El día una
vez más había comenzado, como un resorte salí de la cama, como siempre. Como siempre decidí comérmelo, no dejar ni un
solo segundo de sus veinticuatro horas, sin saber que yo había estado en él.
Vi algo de
las noticias, con un café en la mano, miré el reloj. Tengo que aligerarme-dije.
Aprisa me
vestí con el café medio frío como de costumbre.
Era muy
temprano, pero me gustaba esa hora de sol dormido. Miré el interior del bolso.
Dos teléfonos, algo de dinero, papeles, papeles y mas papeles del trabajo,
gafas de sol, protector labial, guantes, un pañuelo de cuello, bolígrafos,
agenda y todo lo que hacía días no había utilizado.
Toqué mi
cabeza, para asegurarme que la llevaba sobre los hombros. Todo listo, estaba completa.
Lo mejor
quedaba por llegar: transporte colectivo.
Me situé en
la misma plataforma de siempre. Casi todos nos conocíamos las caras, pero un
día yo decidí ir conociendo sus almas una a una.
Era un
método sencillo, cada día elegiría a una persona. Optaría por el método más
simple, miraría sus ojos e iría realizando un exhaustivo examen de la persona
escogida.Nunca he podido calcular bien la edad de las personas. El mayor compromiso en el que se me puede poner, es decirme: ¿Qué edad me hechas?, siempre tiro a lo bajo o bastante bajo, para no equivocarme y como a todos nos pasa; me equivoco. No he llegado o me he pasado por muchos años. Lo que nos pone en un compromiso y no sabemos cómo reaccionar, sintiéndonos después avergonzados. Pues con las personas pelirrojas me pasa pero mucho más. Siempre me parecen jóvenes.
Cuando decidí
poner en práctica mi análisis extenso.
Llegó mi parada. Me bajé. No, sin antes pensar, que cerca he estado de
ver su alma. Bueno, me consolé. Mañana lo volveré a ver.
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