¡Uf! Otro
día. Lunes y tengo cuerpo de viernes. Si por mi fuera me quedaba en la cama,
pero imposible, como todos los trabajadores al “curro”.
Todos los
domingos digo lo mismo, hoy me acuesto antes, pero no hay maneras, entre lo que
me entretengo, lo que divago y lo que pienso me dan las tantas y aunque me
acueste no hay forma de dormir.
Bueno, ya
estoy en pie. Saludemos al día a ver que tal empieza y como termina. Espero que
termine bien como todos. El comienzo se irá desarrollando según las horas, que deseo, no se duerman para que no se me haga más largo.
Me preparo
mi primer café, algo fuerte. Ya hasta las 10,30 no tomaré otro en mi trabajo,
sola como todos los días desde hace mucho, en la sala de descanso.
Abro el
frigorífico y me asombro, este cacharro esta casi vacío –pienso.
Bueno
mientras tomo el café iré haciendo una lista para después del trabajo y con la
ayuda de alguien de mi familia iré a por víveres.
Comienzo mi
lista con ímpetu, sin acobardarme, con arrojo y valor. Por lo larga que iba a
ser.
Cuando llevo
algo así como diez artículos, y con la puerta del frigorífico abierta, mirando
su interior – me digo – ¡esto va a ser largo y no tengo tanto tiempo! Así que
como siempre, concluyo la lista poniendo “de todo”. Vamos de todo lo que
consumimos en mi casa.
Notando lo
tarde que era para mí, hablo con uno de mis hijos y quedamos en comer juntos a
las tres cuando yo salga y nos iremos a comprar. Todo previsto.
A mí no me
gusta ir a comprar sola, me abruma, me estresa, tantas calles, tanto de todo
junto, tanta gente….
Y como por las reglas del marketing de las grandes
superficies cada dos por tres te lo cambian todo de sitio, pues me canso, me
aburro y me vengo con la mitad de lo que iba a comprar.
De todas
formas, me pasaría el mayor tiempo en la pescadería y comprando frutas, me
gustan todas y las ponen tan bien
colocadas y tan bonitas…
A veces he
sentido la necesidad de hacer alguna foto, pero seguramente el comercio no estaría
de acuerdo con mi sentido artístico y podrían llamarme la atención. Así que
siempre me he abstenido.
Una vez
comprando fruta. Pero solo una vez, ¡eh!
Como tu las
eliges y las pesas, vi una pirámide de manzanas. Mi fruta favorita. Era tan
bonita que la estuve observando un rato, desde distintos ángulos. Me iba y volvía,
era una pirámide colosal.
Yo, que
pienso lo impensable –dije- las de abajo estarán muy maduras porque, ¿no creo
yo que todos los días hagan esta piña?.
Rápidamente
quité de mi mente el pensamiento que había tenido. Que era coger una que
estuviese cerca de la base, para comprobar si mi teoría de la maduración era
cierta.
Anulé ese
pensamiento y continué viendo otras frutas. Pero por mucho que yo lo anulara seguía
en mi interior.
Volví a
acercarme más decidida. Solo a observarlas desde cerca y vi una que me llamó la
atención.
Las motitas
que tenia eran distintas a las demás, o al menos a mi me lo parecían.
Era la misma
clase de manzana las pink lady. Mis favoritas. Pero esa ¿no sé porqué?. Como
muchas cosas en nuestra vida. Había hecho que me fijara en ella de forma
especial.
Sutílmente
alargué la mano, casi sin darme cuenta y la cogí. Creo que fue un movimiento
involuntario, puesto que, mi voluntad me decía que no lo hiciese. Por lo tanto
era involuntario.
No ocurrió
nada, la piña no se cayó. Así que proseguí con la compra de frutas.
Me alejé del
lugar, no por temor a una reacción tardía de la pirámide, sino porque había
concluido con las manzanas.
A los diez
segundo y estando yo mirando otras frutas, oigo un ruido extraño y fuerte, como
de rodar cosas y unas voces que decían ¿cómo se han podido caer?, ¿es
imposible?, estaban equilibradas.
Me volví, ya
con algo de temor y vi como la gran pirámide se había desplomado y dos
empleados. Donde nunca los hay. Estaban apoyados contra la batea que contenían
las manzanas, para que no cayesen más, a la vez que uno pedía ayuda por un
intercomunicador a otro departamento.
Miraba y me parecía imposible que yo hubiese ocasionado aquello. Me decía -¿solo por coger una
manzana?, ¿no puede ser?, si he oído decir que estaban equilibradas.
Uno de los
empleados me miró y al mirarme adivinó, que yo había adivinado lo que pensaba.
Creo que lo
supo todo con esa mirada. No hicieron falta dos.
Cogí la
bolsa de plástico de las manzanas y las deje donde estaban las patatas.
Abandoné la compra y el carro en el comercio y me fui.
Al volver a
mi casa entré en una frutería y compré las mismas.
Pero, me las
despacharon.
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