Vivo en una
tierra alegre, sé la imagen que proyectamos hacia el exterior relacionada con
nuestro carácter, lo he visto desde afuera, pero la culpa no es nuestra es del
clima.
No es lo
mismo quedarte en casa con 1 ó 2 grados bajo cero, que hacerlo con 25 ó 26
grados sobre ese mismo cero. Este clima nos echa a la calle y la mayor parte de
las veces con la botellita de agua a cuestas.
Aquí cuando
hace 25 grados (usamos escala “Celsius”
no “Fahrenheit”) ya estamos diciendo: ¡Qué calor, por Dios! y la frase que
sigue es….¡Y todavía no ha llegado lo peor!, lo peor son los 45 ó 46 grados o
más a los que se llegan en los meses de Julio y Agosto -según la zona. Es un
calor sofocante, cuesta trabajo respirar, así que lo mejor es intentar alejarse
de la ciudad, de los coches y del calor que desprenden todos los aires
acondicionados hacia las calles.
Yo que no me
considero “urbanita”, la ciudad lo imprescindible, procuro cualquier hueco de
mi vida diaria para intentar escapar de ella pero cuando esto no es posible,
los parques y jardines son mi gran debilidad.
Soy mujer de
a “pie”, o sea que donde puedo ir con mis pies voy, siempre he pensado que no
hay distancia por muy lejos que esté para que mis pies no se decidan a seguir
la ruta.
Hace algún
tiempo salía con una amiga a caminar, pero llevábamos ritmos distintos de
zancadas y cuando me daba cuenta iba caminando yo sola y ella me seguía a unos
ocho o nueve metros, así que dejamos de andar juntas, pero seguimos siendo
grandes amigas.
Cuando camino
y no me refiero a pasear, me gusta hacerlo sola o con alguien que sea más alto
que yo esto tiene una fácil explicación: al ser más alto su zancada es mayor y
me obliga a ir más ligera una vez que tomo el ritmo del paso, egoístamente me
olvido de quien viene conmigo y lo continuo, pero no pasa nada ellos lo saben.
Imprescindible
en estos eternos recorridos, para mí, después de la protección solar
correspondiente, son: cabello recogido, gorra, ropa ligera, zapatillas de
deporte, gafas negras, cascos, música y mi inseparable botella de agua. La
música es una de las cosas más importantes, según el tipo que lleves así será
tu paso, toda la que me pasan amigos y amigas que tenga ritmo la llevo encima, además
me gusta oírla fuerte, bastante fuerte que me haga vibrar y sentirme viva, de
forma que cuando tengo que cruzar alguna avenida apago el volumen, más que nada
por mi seguridad.
Las
zapatillas también es algo importante, suelo tener varias y dependiendo de la estación
del año y del pensamiento de mi recorrido uso unas u otras, las mejores son las
que están más usadas, unas buenas zapatillas de deportes no tienen por qué ser
caras o de una marca determinada. En mi vida he destrozado ya algunas por no
decir bastantes y nunca han sido de esas marcas que anuncian los famosos, solo
tienen que tener una buena suela flexible y comodidad en el pie. Es un deporte
barato que lo recomiendo todos los días varias veces.
Cualquier pantalón
cómodo, una camiseta y a patear kilómetros que es muy sano y muy barato…de
momento.
Si tuviésemos
esto como una práctica habitual, la mayoría de los medicamentos no tendrían razón
de ser comercializados.
Mi botiquín,
cree la gente que está lleno de “remedios santos”.
Esto lo
menciono porque los vecinos que me conocen, muchas veces vienen a mí para que
les de una u otra cosa y desde aquí les digo que yo no soy una compañía farmacéutica
que solo tengo en mi casa, lo siguiente:
Dos tipos de
analgésicos.
Un
paquete de vendas y gasas.
Un antihistamínico.
Y un desifectante de una marca muy conocida.
Y cuando
vienen y saco la caja de zapatos donde lo guardo todo, en el cuarto de aseo que
nunca se utiliza, se me quedan mirando. Me parece que esperan que saque un
carrito con instrumental quirúrgico.
Es cierto queridos vecinos, eso es lo
que tengo en mi casa, para casos excepcionales están los médicos en sus
“Consultas” y las Urgencias…¡vamos digo yo vecina!
Esta señora
en especial, es increíble, a veces viene a mi casa porque dice que no me vio el
día anterior, cuando a lo mejor hace una semana que llevo fuera, pero siempre
necesita una indicación médica o algún medicamento. Yo me ofrezco amablemente a
llevarla a Urgencias, más de una vez lo he hecho, pero ella dice que no quiere
ir porque lo primero que le hacen es una Analítica.
Si esta
señora me dejara que se lo explicase una vez…tan solo una vez, sin
interrumpirme, sabría que la Analítica es lo que hace que el médico vea lo que
no va bien por dentro y que es imprescindible para un diagnostico “ casi “ certero.
Pero cree que yo la puedo llevar a Urgencias con privilegios para ella y esto
no es así, solo puedo aligerar muy poco el trámite diciendo que es una persona
mayor y que se encuentra mal, vamos lo que diríamos cualquiera.
Señora, creo
que usted es de las pocas personas que a las cuatro de la mañana se despierta,
ya sin ganas de dormir porque se acuesta a las nueve de la noche y piensa que
tiene un dolorcito muy leve, en el costado derecho a la altura de la cintura, espérese
un ratito más en la cama a ver si Morfeo quiere visitarla de nuevo, que yo
estaba recién acostada cuando usted, esta madrugada llamó a mi puerta para
decirme que si ese dolorcillo podría ser un principio de “cólico nefrítico”.
Me parece
que usted sabe más que yo de medicina, no sería yo capaz de hacer un
diagnóstico tan rápido y eficaz como el suyo. No todos los leves dolorcillos a
esa altura indican un cólico nefrítico...creo.
Sinceramente
no lo sé señora -dije- medio dormida. Hay que hacer una analítica. Eso ni pensarlo, me contestó. Dame algo para el
dolor, si quieres…¿vamos? Subí arriba y baje con la caja de zapatos, me entró
ganas de decirle: “sírvase usted misma”, cuando la abrí, me miró con los ojos más
grandes que de costumbre y se apresuró a preguntar: ¿esto es lo que tú tienes
en tu casa? ¡Sí! – contesté- ¡Esto! y a las cuatro y veinticinco, muerta de
sueño, va la mujer y me dice: ¡yo en mi casa tengo de todo, ven y me dices que
me tomo!
La vi
arreglada y algo maquillada. No fui a su casa, pero le pregunté: ¿qué hace a
esta hora tan compuesta?, era por si “NOS” teníamos que ir a urgencias-
respondió.
Mi prudencia
hizo que respirase varias veces más profundo de lo normal, como cuando
necesitas controlarte porque sabes que lo que vas a decir puede hacer que te
arrepientas al poco tiempo, le insinué claramente: usted vaya adonde quiera, si
quiere le llamo un taxi, pero yo me vuelvo a la cama.
Creo que se
molestó, porque con mucha ironía me preguntó: ¿estuviste anoche de fiesta?, la
vecina me estaba poniendo de muy mal humor y sé que esto me desvela.
Miré a mi
perro que seguramente había despertado con sus potentes ladridos al resto de la
humanidad, pero se que en sus ojos siempre encuentro una mirada de compasión,
entendimiento y ternura hacia los demás.
Me eché a reír,
ella siente inquietud por saber mi vida, es una de las personas que dicen por
ahí que soy “algo extraña”, simplemente porque mi vida es mía, solo tengo una y
la vivo como quiero. Pero es una persona mayor y me da igual lo que diga, creo
que su vida le aburre desde hace más tiempo que los años que tengo yo.
Abrí la
puerta elegantemente y la sostuve entreabierta invitándola a pasar por el arco
que se formó a la altura de mi brazo alzado, al sostener la hoja. Pasó y se
fue…me parece, que se le olvidó decirme adiós y darme las gracias una vez más.
Señora, las
palabras “por favor” y “gracias” son de aquellas que enriquecen cualquier idioma.
Un “por
favor” puede abrir el corazón más duro y sacarle una sonrisa y dar las
“gracias” hace que la persona a las que van dirigida, la tenga a su disposición
en cualquier otro momento. Yo le aconsejo que practique y si le cuesta mucho
trabajo hágalo delante de un espejo como los grandes actores, practican sus frases fuertes
en un guión.
Las utilizo todos los días montones de veces y créame no tienen
contraindicaciones.
Le devolví
la mirada a mi perro que me la sostuvo por unos instantes, al acariciarlo cerró
los ojos, inclinó un poco la cabeza y la apoyó en mi rodilla, creo que él también
estaba dormido.
Descolgué el
teléfono y me acosté pero ya no pude dormir, Morfeo decidió que tenia cosas
mejores que hacer.
Este relato
es para esa persona, que cuando enciende su ordenador mira a ver si he
publicado algo, es capaz de leer muchos de una vez y vive en:
Ottawa---Ontario—Canadá.
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