Siempre
cuando llega esta época, compadezco a los estudiantes, quizá porque yo lo fui,
y a veces siento como si lo siguiera siendo, durante muchos años.
Cuando llega
la primavera, el calor, las ganas de dejar de pensar en los estudios, la apatía
y todo lo que conlleva es una verdadera cuesta arriba seguir, continuar, hacer
lo que hay que hacer.
Siempre me
acuerdo por esta época de Don Mario.
Don Mario
era un profesor que yo tenía que nos daba Matemáticas 2 y Física 2. Creo que es
el hombre que por aquella época yo consideraba más inteligente del mundo.
Las clases
empezaban a las tres y media de la tarde, ¡que ya me dirán! En Sevilla, en
primavera, con calor, quince alumnos en una clase y Don Mario.
Este
profesor era algo peculiar, fumaba en pipa. Después de mi abuelo, era la
primera persona que conocía que fumase en pipa. En las clases tenían prohibido
fumar, pero él nos decía: como somos pocos, ¿os importa si cerramos la puerta y
me preparo una pipa? ¡como le íbamos a decir que no, si era el que nos
examinaba! Él, procedía a cerrar la puerta y a preparar su pipa. Nunca espero
respuesta de nosotros.
Seguramente yo hubiese sido una de los pocos que le
hubiese dicho que no, así que cuando él preguntaba esto yo seguía pasando mi
bolígrafo a lo largo del cuaderno, viendo como se hacían unas especies de
olitas cuando el boli pasaba por entre los muelles del bloc, de arriba hacia
abajo.
Cuando Don
Mario decidía fumar una pipa, ya sabíamos que había repaso de “constantes” y “números
raros”. Su frase favorita, era: el próximo miércoles “examen sorpresa”. Nunca
supe porqué lo decía, para mí ya no era “sorpresa”. Si es “sorpresa” y lo
suspendes, piensas : ¡claro era a traición!, pero si te lo avisaban te indicaba
que tenías que estudiar “de lo lindo”, para que el suspenso no fuese una
sorpresa para ti.
Con la
palabra “examen sorpresa” venia lo siguiente: los rezagados que se pongan
delante.
Los
rezagados eran los de la segunda fila. Solo éramos dos filas. Así que hacíamos
una especie de coro dejando un pasillo en medio, para que Don Mario pudiese
pasar dando caminatas hasta el final de la gran clase, mientras fumaba su pipa.
Empezaba con
el conocidísimo nº “pi” π = 3,14151692… hasta dieciséis mil decimales decía que
tenia, durante una época temí que un día quisiera enumerárnoslos todos. Más
tarde me enteré por un casual de la vida que puede llegar hasta infinitos
decimales.
Siempre
empezaba con π pero si era el más
conocido de todos para nosotros, ¿porque siempre empezaba con ese?, después
venía el número de Euler decía que era uno de los números reales más
importantes, también llamada constante de Naiper quien introdujo el concepto de
logaritmo en el cálculo matemático y que además poseía dos formulaciones una
para matemáticas y otra para física.
Yo, ya por
aquí me iba perdiendo, entre el calor, el olor a tabaco de pipa que lo recuerdo
en mi cerebro aun, la puerta cerrada y la voz de mi compañero, diciéndome: ¡entérate
y después me lo explicas bien! Me entraba un sueño insoportable, no era sueño
era sopor.
Siempre
pensé que en realidad estas clases a Don Mario les daba igual, creo que lo
que el quería era poner a prueba nuestra resistencia mental. Ponía su voz mas
monótona y como una cancioncilla iba diciendo: numero “pi” 3,14151692…
Numero de
Euler 2,71828…
Numero de Avogadro
que aunque se usaba más en química también nos daba la información… por si
acaso 6,022045 x 10 elevado a 23.
Ahí ya era
mi final y le decía a mi compañero, creo que estos apuntes los vamos a tener
que pedir yo no me entero de nada, a lo que me contestaba: ¡tu copia!, ¡copia
todo lo que diga y después lo repasamos!
Cuando en mi
cabeza los números, las constantes y el
sueño hacían mella, dejaba de pensar en todo eso y me decía: ¿hay que ver lo
interesante que es Don Mario?, no lo pensaba por su interés físico, que para mí
a los 16 años no lo tenía, lo decía por el cerebro que debía tener ese hombre, ¿como
un ser por el simple hecho de llamarse humano, podía retener tantos numeritos y con decimales
incluidos?
Entonces
dejaba de copiar y comentaba a mi compañero : ¡ya no copio más, ahora te toca a
ti! Y dejaba que mi mano siguiera haciendo olitas con el boli en la página
siguiente, mientras me imaginaba un reloj de péndulo dejando pasar sus segundos
muy lentamente… ¡tic!, ¡tac!, ¡tic!, ¡tac!...
Entonces era
cuando me ponía a estudiar a Don Mario, alto, rubio, con ojos azules. Dicho así
puede parecer que era guapo, pero no, Don Mario no era guapo.
Tres características
no definen la belleza en sí, la belleza es un conjunto de cualidades que muy pocas
veces tiene relación con el aspecto físico.
Si es cierto
que era alto y con pequeños ojos azules siempre detrás de unas gafas oscuras. Creo
que fui la primera de los quince, en descubrir que tenía los ojos azules. Quizá
porque nadie se atrevía a mirarlo a los ojos, por temor a que le hiciese una
pregunta de algún tema de los que él decía teníamos que “saber al dedillo”.
Pero yo no le temía, sentía que detrás de toda esa sabiduría había una persona
y era una gran persona. Solo había que ver, la forma con la que miraba su reloj
de reojo y con gran sutileza para ver si quedaba mucho tiempo de clase. Seguro
que para él, era tan tedioso como para nosotros.
Cuando
empezaba, con la constante de Boltzman, Faraday, metiendo también a Planck, la
ley del desplazamiento de Wien, etc…
Los errores absolutos y relativos se
mezclaban en mi cabeza y dejaba de pensar, miraba a mi compañero de la
izquierda y al de la derecha y veía que no era la única.
Siempre nos
hablaba de usted, pero cuando en medio de una explicación decía, dirigiéndose a
alguien : ¿usted lo entiende?, todos mirábamos a ese “usted” rogando por Dios
que dijese que ¡sí!, si no era vuelta a empezar. Nunca dijo nadie que “no”.
Muchas veces
en las clases de mi primer curso de medicina me acordaba de él, en clases de Estadística
Medica. Cuando no entendía algo, me preguntaba: ¿cómo explicaría esto Don Mario?,
no me solucionaba nada porque seguía sin entenderlo, pero me acordaba de él.
Después de
mayor lo he vuelto a ver muchas veces y sí, se confirmaron mis sospechas, era
una gran persona.
Recordando
una vez esas clases me dijo: eran las clases más aburridas del mundo, pero quería
que comprendieseis que las matemáticas es un idioma, los números, las
estadísticas, las constantes nos rigen.
Ese idioma
nunca me ha servido para hablar con alguien, pero era su manera de pensar y lo
respeté siempre.
Él ya no está
aquí, hace algún tiempo que se fue.
A mi tanta
cantidad de datos no me han servido para mucho. Las constantes y las estadísticas
no son personas. El día a día es otra cosa.
Creo que su misión,
más que darnos clases de matemáticas o física era darnos clases de “paciencia”
y eso si que lo consiguió.
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