domingo, 16 de diciembre de 2012

CARTA A MI VECINA CARMEN

Querida vecina Carmen:

Me encanta que sea tan buena vecina y que se preocupe tanto por mi vida y por la de los míos. Pero permítame hacerle algunas reseñas.

 Cuando salgo a las 7,00 de la mañana usted siempre está limpiando su patio, cosa que me parece elogiable, comparado con el mío que está lleno de hojas de helechos, pero que a mí me gusta así, para que mi perro se sienta en libertad porque parece una selva y a mi me hace sentir mejor, dándole un poco de esa libertad que se robó cuando decidió ser adoptado por nosotros. Pero por favor, no me tenga todos los días 10 minutos hablándome de lo buenas que son sus sobrinas y de lo mucho que la quieren. No me las venda, no compro sobrinas ajenas porque tengo una propia y me basta, además mi hijo tiene novia, cosa que usted naturalmente no sabe, porque para usted los asuntos de mi familia y los míos  propios son –top secret-. También le diré que salgo y entro a la hora que me da la gana, he luchado mucho por mi independencia y la de los míos y no la voy a perder por usted.

Además ,cuando me pregunta que cocino que huele tan bien, añadiría que la mitad de los días no sé qué se va a comer en mi casa, porque hay una señora que se encarga de todas esas tareas para las que yo no sirvo y son tan difíciles para mi,  a la cuál  quiero como si fuera la hermana que no tengo y en la que si confío plenamente.

También me atrevo a comentarle que cuando estoy en mi azotea y usted por “casualidad” llega a la suya y me ve mirando al cielo, no estoy esperando hacer un estudio comparativo de las nubes, de las cuales solo sé que son o blancas, grises o negras sin saber que significan cada cual. Miro al cielo para relajarme, pensar (yo pienso),  buscar y encontrarle un parecido inmenso con el mar.

Como comprenderá esto no se lo puedo decir directamente, porque subiría muchos puestos  en su lista de vecinos raros, y creo que ya estoy suficientemente alta.

Al mismo tiempo, estaría dispuesta a renunciar a su bizcocho bisemanal si usted fuese capaz de devolverme mi palabra de amistad.

Sabe que me tiene para lo que desee Dña. Carmen, que la llevo al hospital a horas inesperadas, siempre porque no desea  molestar a sus encantadoras sobrinas que tanto la quieren. Pero por favor Carmen déjeme vivir a mi manera. A veces creo que la voy a ver aparecer en la intimidad de mi dormitorio.

Señora Carmen ahora se supone que le tendría que pedir disculpas y decir que siento lo que he escrito, pero no es así.    


Un saludo, Clara.

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