Jueves por
fin. Hoy no busco sujetos de estudio en el trayecto corto que hago cada día.
Tengo muchas cosas en las que pensar y una vez más me centro en mí.
Vienen
amigos de mis hijos a comer, querían celebrar no se qué cosa. Siempre están celebrando
algo. Yo decidida, digo que cocinaría, que sería un placer.
Comencé en
mi trayecto a pensar que pondría. Salía a las dos que no serían las dos,
llegarían a las tres más o menos.
Después de dar mil vueltas a la cabeza y de
acordarme de todos los nombres de los cocineros famosos del país y parte del
extranjero, por la falta que me haría uno de ellos en esos momentos, para que
me diese unas lecciones exprés de comidas.
Al menos, es lo que más llama mi atención incluso más que el plato, con nombre raro incluido, que estén cocinando.
Cuando por
casualidad veo algún programa de esos, siempre espero que el cocinero famoso en
cuestión deje uno, dos o tres recipientes sucios. Los persigo con la mirada
durante todo el programa y en un plis-plas que yo no veo y sin darme cuenta, os
lo aseguro, de repente están limpios y en fregadero no hay nada.
He llegado a
pensar que además de cocineros son unos verdaderos magos.
Puedo
confirmar que treinta minutos es lo que tardo en preparar los ingredientes,
para que después siempre me falte uno, que por supuesto lo sustituyo por otro a
mi elección e incluso arriesgándome mucho lo omito y si son dos tambien.
Pues bien llegué
a la conclusión que no tenía ni idea de
lo que prepararía.
En el
trabajo se lo comenté a una compañera que diligente me confeccionó un menú.
Dijo que era fácil y rápido, me entrego la nota y con una sonrisa , me dijo,
siempre están las casas de "comidas caseras", y me indicó una dirección en el
papel.
Me pareció
una locura ¡comidas caseras, hechas ya!
¿eso era saludable? - pensé.
Salí a las
dos y veinte, no hay tiempo me decía a mí misma. Saqué la nota y sin mirar de
nuevo el menú, miré la dirección y me dirigí al lugar indicado.
¡Oh, paraíso
de la comida! Había de todo. Solo indiqué cantidades de cada cosa que quería
llevar y ¡listo! Menú preparado.
Al llegar a
mi casa, solo estaba mi marido que con ojos asombrado me miró las bolsas,
preguntando ¿qué es eso?, no contesté y me dirigí a la cocina seguida por él.
Unos cuantos
cacharros unas fuentes, golpe de
microondas y “et voilà ¡”
Me miró y
con un gesto de preocupación diciendo: ¿esto es sano? Sanísimo, contesté riéndome.
Si sus
estómagos aguantan, burger, pizzas y Mc lo que sea, aguantaran esto. Además
siempre he pensado que los estómagos de
los amigos de mis hijos pueden incluso digerir las propias piedras y ¡sin
cocinar!
Llegaron, un
saludo breve y dije, ¡se enfría la comida!, pasaron a la cocina y comenzaron a llevarse
los platos al comedor al tiempo que los
oía decir : ¡qué buena pinta, tiene todo!
Le di a mi
marido su chaqueta, tomé mi bolso y nos fuimos.
¿A dónde vamos? Dijo. A comer contesté.
Anduvimos un
par de manzanas hasta un restaurante mixto que te ponen desde tofu hasta carne
de buey.
Pedimos
nuestra comida y de repente comencé a reír sin parar, el me miraba y
comenzó a reír también, mi risa lo arrastró. Yo, sabia por lo que reíamos.
Nosotros, al fin y al cabo estábamos haciendo
lo mismo que ellos.
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