Desde hace
mucho… mucho tiempo, aprendí a leer entrelineas lo hice simplemente a base de leer, leer y releer.
Pienso que
es como la genética, que se hereda más de los abuelos, que de los propios
padre. A mí siempre me han dicho que era “clavadita” a una de mis abuela y es
cierto, físicamente, salvando las diferencias de edades sí, soy como ella era,
para mí es un elogio, me gusta. Mi abuela…era mi abuela.
Mi hermano
al contrario es parecido a la familia de mi madre, casi todos rubios y de
inmensos ojos azules, mientras que yo soy de cabello marrón y ojos verdosos
¡qué le vamos hacer!, no todos somos “Adonis”.
Pero lo
realmente interesante es que he sacado cosas de las dos familias y en el tema
de leer entrelineas soy idéntica a una de mis tías, por parte de madre.
Algo
imprescindible para desarrollar este arte, es tener una gran curiosidad por
todo lo que te rodea por muy nimio que parezca. Hay cosas que en algunas
personas producen curiosidad y en otras no, ¡he ahí la diferencia!
Creo que siendo
ya adolescente ella fue la que me enseñó, es una verdadera maestra en este
arte, ha dedicado mucho tiempo de su vida a desarrollarlo y lo ha conseguido.
Siempre que tenia oportunidad y leía algo que me llamase la atención lo
comentaba con ella o con mi madre.
Mi madre se atenía
al suceso o a la noticia en sí, pero mi tía… mi tía… ella iba al fondo del
hecho, de forma que una simple noticia le gustaba que la viese desde otros
puntos de vista, hacía que llegase al principio del origen y me hacía preguntas
y más preguntas sobre el tema, decía que lo volviese a leer, desde otro ángulo,
de forma que al final yo misma lo cuestionaba todo. Hasta la veracidad de dicho
hecho.
Una vez que había
conseguido que pusiese en duda todo, me indicaba que volviera a releerlo y la
verdad era, que mi opinión había cambiado con respecto a un principio, hasta
tal punto que ya no sabía que creer.
Esta duda
era, la que producía en mí la necesidad de saber más sobre el tema y esto es lo
que me ha hecho aprender a leer entrelineas.
Cuando llegábamos
a este punto, volvía a repetirme: “ahora que no crees nada de lo que has leído,
busca la misma noticia por otras fuentes y saca tus propias conclusiones”.
Más de una
vez sentí desilusión al hacer esto, pues ella en el fondo quería que dejase al descubierto la raíz, de lo que
yo creía que era la verdad en sí y la verdad a veces, desilusiona.
Era una
ardua tarea pero a lo largo de mi vida me ha servido para discernir verdades
ocultas ante cualquier hecho.
Pensaba esto
al doblar un periódico gratuito, de esos que te dan por la mañana cada vez que
das un paso por la calle y como yo salgo temprano pues me los dan todos. No soy
capaz de decirle a ningunos de los jóvenes que me lo entregan que ya lo tengo,
los voy recogiendo todos. Sé que tienen unas horas de trabajo determinadas y
que los tienen que repartir en ese tiempo, así que por mí no se van a quedar
sin trabajo.
Doble el periódico
y me quedé pensativa en la última noticia que leí, la verdad es que me
sorprendió, no conozco mucho, es decir, nada el mundo de los “famosos” pero esa
persona si era conocida por mí y me sorprendió lo leído. Era una noticia
relacionada con él y el mundo de la ciencia ¡jamás lo hubiese imaginado!
A veces,
cuando tengo que volver al trabajo algunas horas por la tarde, almuerzo con mi
madre y mis tías y ese día era uno de ellos, estaba deseando verlas para comentárselo.
Me tenía que
bajar en la parada siguiente y me incorporé del asiento, no sin antes intentar
entregar uno de esos periódicos a una señora que estaba sentada a mi lado y que
me observaba con poca delicadeza mientras leía. Me imaginé que ella también quería
leer la noticia, lo pensé porque noté como no dejaba de mirarme mientras lo hacía
doblando la cabeza tanto que por unos momentos creí que la apoyaría en mi
hombro, pero la amable señora denegó mi ofrecimiento.
Me dijo que
iba al médico y que esos periódicos le dejaban las manos manchadas de tinta,
miré mis manos en un acto reflejo y efectivamente tenían un tono algo grisáceo.
No me importó, lo primero que hago al llegar al trabajo antes de ponerme el
uniforme es lavarme las manos concienzudamente. A partir de ahí comienza mi
jornada laboral.
Salía a las
tres que como siempre serían las tres y media y como además ahora hay que
trabajar media hora más. Por eso de la economía… para levantar el país, que los
trabajadores hemos arruinado… pues serían casi las cuatro. Debía volver a las
seis y media.
Llamé
diciendo que me era imposible ir, acababa de salir y estaba cansada era jueves
y esos días son como una revolución para mí. Son un sin parar, como un
autómata. Me comentaron que aun no habían comido, que me estaban esperando,
pero que si no podía ir...no pasaba nada. Decidí que muy a pesar de mi cansancio no les podía fallar y dije que iría.
Cuando tomé
el autobús lo único que pensaba era que hubiese un asiento libre y tuve suerte,
había uno al lado de una mujer ¡ese asiento lleva mi nombre! Pensé.
Al sentarme,
no sé por qué siempre tengo la costumbre de saludar y la mayoría de las veces
ni me contestan, pero soy así y casi siempre digo: la próxima vez no saludo,
imposible no puedo evitarlo y esa próxima vez aun sin yo quererlo se me olvida
y lo vuelvo hacer.
La mujer me
saludo y además me sonrió, algo que agradecí en ese momento, después de la
mañana que había tenido. Pero esa sonrisa llevaba algo oculto, lo descubrí
cuando sin venir a cuento comenzó a hablarme de su vida, diciéndome que
venía de ver a una hija suya que estaba enferma y a contarme todos los síntomas
y peripecias y pormenores de la enfermedad. Saltaba de un tema a otro, parecía que me conocía
desde hacia tiempo y muy pronto llegué a la conclusión que esa persona
necesitaba hablar y dejé que hablase todo lo que quisiera.
Mentalmente
aun sin desearlo, pensé en el trabajo de esa mañana por unos momentos.
Ella
continuaba hablando y a mí me era cómodo, no dejaba tiempo al dialogo, todo lo
decía y lo deducía ella misma.
Me relajé de
tal forma que por un momento me di cuenta que no estaba pensando en nada y me sorprendió.
Cuando fui a
bajar de mi medio de transporte dije “adiós”, ella seguía varias paradas más
adelante. La mujer, dijo: “gracias, con
usted si se puede hablar”, sonreí pensado que yo solo había hecho lo de siempre,
saludar y escuchar lo que los demás quieren decir.
Miró los periódicos
que llevaba en la mano y me preguntó que si los había leído, que no tuvo
ocasión de recogerlos por la mañana. Le dije que sí y se los entregué todos.
A menudo,
muchos a menudos… desde que era muy joven, las personas me hablan y me cuentan
cosas sin yo preguntar, deben ver en mi un confesor o un psicólogo de andar por
casa, yo no hago nada, solo escucho y les presto atención, pero hablan sin
darme tiempo a contestar, es como si ellos mismo encontrasen las respuestas a
sus preguntas al hablar. Como si estuviesen esperando a alguien que
les escuchara, sé que esto les produce alivio …es tan fácil escuchar y callar y
puede hacer tanto bien a otros que a mí no me cuesta trabajo hacerlo, al
contrario creo que enriquecen mi interior las experiencias de los demás.
Cuando
llegué a casa de mi madre eran algo más de las cuatro y veinte, sentí pena y
alegría saber que habían estado todo ese tiempo esperándome.
Las abracé,
las besé y olvidé por completo la noticia que les quería dar sobre ese famoso.
Comenzamos a
hablar de todo, mientras poníamos la mesa, ya era la hora más de tomar café que
de almorzar y yo ese día precisamente no tenía ganas de comer, pero lo hice.
Cuando nos
sentimos queridos, somos capaces de llevarnos horas y horas hablando, no se
agotan los temas y cada nueva conversación es más interesante que la anterior, estás
hablando y te asalta la mente otro nuevo motivo para seguir. Personalmente hay
personas con las que me podría llevar hablando horas, días, años…toda la vida y
seguro que siempre habría algo nuevo y sorprendente que decir y escuchar.
Pensé que la
noticia que les quería dar ya no era importante.
Siempre
cuando estoy con ellas, los pájaros de mi cabeza revolotean todos a la vez para
mantenerme unos centímetros por encima del suelo y les agradezco que lo hagan y
me saquen por unos momentos de la realidad cotidiana.
Una vez más
hice lo que mi tía quería, ver las cosas desde otro ángulo y quedarme con la raíz
de lo esencial y lo más importante del mundo para mí, en ese momento, lo tenía
delante de mis ojos.
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