A mí desde
siempre y sintiéndolo mucho por todas aquellas personas que viven la semana
santa, lo que realmente me gusta es la feria. Me gusta divertirme, reírme,
reunirme y bailar. Lo que más, de lo que más es bailar.
Ya no solo sevillanas
sino cualquier tipo de música, es oírla y parecen que mis piernas y mis brazos
actúan con independencia de mi cerebro y mi sentido común. Primero lo hacen con
precaución, como para que yo no me dé cuenta de que van a empezar a actuar,
después se disparan y mi cuerpo los acompaña.
Esto aunque
parezca raro, es sin que mi cabeza de su consentimiento. Por eso me gusta la
feria, allí bailo todo lo que ponen, sea lo que sea.
En mi casa
cuando estoy sola, suelo poner la música alta. Siempre he creído que mi vecina
Carmen padecía una leve sordera y no le molestaba, pero al cabo de los años he
dejado de creerlo para manifestarlo abiertamente.
Cuando hay
gente en mi casa, me paseo de un lado a otro con el mp4 en un bolsillo y los
inmensos cascos puestos. A veces, si esto lo hago estando sola, no oigo ni teléfono,
ni timbre, ni nada de nada. De forma que cuando me dicen… ¡llamé, pero no había
nadie! Siempre contesto: ¡sería cuando estaba en la azotea!
Pero
volviendo a la semana santa. Lo que más me gusta estos días es caminar…
largas caminatas.
Siempre me digo ¡donde los pies me lleven!, claro recordando
que esos mismos pies son los que me tienen que traer de vuelta, porque esto más
de una vez lo he olvidado.
De mi casa
al paseo que suelo coger habrá unos trescientos metros, camino corto, pero que
en estas fechas está lleno de gentes, todo el mundo está en la calle.
Hay que
tener cuidado, por ejemplo: si te vas encontrando gente conocida todos te harán
la misma pregunta ¿has visto salir, a tal o cuál hermandad? Da igual lo que
contestes: sí o no, es lo mismo.
Te contaran
el recorrido desde la iglesia de salida, a la “Campana”, los movimientos de los
costaleros, las cosas que le decían al “paso”, lo bonita que es la Virgen, los
niños tan graciosos que iban con sus padres, también vestidos de nazarenos, los
conocidos que hacían años que no veían y habían tenido la suerte encontrarse,
todo, todo.
Una forma de
acabar la conversación para mi es preguntar: ¿ qué banda acompañaba al "paso"?, la mayoría no lo saben y
dan el tema por zanjado, se despiden de ti, no sin antes recomendarte la
“salida” que no te debes perder. Como si tu vivieses en otra ciudad o fueses
extranjera.
A mí lo que
me gusta oír son las bandas, será por lo que me gusta la música. Por eso hago
esa pregunta.
Algo
imprescindible para mí estos días de caminata, además del vestuario apropiado
para ello, es: pelo recogido, gafas oscuras, una gorra con bastante visera y un
reloj también grande.
Sales de tu
casa casi camuflada y cuando ves a alguien, que sabes lo que te va a contar
miras el reloj por si te ha visto y te reconoce, pero lo miras varias veces, de
forma que casi cuando estés a su altura, te vea mirarlo.
Dices: adiós,
¡uf, casi no llego!, aligerando el paso. Y ellos siempre contestan lo mismo: adiós,
¡siempre vas corriendo a todas partes!, a ver si un día quedamos. ¡Claro!
Respondo y sigo mi recorrido.
La verdad es
que este método da bastantes buenos resultados.
Y pienso: ¡uno
esquivado!
Muchas veces
me he preguntado: ¿ por qué no será antes la “feria” y después la “semana santa”?
Lo lógico es divertirte primero y si te has divertido demasiado, arrepentirte después.
Pero casi nadie está de acuerdo conmigo y empiezan a hablarme del calendario
romano, de la Cuaresma y hasta de los equinoccios de primavera, donde ya me
pierdo por completo; así que decidí hace mucho tiempo omitir esta pregunta, lo
acepto como es y punto.
El lunes por
la tarde voy con una amiga a ver los trajes de “gitanas”, este año lo
llevaremos de lunares de “galleta”. Hace varios años que decimos lo mismo, pero
me parecían muy atrevidos, hasta hace poco. Así que la convencí.
Los trajes
de lunares de “galleta” son aquellos cuyos lunares son del tamaño de una
galleta que lleva el nombre de la madre de Dios. Pero de las hojaldradas que
son más grandes.
A mi estas
galletas no me gusta, bueno estas ni ningunas.
Afirmo
abiertamente y sin ningún tipo de pudor que no me gustan las galletas. Las aborrecí
desde la primera vez que recuerdo haberlas probado.
Pero con
estas precisamente, de pequeña, cuando tu madre piensa que estas en edad de comer galletas,
que nunca he sabido qué edad es… por otro lado. Y es que, una cosa te gusta o
no te gusta y a mí nunca me han gustado.
Con este tipo de galletas me ocurrió una cosa que a mi edad me sorprendió.
Se me calló
una en un vaso de leche y como no me gustaba, la deje que se hinchara, se
hinchó al principio por el centro, después empezó por el alrededor de forma que
abarcó todo el vaso y necesitando más espacio aun, comenzaron a elevarse los
bordes, casi por encima del nivel del líquido.
Este
descubrimiento me hizo pensar, que si hacia esto en un vaso de leche, en mi
estómago que lógicamente tenía más capacidad, ¿qué ocurriría?
Desde ese
momento deje de tomar galletas, además de no gustarme su sabor, tampoco me
gustaba la manera de expandirse. Llegué a deducir que si en vez de un vaso
hubiese sido una ensaladera o una pecera también hubiese llegado hasta sus paredes.
Pues bien,
volviendo a mi traje de gitana, el color ya lo tengo decidido, nunca he tenido
un traje del color que he pensado y este será el primero.
El único
adorno del traje son las dos docenas de lunares de su tela, claro más los “avíos”
propios para tal evento: matoncillos, peinetas, pulseras, pendientes, flores, etc.
Y todo lo que te quieras poner encima, que al cabo de una hora bailando te
sobra y te molesta.
Mi amiga también
es muy discreta en los adornos. El lunes vamos a elegir y el martes por
la tarde si podemos a recogerlo todo. Todavía nos queda tiempo para los
preparativos.
Yo opto por
llevar en el pelo una sola flor natural.
Me gusta
cada día ir a comprar una.
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