es muy importante para lo que después voy a explicar. Chaleco verde
con rayas negras, pantalón negro y bolso a la grupa. Sus zapatos no llamaron mi
atención.
La analicé y
la miré, no con disimulo, sino fijamente y sin saber por qué, mis labios
comenzaron a moverse, mediante un impulso incontrolado que mando mi corazón a
mi boca y esta dijo :” usted no entra antes que yo”, no sé cómo se atrevió a
decir eso, pero era justamente lo que estaba pensando yo.
Yo estoy
aquí, dijo. ¡no, usted acaba de llegar!, volvieron a decir mis labios. Llevamos
más de una hora en la fila, pasando frio, sin desayunar, no estamos maquilladas
y yo especialmente tengo cosas importantes que hacer y míreme esperando como
todos. Mi boca no se callaba, porque el corazón seguía mandándole impulsos muy
indignado, por la forma en la que se quería colar la señora.
Así que…dejé
que los impulsos se liberasen y dijesen todo lo que tenían que decir. “Usted
esta recién levantada, desayunada, lo del médico es mentira, se ha maquillado,
se ha pintado hasta las cejas, los labios y viene descansada y delante mía no
entra usted y punto pelota”.
Cuando dije
esto sentí una tranquilidad enorme. Mis amigas me miraban, no estoy segura que
conociesen esas reacciones mías. A veces creo que las desconcierto.
La mujer volvió
a insistir, “yo entro antes”, dijo. La señora no me conocía y por lo tanto no sabía
que el tesón es una de mis principales características y armas secretas. No hay
nada que me canse, si se que llevo razón.
¡No!, dije.
Usted entrará detrás mía, yo estoy antes. Eso era ya, cuestión de amor propio,
y por supuesto mis amigas sea como fuere, iban a entrar delante de ella, por
justicia estábamos antes y antes íbamos a entrar.
Una de ellas
dijo, déjalo, es igual. ¡No!, no es igual, antes entramos nosotras.
De las tres
soy la más alta, así que …cuando abriese el comercio, daría un leve empujón a
una de ellas para colocarla delante, yo iría en medio y la otra iría detrás. La
intención mía, era usar la táctica romana de ataque llamada “la tortuga”, para
ello me aferré a los brazos de las dos, yo tiraría de ellas y así protegidas,
se ejercería más fuerza bruta.
Me preparé,
quedaban dos minutos para abrir el comercio. Giré la cabeza y vi que unos de
los comerciales, estaba haciendo fotos. Miré a mis amigas, dije, ¡No mirad, nos
están haciendo fotos!, daros la vuelta. Dicho y hecho, giro de 180 grados, nada
de fotos para la publicidad del comercio. Entonces fue cuando vi la enorme cola
que salía de los aparcamientos y pensé : “ ¿todas estas personas hemos podido
vivir, sin esa máquina? “. Lo que me reforzó la idea. Teníamos que conseguir
tres como fuese.
Apertura del
comercio y formación de “tortuga” hecha. Era importante llevar los codos en ángulos
agudos. La señora no iba a entrar antes que nosotras.
Se formó
cierto barullo en la entrada, y ante el desconcierto, intentó entrar, pero se
lo volví a repetir: "antes, entraran todos los del final, pero usted no entra
antes que nosotras". Empujé a la amiga que iba delante y tiré de la que estaba
detrás. Crucé la puerta antes que ella, pero una de mis amigas, la que quedó más
atrás, tuvo que mantener un pulso de fuerza con la mujer, pero… tenía que
entrar, yo no iba a soltar su brazo, así que entraba o lo perdía, optó por entrar,
pero al pasar delante de la mujer, esta señora la insultó de muy mala manera.
Lo supe después, si lo hubiese sabido en ese momento, no me hubiese importado
nada la dichosa maquina. Hubiese aclarado las cosas con la mujer de las cejas
mal dibujadas. El cariño y el respeto por mis amigos, supera a cualquier
maquina por mucha tecnología alemana que posea.
La gente corría
por los pasillos. Esto es cómico y extraño, pensé. Pero me vi dando una carrera
de zancadas enormes por un pasillo extraño, lleno de estanterías y repleto de
alimentos y adelantando a muchos de los compradores, de forma que llegué muy
pronto a mi destino. Tomé una, me volví y ya estaban allí, mientras oía..¡otra,
otra!, tome las tres y me aparte.
Jamás había
visto tantas personas en ese comercio luchando por un mismo producto.
Yo no quería
comprar nada más, así que me quedé aparcada y custodiando los tres enormes
bultos apilados, mientras ellas iban a por otras cosas de su interés.
Vi a la
mujer llegar al sitio y me miró, yo estaba en el mismo pasillo. Miró las cajas
y mi gran triunfo fue que cuando ella llegó, ya no quedaban. Me volvió a mirar
con una especie de mirada en la que leí : “ te mando… mucha ira “, pero yo le devolví
la mejor de mis sonrisas y otra vez sin saber por qué, mi corazón mando a mi ojo
derecho una especie de guiño que mi mirada le dirigió a ella.
Conseguimos
las máquinas. Yo la tengo guarda en una banqueta a modo de arcón que me
hicieron. A veces levanto la tapa, la miro y le digo ¡eres mía! Ya veré todas
las posibilidades que me ofreces. Solo tengo que esperar a unas vacaciones y
descubrir todos los secretos que escondes.
Poco tiempo después,
cuando nos disponíamos a ponernos en otra cola para adquirir unas entradas para
un concierto, nos cruzamos con ella, dio los buenos días y una de mis amigas
los contestó. Yo, ni siquiera la oí. Pero después dijo : ¿de qué conozco yo a
esa mujer?, al poco tiempo, cayó en la cuenta “es la que me insultó, ¿y le he
contestado los “buenos días?”.
En la cola
para las entradas al concierto, pensaba : a veces somos como niños.
Debo tener
una seria conversación con mi corazón y decirle que antes de mandar los
impulsos a mi boca, consulte con mi cerebro. A veces hablar con el corazón,
puede hacer mucho daño a los demás e incluso a nosotros mismos. Él tiene que
aprender cual es el momento justo para hablar o callar.
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