miércoles, 19 de diciembre de 2012

LA PELUQUERA DE SIEMPRE


Nuevo día. Perfecto para mí, frío y lluvioso. Nuevas energías por consumir.
A veces me pregunto cómo uso el transporte público, si lo que a mí me gusta es andar. Pero por nada del mundo, dejaría de lado, este estudio exhaustivo, que me he propuesto de las personas.
Mi objetivo era claro, me fijaría en los peinados de las chicas. Subí y fijé mi atención en una joven rubia de melena inmensa y bien tratada. De pronto pensé en mi cabello y discretamente en el espejo de mi teléfono me miré, ¡ Santo cielo!, ¿cómo habría podido crecer tanto mi flequillo sin darme cuenta?.
Me bajé tres paradas antes de la mía y me dispuse a llamar a mi peluquera, que como un cirujano reservando quirófano para tener el material adecuado a la operación,  me hizo las preguntas pertinentes.
¿Qué va ser?: Moldeador, ahuecador, alisado,  corte, color, mechas, reflejos, brillo, marcar y peinar, algo especial.  Ante tanta pregunta me abrumé, yo solo quería cortar un poco mi cabello y se lo hice saber.

Haber, me dijo: tengo jueves tarde  libre a las 7,30. Acepté la cita.
Llegó el día y a las 7,25 estaba allí, puntual como en la cita de un médico, de nuevo las mismas preguntas, pero ampliadas, ¿algún champú especial? No conteste. ¿Te pones, espuma, queratina líquida, seda natural,  una ampollita de algo? negaba todas sus preguntas, ya con la cabeza.
Además  de no querer nada de eso ,más de la mitad de las cosas no sabía ni que existían.
Te vendría bien un baño de color, más que nada para aclararlo, resaltaría más el claro de los ojos. No, volví a contestar.
Me gustaba mi pelo, su color, su brillo y su textura, porque  eran mías, desde siempre.
Tienes el cabello muy cuidado dijo. Me sorprendí a mí misma, pensando: ¡ lo tengo bien porque no dejo que me lo traten las peluqueras!
Se empeño y me puso espuma, me peinó y me fui a mi casa.
Cuando llegué me metí en la duchas y dejé que el agua clara y limpia corriera por mi pelo.
 Me puse mi chándal y los deportes y me fui a correr .

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