viernes, 7 de junio de 2013

¡¡¡ EXÁMENES !!!



Primavera ¡uf!, calor que viene y época de exámenes para los estudiantes. Bueno para los estudiantes y para todos, no solo ellos viven los exámenes sino todos los que estamos a su alrededor.

Ahora comprendo la tensión que producíamos mi hermano y yo misma, en mis padres durante esta época y porqué todos los días decían que iban a tomar café a las cuatro y media de la tarde y volvían a las nueve o a las diez. Siempre durante esta época tenían una salida urgente o alguna reunión por las tardes, o simplemente salían por salir.

La diferencia de edad con mi hermano, hizo que cuando yo empezaba a estudiar, él ya estuviese en su último año de carrera y yo pensaba, incrédula de mi, que en un momento de agobio estudiantil, de esas desesperaciones que entran a última hora él me las podía aliviar con sus experiencias, pero nunca fue así.

Cuando se ponía a estudiar era otra persona. Me trataba como si yo fuese una extraña. Sí, mi hermano, el que siempre me protegía y me daba los consejos de adulto y yo sabía que nada me podía pasar porque siempre estaba allí. Él que como mi padre, podrían solucionar todos los problemas del mundo; pues bien al llegar esta época se volvía insoportable.

No podía entrar en su habitación para preguntarle nada, no sabía nunca nada, no me podía atender, su frase favorita era: “ No tengo ni idea”. Además era imposible entrar porque tenía la costumbre de ir estudiando y poniendo los temas en el suelo estratégicamente repartidos.

Los muy sabidos y que posiblemente iban a caer en el examen en un lado, los que había que darles otro repaso en otro, los que tenía que estudiar más a fondo en otro y así hasta ocupar la casi totalidad del suelo, de forma que cuando decidía salir a estirar las piernas iba andando como si chocase con las fichas de un “tetris”. Era un desorden muy organizado. Pero a él le daba y de hecho le dio muy buenos resultados.

Yo en cambio, era algo distinta, mi habitación era una anarquía del orden en estas fechas. Él las pocas veces que iba para decirme algo o para saber si íbamos a merendar, se quedaba mirándolo todo y siempre comentaba lo mismo : “ ¿Tu puedes estudiar así ? ” no me dejaba contestar, porque seguidamente venia la pregunta: ¿Cómo lo llevas? la cual tampoco me dejaba contestar, porque acto seguido decía: “Bueno te dejo que sigas”. Siempre he tenido que estudiar con un folio delante y un bolígrafo negro, lo del color del bolígrafo reconozco que era una manía y además tenía que ser de los que para que salga la punta tiene que presionarlos por arriba. El “clic” “clic” de ruidito hacia que me concentrase. Es una tontería pero era así, me relajaba.

Aun hoy día no he perdido esa costumbre y cuando estoy nerviosa, no me doy cuenta y lo hago. Porque los nervios son los mismo a distinto nivel.

Yo estudiaba  e iba escribiendo mi resumen y este después se convertía en síntesis de lo que leía, esto en verdad ha hecho que mi capacidad de síntesis de un texto se haya desarrollado hasta tal punto que puedo sacar lo esencial de algo leído en varias páginas, en solo unas líneas, lo demás lo omito con la certeza de que no dejo nada fundamental atrás.

Mi mayor placer era, que una vez bien visto el tema y sacando las conclusiones oportunas e importantes, esos folios iban a la izquierda en una carpeta archivadora que tenia, forrada de increíbles fotos en color sepia todas hechas por mi y los folios sobrantes, los garabateados con las primeras impresiones, los arrugaba como una pelota y me entretenía en lanzarlos a una papelera que anteriormente había puesto encima de mi cama , a modo de canasta, para ver cuántos entraban en ella. Como soy mala encestadora y la cama estaba algo alejada de mi mesa, el resultado era que de doce o trece folios encestaba tres o cuatro , por lo tanto la cama, el suelo y todo lo que había a su alrededor quedaba lleno de folios arrugados. Los mismos que a la hora de acostarme, si esa noche decidía dejar de estudiar, tenía que recoger.

Cuando hacia esto y veía los papeles tirados en forma de pelotas, a veces se me antojaban que era bolas de nieve y en ese punto ya mi imaginación empezaba a volar.

De bolas de nieve pasaban a ser grandes olas que yo debía sortear para salir del mar blanco, que era el color de la colcha y llegar a la orilla que eran aquellos flecos de ella y que tan poco, me gustaban.

Llegada a este punto, yo misma veía que necesitaba un descanso. 

No se puede soñar y estudiar a la vez, es perder el tiempo, ¿aunque realmente nunca supe que tiempo era el perdido?, el del estudio o el de soñar con mundos fantásticos y entrar en dimensiones desconocidas donde yo solo veo cosas que otros no pueden.

Salía de mi habitación y me dirigía a la de mi hermano. Tocaba a la puerta, siempre lo hacía, una vez me lo dejo bien claro, diciéndome “que su habitación era su reino”, que debía llamar a la puerta cada vez que quisiese entrar. Me lo dijo con tanta contundencia que salí de allí dando un portazo, lo suficientemente fuerte para que él lo oyese y le molestase, pero no tanto como para que lo oyesen mis padres y me llamasen a mi la atención.

Me quedé fuera unos segundo, esperando sus disculpas como casi siempre hacía, pero esta vez no salió, esto me indicaba que hablaba bastante en serio. Por eso cuando decidí volver a entrar ¡llamando a la puerta, por supuesto! Solo dije : “ lo mismo te digo “ y salí y volví a esperar unos segundo su llamada, pero no lo hizo. Entonces comprendí del todo que ya había empezado a hablarme y a tratarme como a una adulta.

Desde ese momento, cuando llamaba a su puerta creía que me iba a recibir un lacayo vestido con ropas de la época de Luis XVI haciéndome una reverencia y anunciándome a su señor. Pero siempre oía su voz amable diciendo mi nombre y continuando con, ¡anda, pasa!

Una vez me dijo: ¿qué quieres?, ¡estas agobiada!, ¿no? –si- contesté. Y en vez de darme palabras de ánimos, que es lo que yo estaba buscando, me miró como si no fuera yo y continuó muy serio: ¡pues eso es lo que te queda y no has hecho más que empezar!, así que: “aplícate el cuento, ¡es lo que hay! ” giró la cara y continuó estudiando, “cierra la puerta cuando salgas”- me dijo. En esos momentos pensé que era cruel, pero con el tiempo me di cuenta que nunca fue cruel… solo era realista.

Ese no era mi hermano. Mi hermano era el que se chivaba a mis padres cuando en la playa me gustaba que me llegase el agua por los hombros y me ponía de rodillas para engañarlo, el que me ayudaba a subir a las moreras más bajas para coger moras, el que siempre que comía carne se ponía delante mía porque sabía que no la soporto, era el que me enseño a tirar con tirachinas. Ese era un adulto extraño diciéndome que solo estaba en la orilla que me tendría que ir más adentro pero con cuidado de que las olas no me rompiesen en la cara.

En ese instante comprendí que la vida… mi vida, era cosa mía y de nadie más. Y la realidad "no se me fue entre los dedos como agüita", como dijo Julio Cortázar, se me quedo pegada entre ellos. Me sentí sola.
Me fui a mi habitación casi llorando pero con la dignidad de que no quería que me cayese ni una sola lágrima por el camino. Cerré la puerta, siempre esperando que viniese a explicarse… pero tampoco lo hizo.

Me llevé un día entero sin hablarle ¡un día! algo que los que me conocen no pueden ni imaginar, ¡ah! y sin reírme. Quería que viese todo el daño que me habían hecho esas pocas palabras.

Al día siguiente habló conmigo, me puso las cosas muy claras y los pies en el suelo, me dijo que lo que yo había comenzado no era precisamente un “camino de rosas”, esa frase está aun en mi cabeza y la recuerdo a menudo.

Los años posteriores fueron muchos más duros, en todos los sentidos, él ya no vivía en mi casa y durante los tres primeros años yo tampoco, pero era igual lo llamaba por teléfono y siempre sabía lo que me pasaba.

Algunas veces, he pensado que mi hermano tiene un sexto sentido para mis problemas, aun hoy día presiento que sabe las cosas que me pasan, porque cuando estoy más agobiada suena el teléfono y es él. También es cierto que me llama todos los días y todos los días no estoy agobiada ni mucho menos, entonces cabe la duda de que sea coincidencia. Es una posibilidad que no hay que dejar de contemplar.

Él durante esta época, respetaba su horario de sueño o dormía más. Sus ocho o nueve horas de descanso eran sagradas, siempre he envidiado la capacidad de desconectar que tenía. En eso éramos muy diferentes, yo pasaba las noches con un enorme termo de café, con mis bolígrafos de “clic” “clic” , mis papeles arrugados y con mi colcha blanca llena de enormes olas de folios.

Echaba de menos tocar en la puerta de su reino y oír su voz diciéndome: ¡anda, pasa!
En cambio ponía la radio y la oía un rato. Era un programa donde las personas contaban sus problemas, cuando había oído un par de problemas, me daba cuenta, que lo mío al lado de lo que acababa de oír no era nada. Me ponía otro café, la apagaba y seguía estudiando.

Por cierto creo que ese programa sigue todavía, pienso que los guionistas no han evolucionado aún y que su creatividad ha quedado anclada en los problemas de los demás.

Eran otros tiempos, no mejores ni peores, solo distintos. Pero por esta época siempre los recuerdo, cuando veo a los estudiantes repasar algún tema sobre algo, que realmente para la vida diaria, la que te hace tener  los pies en el suelo y la cabeza firme y fría sobre los hombros, de poco les va a servir.

Y yo… sin quererlo, me transporto a mi habitación llena de folios arrugados, a mi colcha blanca de inmensas olas y a mi termo azul con café, el más bueno del mundo porque lo hacia mi madre para mí.

Imagino que para los estudiantes no habrán cambiado muchos las cosas, pero… que no se preocupen.

Pasan las horas y todo llega y pasa y vuelve a llegar y… vuelve a pasar y nos quedan los recuerdos que con el tiempo siempre se hacen agradables, porque sin darnos cuenta vamos quitando lo malo de ellos, vamos dejando en nuestra memoria un lugar donde volver cuando queramos ser otra vez nosotros mismos.

Aunque no lo crean recordaran esta época con cariño y con añoranza, al final a todos nos pasa lo mismo.


Echamos de menos lo que ya no tenemos.

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