sábado, 9 de febrero de 2013

MARIE



Espero a una amiga viene de Suiza. Con este lugar estoy ligada desde hace muchos años por otros motivos. Estudiamos tres años de carrera juntas. Es mi mejor amiga, a veces creo que la única a la que realmente puedo llamar amiga. Más que una amiga siempre nos hemos considerado hermanas, aunque de distinto color.

Muchas veces me preguntaba ella que sentía yo cuando al mirarme al espejo me veía tan blanca y con pecas. Lo que más le llamaba la atención era el color de los ojos yo le decía: pues lo mismo que tu viéndote negra. Así terminaba la conversación y empezábamos a reírnos como siempre.

Cuando llegó, su español era pésimo… más bien nulo.

Aislada en una primera fila del aula Magna de Medicina, cerca de donde yo me solía poner y siempre intentando copiar mis apuntes de Anatomía o de Fisiología . Hasta que me di cuenta y comencé a coger apuntes en francés y se los pasaba. A mí me daba lo mismo estudiarlos en un idioma o en otro, desde muy pequeña el francés había sido como una lengua materna para mí.

Un día me decidí a decirle:  “prenons-nous café, maintenant?” Se le iluminó el rostro, comenzó a hablarme en francés. Creo que es la persona que más rápidamente me contó toda su vida. Me la contó, en lo que tardamos en tomarnos el café. A partir de ahí empezó nuestra amistad.

Almorzaba muchas veces en mi casa, bueno, en casa de mis padres. Allí siempre había cabida para nuestros amigos y eran bien recibidos.
A mis padres les gustaban conocer a nuestras amistades, cosa que vista ahora desde este espacio temporal, alejado de aquella juventud, pienso que quizá sería por eso de tenernos un sutil control a mi hermano y a mí.

Da igual, sea como fuese, allí lo pasábamos bien todos, a veces había en mi casa, hasta diez amigos de ambos. Vivíamos cerca de la facultad y era el sitio donde mejor podían aterrizar. Hasta esperar, las horas de prácticas que solían ser por la tarde sobre las cuatro.

Una hora muy apropiada para las clases de Disección y que hacía que fueses solo con un yogur o una manzana como mucho en el estómago.

Pues, todos los años desde entonces nos vemos, no importa en qué parte del mundo este. Si no es en verano pues en invierno. Ella viene o yo voy, es igual. Ha vivido en medio mundo y ha pasado largas temporadas en mi casa con mi familia y nosotros con la suya. Hace ocho años que está establecida en Suiza con la esperanza de poder vivir definitivamente en España.

Lo que más le gusta a ella son las fiesta de aquí.

Recuerdo que al principio de nuestra amistad, como la veía retraída, la integré en mi grupo de amigos.

Al principio empezamos a estudiar juntas en un pequeño estudio de pintura donde mi padre desarrollaba su arte.
Bueno no tan pequeño, nosotros, mi hermano y yo disponíamos allí de una gran sala de estudio con dos inmensas mesas, un silencio absoluto, una cafetera estupenda, y un ventanal grande ; por donde yo de siempre, algo soñadora, acababa confundiendo las  “funciones linfáticas”  con el canto que oía de los pájaros. 

Descubriéndome a mi misma muchas veces, ensimismada  mirando ese cielo tan azul y transportada a otros lugares lejanos e inexistentes.

Cuando venía ella a estudiar. Estudiar, estudiábamos a lo “bestia”, ambas teníamos mucha capacidad de concentración. Pero eso si cada hora y cuarto o cada hora y media, tocaba café, cigarrito o simplemente me decía que le hablase de mi tierra.

La conversación de descanso no era más de veinte minutos y después a volver al mudo real: músculo piriforme, tensor de la fascia lata, obturador interno, sartorio…etc.
Así hasta terminar con todos los músculos de un miembro ya fuese superior o inferior y comenzar con puntos de inserción de ellos en los huesos…¡vamos una maravilla!

Tanto como estudiar. Nos gustaban las fiesta. Yo había pasado una racha no muy buena, hacia ya algún tiempo. Y ella, mi amiga, mi hermana, me apoyaba en todo. Hacía que hasta a veces me sintiera mejor.

Un día decidimos hacer una larga lista con todas las fiestas sacras y paganas a las que teníamos que asistir antes de que se fuese.

Era muy buena estudiante y había conseguido en su país una beca por tres años, después, dependiendo de la cuantía de la nueva beca y si conseguía renovarla o no, debería elegir un país donde sus posibilidades económicas se lo permitieran. Se tuvo que ir después de tres años a Méjico, subieron la media para conceder este tipo de beca y se quedo solo a unas décimas.

La lista, la comenzamos con el día uno de enero- fiesta
Reyes magos- fiesta
28 febrero mi Comunidad Autónoma, mi fiesta principal y la más esperada por mí.
Semana Santa, Feria de Sevilla etc.

A cada avance en la lista, nos reíamos más y más.

¡Es imposible tantas fiestas! Y reía, ¿seguro que en esos días no se trabaja, ni hay Facultad? me preguntaba cada vez que yo apuntaba una.
¡Me gusta este país! decía a cada momento, ¡me gusta! Alguna vez viviré aquí definitivamente, reía más y lo volvía a decir.

Cuando acabamos con nuestra, casi interminable lista, le dije: ahora a empezar por los pueblos de los alrededores y después por las fiestas Autonómicas. ¿Hay más? Me comentaba asombrada.

¡Muchas más! Contestaba yo.

Fuimos buscando, Comunidad por Comunidad. Todas a la lista. Eran tantas, que preguntaba ¿tú crees que en tres años, nos dé tiempo de estar en todas?, ¡claro que sí! –le decía-  tampoco se trata de pasar las fiesta enteras. Vamos estamos en ellas, nos divertimos, hacemos fotos, compramos algún recuerdo y nos volvemos.

Nuestra lista era de un folio por las dos caras y otro solo por una, bueno y casi medio de la otra. Seguro que se nos escaparon muchas.

Se lo dijimos a nuestro grupo de amigos y entre los amigos de unos y los de otros éramos quince fiesteros con ganas de divertirse.

Comenzamos a hacer nuestro calendario de exámenes para ver los eventos que antes nos venían mejor. Eso sí, nunca una fiesta antes de una semana de algún examen importante, pero si al día siguiente o el mismo día después de haberlo hecho.

Y siempre que no le coincidiera a ella con algún partido de Voleibol. Formaba parte del equipo de la Facultad de Medicina, de ahí su beca. Se la habían dado en su país por este deporte.

Aun recuerdos sus saques ¡eran los mejores!

Poco a poco durante esos tres años, fuimos tachando fiestas que ya habíamos vivido. De aquella larga lista.
Como recuerdo, los quince fiesteros, siempre comprábamos un platito pequeño con algún grabado típico de ese lugar. Y como promesa, dijimos no deshacernos de ellos nunca. Tengo muchos.

Fue una gran ayuda para mi durante ese tiempo.

Dentro de dos semanas la recogeré en el aeropuerto. No veo la hora de volverme a reencontrar con mi hermana. Nos abrazaremos como siempre llorando y riéndonos a la vez y también hablando las dos a la vez yo intentando recordarle su español y ella hablándome en francés.

Ahora es una gran Otorrino.

Siempre me dice, ¡me gusta esta tierra! ¡Sabes cuándo te levantas, pero no a la hora que te acostarás!


A  Marie Mamy Célestine.




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