martes, 23 de abril de 2013

CAMBIO DE TEMPORADA



Hoy por fin he decidido poner la casa de “primavera”, ya va haciendo calor y como la mayoría de la gentes hacen en sus casas, cambiamos las ropas de invierno, no por las de primavera que sería lo más lógico sino por las de verano directamente. El cambio climatico creo que ha suprimido la primavera como tal.

Pensaba esto cuando iba hacia mi trabajo.

Todo estaba pensado, lo haría por la tarde cuando llegase a casa.
No tendría problema, cada cosa iría en su sitio igual que el año pasado. Pero recordando algo… creo que el año pasado, ¿ no cabían...o si?

Cuando saco las cosas de invierno, veo los roperos y los sitios casi vacios, ya que las de verano ocupan menos espacio y siempre digo: “hay que ver la de sitio que tengo para guardar” y me alegro. Todos los años lo mismo. Pero cuando el cambio es al revés, me pregunto: ¿pero donde tenía yo esto puesto… si cabía antes?

Este año me ha pasado lo mismo, mantas, colchas, edredones, chaquetas, pantalones de pana y todo lo que abulta, no entraban en ningún armario.
Mi casa que no es pequeña, por lógica debería tener más espacio pero no es así. Creo que las cosas crecen o las paredes con el tiempo se van acercando unas a otras como si por un motivo desconocido para mí, se echasen de menos o se extrañasen. 

Ya me empiezo a desesperar… voy con la escalera de un cuarto a otro, como si transportase una grúa y una vez que llego a la habitación elegida voy trayendo las bolsas poco a poco para intentar encajarlas en los huecos. Pero no hay manera.

Por Dios, ¿dónde estaba esto antes?, siempre digo: ¡pero si es imposible!, ¡si antes cabía! Cuando llego a ese punto, ya no me importa que estén bien colocadas o no, lo que quiero es que entren aunque sea a empujones y es lo que intento empujarlas, pero es imposible…no caben y no caben.
De nuevo traslado la escalera que pesa un quintal, porque cuando la compré quería que fuese: fuerte, resistente, segura y alta. 

Los techos son altos, pero la verdad es que nunca he conseguido subir a los tres últimos escalones, porque el techo me choca en la cabeza, bueno una vez logré con mucho trabajo llegar al antepenúltimo y solo por una apuesta que hice conmigo misma…”ese escalón lo tenía que estrenar como fuera” era cuestión de amor propio. Tuve que doblar mucho el cuello porque el techo me impedía estar erguida, pero lo conseguí.

Creo que me pasé en la compra, era excesivamente robusta para una casa, es tan fuerte como si alguno fuésemos a estar todo el día subido en ella.

La adquirí en una tienda de estas donde te venden todo por separado. Es increíble la tienda… tienen de todo. Las maderitas por un lado, los tornillitos del mismo mueble por otro, las puertecitas, sus cajones, los tiradores de los cajoncitos por otro, los taponcitos para tapar las cabezas de los tornillos y que por cierto nunca encajan y acabas diciendo: “bueno sin los taponcitos, tampoco está mal”.

Una vez casi logré “yo sola” montar una especie de estantería que iba a quedar monísima en mi despachito. Mi fallo fue que la quería con dos cajones y fue imposible conseguir armarla. Esa también está en la cochera pero en uno de los largueros están pegadas con cinta adhesiva las bolsitas con sus tornillitos y las instrucciones de montaje con los numeritos, por si alguien de mi casa, decide alguna vez hacer un puzle complicado.

A esas tiendas vas a las 10 de la mañana, tempranito para no tardar mucho, a por un roperito o una mesa auxiliar y sales a las 10 de la noche con un montón de tablas y de paquetitos de tornillos, eso sí..¡eh! Todo muy bien envasado. Es como si el tiempo se paralizase y pasásemos a una dimensión desconocida donde éste y el espacio son un único punto fijo y estático.

Si os fijáis en los grandes comercios no hay relojes, “ellos” no quieren que sepamos el tiempo real que estamos dentro, es como una conspiración entre los artículos que hay que vender y los propietarios de las grandes cadenas. Cuando hay relojes,¡ atentos!, nunca están en su hora. Es una maravilla lo mismo tienen unos las 7, otros las 11 o la hora que sea. Juegan a la “ley del despiste”.

Al llegar a tu casa  empiezas a sacar piezas, esas que veías tan claramente donde iban encajadas en el comercio y sabías donde tenía que ir cada una y lo realmente espectacular que iba a quedar montado.
A medidas que vas sacando cosas, te vas preguntando: ¿este trozo de dónde será? 

Pues ahí compre la escalera, pero ya venía montada, es decir de una sola pieza, quizá sean de las pocas cosa que venden enteras. Digo yo que será por seguridad.

Yo tengo un vecino que una vez montó un ropero de estos  ¡¡ solo!!  Se supo por los alrededores, por eso me entere.

Ya me he cansado de ir con la escalera y las bolsas de un lugar a otro.

Lo dejo todo en una habitación, se acabó. Llevo más de tres horas de un lado para otro y lo que quería cuando llegué a mi casa era tomarme un café.
 
Son las siete y media de la tarde y aún es de día. Me preparo el café, me voy a la azotea y me siento en el suelo, siempre me siento en el suelo cuando tomo café allí, me gusta.

Me quedo fija viendo las pinzas de la ropa que han quedado en uno de los tendederos y pienso: ¡parecen pájaros mirándome! Miro al cielo y lo veo todavía tan azul que me da pereza tener que volver a entrar en la casa, me gustaría parar ese instante todo el tiempo que yo quisiese, pero sé que es imposible, solo puedo estar un rato. 

Apuro la taza y me despido de esos pájaros imaginarios, sin saber donde volaran cuando cierre la puerta. Quizá, solo quizá lleguen en unos segundo a Méjico y saluden igual que a mí, a mis amigos de allí.

Al entrar creí que ya no eran horas de seguir, lo dejé todo como estaba.
 
Salí al patio y al verme mi perro me dijo mirándome que saliéramos y lo hicimos.






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