Cada día,
cada semana, cada mes de cada año, menos
los domingos y algunos sábados y después de salir de mi trabajo y haber estado
en mi casa y también después de haber cogido las cosas necesarias.
Me dirijo a
un lugar imprescindible para mí.
El trayecto
suelo hacerlo a pie. Me gusta. Un poco lejos quizá, pero me gusta y lo
disfruto.
Sola y sin
nadie que hable a mi lado, un tiempo para mi, únicamente para mi, para mis
pensamientos. Aunque a veces me molesten cuando intentan que los escuche,
porque también me hablan.
Es un
recorrido bonito, varias rotondas con maravillosas palmeras, avenidas, calles.
Hay árboles,
gentes, ruido…vida a mi alrededor y yo me siento parte de ese pequeño sistema.
Paso delante
de un colegio. Cuando puedo hacer esta ruta por la mañana, que solo suelen ser
los viernes. Los críos están en el recreo y el alboroto de los juegos
infantiles que escucho siempre me hace sonreír me gusta creer que son felices.
Por fin
llego a mi calle preferida, solo tiene unos doscientos metros.
Está entre
dos institutos, de forma que las clases que dan a esa parte, unos ven la tapia
de uno de los institutos y el otro ve la contraria.
Lo primero
que leo es ¡hola princesa!, ¿cómo estas hoy? Mentalmente y aunque sé que no es
a mi. Imagino que todas las mujeres que pasamos por ahí, decimos: ¡bien!, ¿y tú?
Sigo
caminando y a cada tramo, solo hay palabras bonitas a la chica que la llaman “Princesa”.
Las paredes
de las tapias, como todas las paredes de los institutos , están llenas de
grafitis. Pero esa tapia es especial, en el momento que alguien hace alguno,
donde pone algo de la “princesa”, al día siguiente está tapado y vuelve a
reaparecer una frase más bonita aun que la anterior.
Me llena de emoción
ir leyendo estas palabras noto que hay mucho amor en ellas y que la chica debe
ser realmente afortunada.
Mientras
ando llego a la conclusión, que seguro, es un alumno del otro instituto y sabe
que ella desde su clase lo leerá cada vez que mire por la ventana.
Cuando voy
llegando al final de la calle sigo leyendo: “espero que tengas un buen día
princesa” y al llegar al final, pone: “adiós”.
Eso me
llamaba realmente la atención, un simple “adiós”, sin más. Pero hace unas
semanas quise fijarme realmente como se llamaba la calle, no encontré el
nombre, pero al mirar a la tapia contraria, justamente enfrente de donde ponía
“adiós”. Volvía a poner “hola princesa ya estás aquí”.
Nunca sabré,
ni nunca conoceré al poeta de tan bellas frases, pero la idea es fantástica. Me
imagino que es de alguien que en su corazón solo tiene a su “princesa” amada.
Pero hay días
que me entra duda y me pregunto ¿tendrá solo una princesa? O quizá ¿llame
princesa a todas las chicas y ese mensaje sea para todas las mujeres que pasan?
De todas
formas, creo que una de esas chicas cuando lo lea, sabrá que es por ella.
Solo doblo
la esquina y llego a mi destino. Cuando salga lo volveré a leer y lo más seguro
es que llegue a otra conclusión.
Como al
final me quedo sin saber siempre el nombre de la calle. He optado por llamarla
“Calle de la Princesa” me gusta.
Ya no me importa
su nombre real.
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