jueves, 27 de diciembre de 2012

LAVADORA NUEVA


Hace ya casi un año deje de utilizar mi coche, problemas de aparcamiento, tenía que dejarlo en el aparcamiento subterráneo de mi trabajo y después andar un buen trayecto hasta llegar a un ascensor. Cosa que no me agradaba sobre todo cuando era de noche. Así que con la determinación que me caracteriza, me dije un día: ¡ hasta aquí hemos llegado!.
Hecha esta aclaración, comprenderéis por lo que  tomo todos los días, mi transporte público.

Cuando salga a las tres, comeré algo ligero , me iré a unos grandes almacenes y compraré la lavadora. Me decía a mi misma durante el trayecto.
En mi casa la lavadora se había puesto en huelga y dijo que ya no trabajaba más.

Desde ese instante, y a lo largo de apenas tres horas,  fueron apareciendo lavados urgentes: vaqueros, camisas, ropa, ropa y más ropa.
Siempre he creído firmemente que las lavadoras del universo tienen un secreto inconfesable, además de detergentes, lejías, suavizantes y todos los productos que hay para el lavado, también se alimentan de calcetines. Por lo menos, las que yo he tenido sí.

Ejemplo:
 Pones un lavado con   “X”  calcetines, pues después salen   “X-1” ó   “X-2” ecuación simple de primer grado, ¿como ocurre? Ni idea,  pienso que según el apetito que la lavadora tuviese ese día.

Por eso en mi casa como en muchas , creo, habrá una bolsa con los calcetines que se han ido quedando huérfanos y no hay forma de emparejarlos con otros y que cuando estás harta de verlos al final los tiras, pero siempre pensando, ¿qué habrá sido del compañero?

Salí del trabajo, comí y fui a por la lavadora ideal.
Lo único que llevaba claro es que tenía que ser simple  de funcionamiento y con gran capacidad, ¡ah! Y blanca.

Hice un recorrido por todas las que había, que eran muchas. Al cabo de una media hora, se acercó un vendedor y me hizo la pregunta , que yo esperaba que me  hiciese solamente al entrar en la tienda ¿qué desea? Estaba claro, si miraba lavadoras no quería un frigorífico. Pero con toda amabilidad le dije: una lavadora de funcionamiento sencillo, gran capacidad y centrifugado potente. Lo solté todo de golpe para que viese que sabía lo que quería comprar.
Empezó a contarme las características de cada una, cuando llevaba seis, no recordaba los de la primera, así hasta diez. Viendo mi cara de  “no me entero de nada” decidió dejarme un tiempo sola para mi propia reflexión.

Las miraba una y otra vez. Me cansé y me fui al departamento de libros que es lo que me gusta. Rápidamente y sin titubear tome uno  “La hacedora de lentes” autor:  Titus Müller, lo compré y volví a las lavadoras algo más animada por mi nueva adquisición.
Otro recorrido por ellas y me dije - esta misma, seguro que lava.

Una vez instalada en mi casa, cosa que haciendo honor a la verdad, fue bastante rápido. Me dispuse a estudiar el libro de instrucciones, muchos gráficos, muchos dibujitos de lavadoras y tornillitos y todos los idiomas del mundo.
Cada vez que creía que tenía claro el funcionamiento de un programa de lavado, ponía en el librito, según modelo. Después de hacer varios recorridos hasta el lavadero, decidí con el librito en las manos, sentarme en un taburete alto delante de la lavadora, por un momento pensé que sería mejor preguntárselo a ella misma.



Descubrí dos programas, que no ponían según modelo y desde entonces son los que uso.

 Así pasé la mayor parte de un viernes por la tarde. Cuando fueron llegando los miembros de la familia, los invité a todos a que vieran la nueva adquisición y uno a uno me fue haciendo la misma pregunta ¿funciona? ¡yo que sé! Me decía para mí. Mañana sábado que no tengo nada importante que hacer me sentaré frente a ella y lo descubriré con su ayuda.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario