Espero a una
amiga viene de Suiza. Con este lugar estoy ligada desde hace muchos años por
otros motivos. Estudiamos tres años de carrera juntas. Es mi mejor amiga, a
veces creo que la única a la que realmente puedo llamar amiga. Más que una
amiga siempre nos hemos considerado hermanas, aunque de distinto color.
Muchas veces
me preguntaba ella que sentía yo cuando al mirarme al espejo me veía tan blanca
y con pecas. Lo que más le llamaba la atención era el color de los ojos yo le
decía: pues lo mismo que tu viéndote negra. Así terminaba la conversación y
empezábamos a reírnos como siempre.
Cuando llegó,
su español era pésimo… más bien nulo.
Aislada en
una primera fila del aula Magna de Medicina, cerca de donde yo me solía poner y
siempre intentando copiar mis apuntes de Anatomía o de Fisiología . Hasta que
me di cuenta y comencé a coger apuntes en francés y se los pasaba. A mí me daba
lo mismo estudiarlos en un idioma o en otro, desde muy pequeña el francés había sido como
una lengua materna para mí.
Un día me decidí
a decirle: “prenons-nous café,
maintenant?” Se le iluminó el rostro, comenzó a hablarme en francés. Creo que
es la persona que más rápidamente me contó toda su vida. Me la contó, en lo que tardamos en tomarnos el café. A partir de ahí empezó nuestra amistad.
Almorzaba
muchas veces en mi casa, bueno, en casa de mis padres. Allí siempre había cabida
para nuestros amigos y eran bien recibidos.
A mis padres
les gustaban conocer a nuestras amistades, cosa que vista ahora desde este
espacio temporal, alejado de aquella juventud, pienso que quizá sería por eso
de tenernos un sutil control a mi hermano y a mí.
Da igual,
sea como fuese, allí lo pasábamos bien todos, a veces había en mi casa, hasta
diez amigos de ambos. Vivíamos cerca de la facultad y era el sitio donde mejor podían
aterrizar. Hasta esperar, las horas de prácticas que solían ser por la tarde
sobre las cuatro.
Una hora muy
apropiada para las clases de Disección y que hacía que fueses solo con un yogur
o una manzana como mucho en el estómago.
Pues, todos
los años desde entonces nos vemos, no importa en qué parte del mundo este. Si
no es en verano pues en invierno. Ella viene o yo voy, es igual. Ha vivido en
medio mundo y ha pasado largas temporadas en mi casa con mi familia y nosotros
con la suya. Hace ocho años que está establecida en Suiza con la esperanza de
poder vivir definitivamente en España.
Lo que más
le gusta a ella son las fiesta de aquí.
Recuerdo que
al principio de nuestra amistad, como la veía retraída, la integré en mi grupo
de amigos.
Al principio
empezamos a estudiar juntas en un pequeño estudio de pintura donde mi padre
desarrollaba su arte.
Bueno no tan
pequeño, nosotros, mi hermano y yo disponíamos allí de una gran sala de estudio
con dos inmensas mesas, un silencio absoluto, una cafetera estupenda, y un
ventanal grande ; por donde yo de siempre, algo soñadora, acababa confundiendo
las “funciones linfáticas” con el canto que oía de los pájaros.
Descubriéndome
a mi misma muchas veces, ensimismada
mirando ese cielo tan azul y transportada a otros lugares lejanos e
inexistentes.
Cuando venía
ella a estudiar. Estudiar, estudiábamos a lo “bestia”, ambas teníamos mucha
capacidad de concentración. Pero eso si cada hora y cuarto o cada hora y media, tocaba café,
cigarrito o simplemente me decía que le hablase de mi tierra.
La conversación
de descanso no era más de veinte minutos y después a volver al mudo real:
músculo piriforme, tensor de la fascia lata, obturador interno, sartorio…etc.
Así hasta
terminar con todos los músculos de un miembro ya fuese superior o inferior y
comenzar con puntos de inserción de ellos en los huesos…¡vamos una maravilla!
Tanto como estudiar.
Nos gustaban las fiesta. Yo había pasado una racha no muy buena, hacia ya algún
tiempo. Y ella, mi amiga, mi hermana, me apoyaba en todo. Hacía que hasta a
veces me sintiera mejor.
Un día
decidimos hacer una larga lista con todas las fiestas sacras y paganas a las
que teníamos que asistir antes de que se fuese.
Era muy
buena estudiante y había conseguido en su país una beca por tres años, después,
dependiendo de la cuantía de la nueva beca y si conseguía renovarla o no, debería
elegir un país donde sus posibilidades económicas se lo permitieran. Se tuvo
que ir después de tres años a Méjico, subieron la media para conceder este tipo
de beca y se quedo solo a unas décimas.
La lista, la
comenzamos con el día uno de enero- fiesta
Reyes magos-
fiesta
28 febrero
mi Comunidad Autónoma, mi fiesta principal y la más esperada por mí.
Semana
Santa, Feria de Sevilla etc.
A cada
avance en la lista, nos reíamos más y más.
¡Es
imposible tantas fiestas! Y reía, ¿seguro que en esos días no se trabaja, ni
hay Facultad? me preguntaba cada vez que yo apuntaba una.
¡Me gusta
este país! decía a cada momento, ¡me gusta! Alguna vez viviré aquí definitivamente,
reía más y lo volvía a decir.
Cuando
acabamos con nuestra, casi interminable lista, le dije: ahora a empezar por los
pueblos de los alrededores y después por las fiestas Autonómicas. ¿Hay más? Me comentaba
asombrada.
¡Muchas más!
Contestaba yo.
Fuimos
buscando, Comunidad por Comunidad. Todas a la lista. Eran tantas, que
preguntaba ¿tú crees que en tres años, nos dé tiempo de estar en todas?, ¡claro
que sí! –le decía- tampoco se trata de
pasar las fiesta enteras. Vamos estamos en ellas, nos divertimos, hacemos
fotos, compramos algún recuerdo y nos volvemos.
Nuestra
lista era de un folio por las dos caras y otro solo por una, bueno y casi medio
de la otra. Seguro que se nos escaparon muchas.
Se lo
dijimos a nuestro grupo de amigos y entre los amigos de unos y los de otros éramos
quince fiesteros con ganas de divertirse.
Comenzamos a
hacer nuestro calendario de exámenes para ver los eventos que antes nos venían
mejor. Eso sí, nunca una fiesta antes de una semana de algún examen importante,
pero si al día siguiente o el mismo día después de haberlo hecho.
Y siempre
que no le coincidiera a ella con algún partido de Voleibol. Formaba parte del
equipo de la Facultad de Medicina, de ahí su beca. Se la habían dado en su país
por este deporte.
Aun
recuerdos sus saques ¡eran los mejores!
Poco a poco
durante esos tres años, fuimos tachando fiestas que ya habíamos vivido. De aquella
larga lista.
Como
recuerdo, los quince fiesteros, siempre comprábamos un platito pequeño con algún
grabado típico de ese lugar. Y como promesa, dijimos no deshacernos de ellos
nunca. Tengo muchos.
Fue una gran
ayuda para mi durante ese tiempo.
Dentro de
dos semanas la recogeré en el aeropuerto. No veo la hora de volverme a reencontrar
con mi hermana. Nos abrazaremos como siempre llorando y riéndonos a la vez y también
hablando las dos a la vez yo intentando recordarle su español y ella hablándome
en francés.
Ahora es una
gran Otorrino.
Siempre me
dice, ¡me gusta esta tierra! ¡Sabes cuándo
te levantas, pero no a la hora que te acostarás!
A Marie Mamy Célestine.
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