Llego tarde.
Quiero tomar el autobús anterior al mío, mi compañero de trabajo necesita salir
antes y prometí que estaría allí a las seis, son menos veinte, así que hay que
correr como todos los días, pero hoy más.
Después de
estar en la parada casi cinco minutos, empiezo a dudar si lo mejor hubiese sido
el coche. Ya estoy en ese punto, en el que no me da tiempo ir hasta mi casa a
por él y el transporte público no
llega…¡taxi! , ¡taxi! He tenido suerte a esta hora pasan muchos con sus
lucecitas verdes encendidas, como llamándote con el mensaje: “soy más rápido
que tus propios pies”.
Saldré a las
tres que como siempre serán cerca de las cuatro y después iré a casa de un
familiar. Han hecho una paella de verduras en mi honor, pero también me tienen
preparado un trabajillo.
Han
reformado una vieja casa de aquí cerca, en el casco antiguo de mi ciudad y la
han puesto muy bonita. Todo el que entra dice que “rara” es esta casa… pero yo
creo que es realmente preciosa, es distinta, está llena de ilusiones y deseos
como ellos querían que fuera. Por ejemplo: la cocina es como un laboratorio
antiguo, es exactamente igual a un laboratorio. No sé como se podrá cocinar
allí porque a mí me parece de atrezo, pero debe ser increíble prepararte una
tostada con aceite por la mañana, en un laboratorio del siglo IXX.
Los techos
van todos decorados, son muy altos, en fin es preciosa…para mi gusto y
conociéndolos a ellos se que será una casa donde podrán seguir soñando y eso es
lo que les deseo.
El caso es
que yo pinto pero el artista de la pintura en mi familia era mi padre, además
de mi profesión, insistió tanto en que yo tuviese otra preparación que accedí a
su petición, el sabía como convencerme siempre, me ponía el lado positivo de
las cosas, pero se lo agradezco me enseñó a ver todo lo positivo que hay
incluso en lo negativo. Me decía: “algún día cuando yo no esté me lo
agradecerás”.
Se lo
agradecí en vida, nunca esperé a nada para cuando no estuviese, sabía que
entonces sería demasiado tarde, todo lo que ha querido que aprendiese me ha
servido para saber y para crecer en mí.
Ellos, estos
familiares, en la reforma han dejado las bañeras antiguas, dicen que tenían, no
sé qué…cuantos años. Y ahora la quieren decorar, como una que vieron en
internet. El cuarto de baño principal que es del que se trata, es como un
planetario en colores, al verlo me recordó a uno que tuve un tiempo colgado en
mi muro de facebook y que realmente era espectacular.
Me dijeron
la idea que tenían y acepte a ayudarlos. Tomé las medidas de la bañera, hice
los bocetos y estuvieron de acuerdo, les dije el tipo de pintura que necesitaba
pero solo colores primarios, me gusta forma la gama a mí. Hoy me esperan para un
primer contacto formal con la bañera.
Recuerdo mis
primeras clases de pintura, ese olor característico de aquel inmenso estudio
con su luz cegadora, sus bustos de romanos y las grandes figuras griegas con
esas increíbles y dificilísimas túnicas para sacarles todos los pliegues con el
carboncillo o el grueso grafito.
Yo de vez en
cuando daba algunos trazos con sanguina roja o algo más oscura e intentaba
disimularla con carboncillo, pero rápidamente estaba don Clemente a mi lado
dando un tirón de mi gran hoja de papel, que a veces hacia que hasta se
tambalease el caballete y me decía: “¡disciplina,
que aun no somos artistas, solo copiar no crear!”
Creía que este hombre solo tenía
ojos, con una simple mirada podía llevar todos los bocetos de los diecisiete
alumnos que éramos y nos iba diciendo los defectos de un dibujo cuando ya
estaba con el compañero siguiente.
Dejábamos
las batas colgadas en las cabezas de los caballetes y las paletas apoyadas en
el escalón del mismo, ese estudio solo era para los novatos como nos decían los
de otros cursos.
Las paletas siempre limpias pero con rastros de haberlas usado
y el olor a “aguarrás” característico de todos estos estudios.
Por aquella época,
era de primer curso, usábamos poco… muy poco el oleo, pero cuando tocaba era
una fiesta. Significaba dejar de lado por un momento el carboncillo y el
grafito, para mí era como soñar que era una gran pintora, cuando sabía que la
verdadera profesión a la que me dedicaría, poco tiempo me iba a dejar para ello
pero soñar es gratis y lo gratis es lo mejor porque no es dado sin condición
alguna. Así que nadie en el mundo podía impedir que yo fuese, Picasso, Gauguin,
Monet, Dalí, Modigliani, Cezanne o yo misma creando la mayor obra de arte de la
historia.
Con Leonardo jamás tuve el valor de pensar en compararme.
Me gustaba
llenarme las manos de carboncillo, no lo liaba en papel de aluminio, don Clemente
al principio me recriminaba, pero con el tiempo comprendió, que me gustaba
notar el tacto de este lápiz de carbón y cuando se acercaba me miraba a los
ojos , después a las manos y solo me decía: “señorita, los pliegues de esa
túnica más pronunciados, más profundidad…más profundidad” o “más luz…más luz, póngale
luz”. Me quedaba abstraída mirando mi boceto y pensaba: ¡creo que don Clemente
todo lo ve en "blanco y negro" no se da cuenta que la vida de las cosas está
llena de matices!
Para mí este
profesor no sabía leer entrelineas.
Cuando
acabaron los cursos, sabiendo mi gran pasión por Leonardo da Vinci, me regaló
un dibujo hecho por él y dedicado a mí de “El Hombre de Vitruvio”. Lo tengo en
un lugar destacado de mi despachito y en un lugar importante de mi corazón, él
es una gran persona, pero también tardo en hacerse “algo” conocido en el mundo
de la pintura.
Las clases
de oleo y acrílico, solían ser los lunes a las siete de la tarde. Yo tenía un
truco… mi bata nunca estaba totalmente blanca e impecable como la de mis
compañeros, la mía tenia pequeñas pinceladas disimuladas al principio y muy destacadas
con el tiempo, que yo daba todos los lunes y como hasta el viernes no la
llevaba a mi casa para lavar, ese oleo se secaba y ya no se quitaba la señal,
era una bata personalizada, en mi caballete hacia lo mismo, pero más disimulado
porque no era de mi propiedad, pertenecían al centro.
Recuerdo
aquella época como un tiempo de mucho trabajo. Por la mañana, en un sitio y por
la tarde en otro, pero eran dos ambientes tan distintos, que no me importaría
volver a aquella época.
En la mañana
todo era ciencia y lógica; pero por la tarde era mi mundo bohemio. Hice muy
buenas amistades en aquella época y
algunas los conservo, claro que ninguno nos hemos dedicado a la pintura. Hay
que ser muy bueno para ello y cada uno tenemos un trabajo distinto, pero a
veces pintamos y nos mandamos fotos por correo de nuestras “obras de arte”. Yo
casi no pinto ya, me falta tiempo, pero en verano hago mis “pinitos” y suelo regalar lo que hago.
Tengo llena
mi casa de cuadros creados por mi padre, son todos originales menos una copia del
“Guernica “y un cuadro determinado que tengo en un lugar de mi casa, los adecuó
a un tamaño que le pedí y los dedicó a alguien muy especial, pero los tengo yo,
de momento…
No comprendo
como era capaz de llevar tanta actividad durante aquel tiempo, ahora visto
desde la madurez ,sé que me impulsaba la ilusión, la impaciencia y la
curiosidad. Recuerdo mi juventud estudiando siempre y preguntándome el
¿porqué?, de todo.
Cuando me
quejo, digo que me he perdido muchas cosas, pero no dejo de reconocer que he
vivido otras muchas que me han hecho feliz y sentirme realizada. Las cosas que
me perdí, siguen estando ahí, pero aquella época no volverá nunca.
Aun conservo
mi bata, durante esos pocos años la fui llenando de pinceladas poco a poco, muy
despacio, lunes a lunes y como lo hice tan lentamente puedo incluso recordar lo
que hacía o lo que pintaba cuando hice alguna de ellas.
Mis
compañeros cuando acabaron los cursos, tomaron varios tubos de oleos y de acrílicos
y las hicieron todas a la vez, pero esos trazos no tienen historia, solo tendrán
el recuerdo del momento justo, de ese único instante.
Yo en
algunas de las mías puedo llegar a recordar como soñaba con lo que sería la
vida para mí.
Cualquier
“vida soñada” es mejor que… la que “la realidad” nos acaba ofreciendo en el
futuro.
Pero solo porque es soñada y no realizada, si no tampoco nos gustaría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario