En invierno
cuando salgo de mi casa para dirigirme a mi lugar de trabajo y más en invierno
que en primavera, escucho “tostezos” a menudo.
En el autobús
vuelvo a oírlos. Casi siempre vienen de personas fumadoras, cansadas o
tediosas, pero un buen “tostezo” puede venir de cualquiera, incluso de nosotros
mismos.
Este término,
aunque más adelante explicaré en que consiste, lo acuñó una persona de mi
familia.
Él siempre
está de buen humor, siempre sabe la palabra perfecta para levantar el ánimo y
hacerte reír, muchas veces va adonde yo estoy y me mira, solo por verme y los
dos reímos y cuando le pregunto, ¿de qué te ríes? – dice- ¡de lo mismo que tú!
Y nos reímos sin saber porqué. Claro que la mayoría de las veces que va a mi
despachito, es porque sabe que estoy trabajando y el estudiando y echamos unos
minutos de relax con la charla, así reponemos energías los dos… cargamos
baterías.
Sales de tu
casa, con frio ¡porque lo hace!, pero llena de vitalidad porque la vida te ofrece
un nuevo día que hay que devorar al máximo sin olvidar la más mínima sensación
y cuando más ensimismada estás y vas pensando en la suerte que tienes
simplemente por respirar, pasa alguien por tu lado y zas… un “tostezo”.
Al principio
me molestaban, pero desde que entre risas, esta persona acuñó su término y definición,
incluso espero oír algunos por la calle.
Miraba por
la ventanilla del autobús… como hace de espejo con la luz interior y la oscuridad
externa, puedo observar mejor mi entorno sin que siquiera noten mis
observaciones.
A veces,
suele preocuparme lo que veo. Caras cansadas, vacías, inertes, hartas de la monotonía
y me dan ganas de dar un salto de mi asiento y en medio del autobús gritar y
decirles la suerte que tienen de poder estar allí, dentro de él, de tener una
tarea que realizar, de poder decidir si tomar ese autobús o quedarse en sus
casas lamentándose. Pero no lo hago, creo que nunca lo haré, esto haría que la mayoría
de ellos o todos pensasen que estoy loca o que ¿quién soy yo para inmiscuirme
en sus vidas? Y callo, siempre callo por miedo al que “dirán”, pero a veces
este deseo es tan intenso que decido bajarme del autobús.
Me gustaría
poder inyectarles a cada uno de ellos un poco de optimismo y de vitalidad.
Poderlos transportar por unos momentos a lo que verdaderamente puede llegar a
ser, dolor, tedio, monotonía y desesperanza. Pero vuelvo a callar, porque sé
que volverían a pensar lo mismo de mi.
Una vez casi
estuve a punto de hacerlo y me puse de pie de un salto, algunos se quedaron
mirándome. Tuve suerte, llegaba una parada y salté del autobús.
Mientras
caminaba la rabia contenida por mi cobardía, hizo que mi cara se llenase de
agua salada, era tal la impotencia que sentía de no poder ayudarlos que cuando
me di cuenta iba caminado con los dientes y los puños apretados, mientras
pensaba: ¿qué sabrán algunos, de desesperanzas y de monotonías de la vida?
Oí un “tostezo”
y me dio energías me volvió a poner los pies en la tierra y recordar a mi
familia, casi me hizo sonreír, me alivió. Algo que jamás me hubiese imaginado, sentí
alegría de oírlo.
El “tostezo”
y siempre por la definición de un miembro de mi familia es : simplemente la
unión de un golpe de tos con un bostezo, es mucho más frecuente de lo que
podemos pensar, se da en dos fases, primero se tose y después se bosteza o al
contrario. ¡Ah! Casi lo olvido el bostezo es contagioso, no es un virus… no,
pero si ves a alguien bostezar seguro que le sigues.
Me paré en
un escaparate y sequé las lágrimas, respiré hondo y advertí que nadie me
preguntó porqué lloraba.
Yo decididamente,
debo ser un poco extraña, rara o bastante de ambas cosas. Cuando se ha dado el caso de ver a alguien
llorar siempre pregunto que le ocurre por si puedo ayudar, a mí nadie me lo
preguntó. Nadie pregunta nada nunca, ¿por qué? Acaso ¿somos indiferentes al
dolor ajeno?
Me parece
que somos los reyes de nuestro pequeño mundo y que los sentimientos de los demás
son como nuestros súbditos, no nos importan y siento tristeza. ¿Cómo nos puede
dejar de preocupar lo que siente un semejante?
Llegué a las
largas escaleras de mi trabajo y en cada escalón respiraba fuerte, tenía que
reponer energías para dejar algo allí, procuro que me sobren algo de ellas,
para quien la necesite o simplemente para quien la quiera tomar.
Volví a oír
un “tostezo” y de nuevo volví a sonreír acordándome de mi hijo, el sí que tiene
una visión diferente de la vida.
Mentalmente
le di un beso como cuando era pequeño, cogiendo su carita con mis manos y apretando
mis labios con fuerza en su frente como si yo quisiera que ese beso recorriese
su corazón, le llegase al alma y lo pudiese guardar para siempre en su memoria.
A CARLOS
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