Voy de
camino hacia mi trabajo, pero esta vez no en un transporte público, voy en mi
coche.
He tenido
problemas con el correo y unas cosas que tenía que pasar no las
ha admitido, así que voy con mi ordenador y he decidido que lo mejor por una
vez es el coche.
Tráfico,
atasco en el Puente del V Centenario, hora punta, total parados, como siempre.
Comienzo a
pensar, en uno de esos parones, en lo que haré después de salir.
Mis tías y
mi madre vendrán a comer a mi casa, pero como voy en coche y he decidido ser yo
la que vaya a su casa.
En un atasco
circulatorio indefinido, pongo el "manos libres" y hablo con mi madre: mama, soy
Clara. He pensado pasarme por tu casa. Comemos las cuatro y tomamos café. Creo
que es mejor y así no os desplazáis ustedes.
La idea le
parece estupenda, así que quedamos en eso.
A partir
de las cinco tenia cosas que hacer y me pareció mas lógico, ir yo y despedirme
a la hora que necesitaba, que no venir ellas y decirles que me tenía que ir.
La más
interesada era mi tía Clara. Desde la semana pasada me ha llamado no sé,
cuantas veces. Siempre me pregunta lo mismo: ¿estás bien?- claro que si,
estupendamente ¿y tú? . Siempre me responde lo mismo –si tu estas bien yo también.
Es mi
debilidad.
Es una persona mayor pero con un espíritu que ya lo quisieran muchas
personas, mucho mas jóvenes que ella.
Siempre de buen humor, inventando, con una mente ágil y vivaz.
Por lo vivaz
de su mente, a veces he pasado verdaderos apuros sintiendo que se adentraba
demasiado en mis pensamientos.
Mi tía,
cuando te mira con sus ojos azules. No te ve. No te observa. No se fija en ti.
Mi tía te estudia. Pero te estudia de una manera profunda y concienzuda.
Siempre he
pensado que en una vida anterior debió ser una especie de Aghata Christie,
porque mi tía cuando estamos hablando, ella misma va sacando sus propias
conclusiones, sean factibles o no y una vez que llega a una conclusión
determinada sobre cualquier asunto, comienza su propia investigación de la cuál
tu eres el sujeto, de su máximo interés.
Suele
comenzar con frases como: ¿estás muy bien?… siempre estas sonriendo… y
comienza a lanzar el sedal… ¿Tu sabes
que si tienes problemas puedes contar conmigo?…no quiero verte agobiada.
Al llegar a
esta frase, por supuesto que te sientes agobiada y además incrédula de lo que
oyen tus oídos. Me hace reflexionar diciéndome a mí misma. ¿Pero si ya no soy
aquella niña? Pienso y decido por mí misma.
Cuando era adolecente
casi le temía mas que a mi propia madre. Ella lo sabía todo antes de que
ocurriera. Sacaba tantas posibles
conclusiones que alguna tenía que acertar y por supuesto acertaba siempre.
Vive cerca
de la casa de mis padres y siempre pasaba por su casa para saludarla a la
vuelta del instituto. Venia hacia mí diciéndome : ¿qué has hecho hoy? Y me
echaba a temblar. Aunque lo único que a mi edad hacia era ir al instituto,
estudiar y hablar cuatro tonterías de chicos con mis amigas.
Pues bien
esta mujer mezcla de Sherlock Holmes y Hercules Poirot, hacia que temblase,
repasando mentalmente cada movimiento que había dado desde que me levantaba y
llegando yo a mi propia conclusión, de que no había hecho nada significativo y
digno de mención durante el día.
Cuando decía:
Nada. La siguiente pregunta era ¿seguro?, me dejaba en duda, yo no recordaba
nada fuera de lo común. A mi segunda aseveración parecía que daba por zanjado
el tema. Pero cogía otro enseguida. Claro que para el siguiente tema, ya me había
ido bastante ligera después de darle un beso.
Como mi
hermano salía mas tarde que yo, pues decidía que le tocase a él. Total yo
siempre pensaba lo mismo como era mayor, seria mas difícil que le pudiese
sacar algún secreto.
Todo en ella
es amor y compresión. Salvo este pequeño defecto que yo he a prendido a
respetar, tolerar e incluso a querer en ella.
Lo mejor y
lo peor mi tía Clara son sus ojos.
Cuando te
mira con cariño, casi puedes ver su alma a través de ellos. Pero cuando te mira
con ojos de “suero de la verdad” os aseguro que el ser mas aguerrido que pudiese
existir encima de la tierra se echaría a dudar de sus propios hechos.
Pues, a las
cuatro menos diez de la tarde, controlando la hora por mi reloj, mientras tomábamos
café. Me ha mirado varias veces con su mirada de “suero de la verdad”.
Pero ya no
me asusta.
Me divierte
ver como intenta averiguar algo sin apenas preguntar. Y me produce una increíble ternura
saber que todavía se preocupa por que yo sea feliz.
Terminé
pronto el café. La vi con ganas de sentarse a mi lado y cogerme las manos y ahí
sí que hubiese descubierto, hasta el más mínimo engaño que le hubiese podido decir en mi
adolescencia.
Siempre he
pensado que ha sido una mujer desaprovechada por la C.I.A.
Pero siempre
será mi tía preferida.
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