Qué bien
sábado, desde que he vuelto a coger la bicicleta algo que me costó mucho
trabajo pero alguien, acabó de convencerme, me gusta este día, bueno no solo
por eso… el sábado indica diversión, nos gusta a todos.
Cuando no
tengo planeada ninguna salida “extra“ a ningún lugar determinado con mi cámara
de fotos. Monto en bici.
Es
curioso, lo que pensamos cuando vamos en bici, es muy variado, para mí a la vez
que pienso, de vez en cuando me digo: ¡ah! Por aquí no…tiro por allí, y sigo
pensando en lo anterior. Es como si la conciencia trabajase en dos fases, en ti
y en tu recorrido.
Lo ideal
sería una carretera en línea recta donde solo hubiesen bicicletas, pero muy
recta muy recta…sin fin, que nadie pudiese llegar nunca al final ni supiese que
hay más allá de esa línea. El final sería una incógnita y que cuando tu
quisieras, pudieses dar la vuelta.
Pero esta
teoría se desmorona, cuando llego a la conclusión que quienes hubiesen
construido esa carretera si sabrían lo que hay al final y ya no sería ninguna
incógnita, al menos para ellos. Este pensamiento puede tener una variante…
que todavía la estén construyendo y ni ellos mismos sepan donde terminará.
Como sé que
esto es imposible, intento ir siempre por los carriles más largos y para eso
tengo que llegar a “La Palmera”, como ahora lo han alargado hasta casi
“Bellavista” pues… recorrido completo con paradita de vuelta en el Parque de
“María Luisa”.
Ese era mi
pensamiento cuando abrí el grifo de la cocina para coger agua y hacer café,
preparé la cafetera y la conecté.
Noté que al
abrir la llave estaba algo floja, pero no le di importancia total no entiendo
de eso y no sé por qué, pensé en ese momento que era por la presión. Pero me
quede fija, mirándolo y observaba como parecía que iba tomando vida propia, se
movía muy despacio muy lentamente, como si quisiera abrirse del todo.
Comenzó hacer
un ruido extraño y acerqué un poco el oído para asegurarme que provenía de él,
me separé y volví a ponerlo ya casi totalmente - ¡uy¡ - este ruido no lo he oído
yo nunca – dije. Pero como la curiosidad me puede a veces, lo presioné un
poco a ver qué pasaba. En ese momento el ruido se hizo más fuerte y me retiré,
me asustó.
Seguía mirándolo esperando algún tipo de desenlace, recuerdo que pensé:
“serán las tuberías”, que es lo que siempre se dice, también imaginé “abran
cogido aire”, que es lo que también se piensa. Mi instinto hizo que me separase
de él y de pronto…salto la llave hacia mí y un chorro de agua muy fuerte comenzó
a salir del hueco que había quedado.
Esto me cogió
desprevenida y ante mi asombro por unos instantes no supe que hacer, me quedé
mirando como si fuera una estatua pero mi mente después de pensar lo bonito que
era ver salir así el agua, actuó y me aconsejo:
¡¡SOLUCIONALO!!, ¡¡YA!!
Alargué la
mano e intenté parar el agua pero era imposible, al acercarla se formaba una fuente
inundándolo todo. ¡no sabía yo que el agua por una tubería llevase tanta
fuerza! Tampoco se, por qué pensé que se cortaría sola… pero no fue así.
Tomé lo que
tenia más a mano, un guante de horno y volví a taponar la herida del maltrecho
grifo, en el tiempo que tarde en acercar la mano y a medida que lo hacia se
formaba una especie de flor de agua, como una margarita gigante, cuyos pétalos
eran chorros del liquido que mojaba todo lo que tocaba.
Cuando logré
taponarlo, salía menos agua o eso creí, durante unos segundos que se hicieron
eternos… recordé que debajo del fregadero había otra llave que el fontanero, que
hizo la instalación me dijo: “mira esta
es la “general” recuerdo esto porque le pregunté al hombre: ¿la “general” de qué..? - ¡la llave! - la “general”, ¡ah! ¡vale! – ¿y cuando se utiliza? El señor me
miró con asombro y noté que había quedado al descubierto mi ignorancia en
ciertos temas.
Se echo a reír
pero con muchas ganas, como si hiciese mucho tiempo que no se reía, esa risa
venía de muy dentro de él. Parece ser que esta pregunta no debe ser muy
frecuente y que el resto del mundo menos yo, sabe lo que es una “general”
La
“general”… la “general”, ¡la que tienes que cerrar en caso de avería!
“Avería” esa
era la palabra correcta en esos momentos, esto debía ser una avería ¡SEGURO! Y
por la cantidad de agua que veía ya a mi alrededor de las más grandes.
Abrí el
mueble y la localicé, solo tenía que cerrarla y listo recogería el agua y
adelante con mis planes de fin de semana.
Pero no fue
tan fácil, intentaba seguir taponando la salida de agua y a su vez alcanzar la
“general” pero no llegaba y tenía que decidir rápido, cada vez había mas agua
por todas partes.
Por un
momento me desesperé, no daba crédito a lo que me estaba ocurriendo en un día que
todo iba a ser paz, armonía y diversión. Decidí que lo mejor era que saliese
toda la que quisiera y cerrar la de abajo, pensé que era lo más lógico, solté
la mano de aquella herida incesante y me agache rápidamente metiendo más de
medio cuerpo dentro del mueble para no mojarme, más de lo que estaba, pero la
llave "esa"… estaba atascada… ¡¡ ATASCADA!!, ¿ATASCADA?...no podía ser.
Intenté
con todas mis fuerzas cerrarla y con mucho esfuerzo al final lo conseguí.
Cuando me
erguí, noté como poco a poco dejaba de salir agua y me alegré.
El día poco
a poco parecía que se estaba estropeando. Comencé a recoger agua, pero no toda,
era imposible, yo recogía pero parece que cada vez había más.
El café hacía
rato que había terminado de hacerse y me preparé uno.
Recordé que un sábado no encontraría
a nadie que lo arreglase y además no conocía a nadie que lo hiciese. Busqué los
papeles del seguro.
De ese
seguro que todos tenemos contratado y que lo más que nos ha servido es para
arreglar un par de cristales rotos o cualquier otra tontería y que el día que de
verdad lo necesitemos, nos dirán que la póliza no cubre… lo que sea que nos
haya ocurrido.
Vi un numero
que ponía “Averías urgentes”, al leer la palabra “urgente” se quedó en mí como
un eco, es lo que todo eso era “urgente” y bastante para mí.
Llamé y una
señorita después de hacerme varias preguntas me dijo: ¿ y es muy urgente?, creo
que si –respondí. Hay mucha agua… mucha.
Dentro de unas dos horas estarán allí,
lo primero que tiene que hacer es cerrar “la general”, mira – pensé- ¡ella también
la conocía!
Colgué y
apuré la taza, mientras volvía a la cocina. Solo quedaba recoger agua y
esperar.
Mi consuelo
fue ver que en ningún momento había estado sola, mi perro notando mi desesperación,
me animó un poco, chapoteando en la balsa que se había formado y dando saltos
de alegría , salpicando lo que aun estaba seco.
Creo que pensó
que era otro de mis raros experimentos caseros.
Me miraba y
daba más saltos, le gustaba, lo acaricié y dejé que lo hiciera.
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