miércoles, 16 de enero de 2013

COMIDA CASERA



Jueves por fin. Hoy no busco sujetos de estudio en el trayecto corto que hago cada día. Tengo muchas cosas en las que pensar y una vez más me centro en mí.

Vienen amigos de mis hijos a comer, querían celebrar no se qué cosa. Siempre están celebrando algo. Yo decidida, digo que cocinaría, que sería un placer.

Comencé en mi trayecto a pensar que pondría. Salía a las dos que no serían las dos, llegarían a las tres más o menos.

Después de dar mil vueltas a la cabeza y de acordarme de todos los nombres de los cocineros famosos del país y parte del extranjero, por la falta que me haría uno de ellos en esos momentos, para que me diese unas lecciones exprés de comidas.

Como las que salen en la tele, que en unos treinta minutos hacen menús de restaurantes caros y sin manchar cacharros.
Al menos, es lo que más llama mi atención incluso más que el plato, con nombre raro incluido, que estén cocinando. 
 
Cuando por casualidad veo algún programa de esos, siempre espero que el cocinero famoso en cuestión deje uno, dos o tres recipientes sucios. Los persigo con la mirada durante todo el programa y en un plis-plas que yo no veo y sin darme cuenta, os lo aseguro, de repente están limpios y en fregadero no hay nada.

He llegado a pensar que además de cocineros son unos verdaderos magos. 

Puedo confirmar que treinta minutos es lo que tardo en preparar los ingredientes, para que después siempre me falte uno, que por supuesto lo sustituyo por otro a mi elección e incluso arriesgándome mucho lo omito y si son dos tambien.

Pues bien llegué a la conclusión  que no tenía ni idea de lo que prepararía.

En el trabajo se lo comenté a una compañera que diligente me confeccionó un menú. Dijo que era fácil y rápido, me entrego la nota y con una sonrisa , me dijo, siempre están las casas de "comidas caseras", y me indicó una dirección en el papel.

Me pareció una locura ¡comidas caseras, hechas ya!  ¿eso era saludable? - pensé.
Salí a las dos y veinte, no hay tiempo me decía a mí misma. Saqué la nota y sin mirar de nuevo el menú, miré la dirección y me dirigí al lugar indicado.

¡Oh, paraíso de la comida! Había de todo. Solo indiqué cantidades de cada cosa que quería llevar y ¡listo! Menú preparado.

Al llegar a mi casa, solo estaba mi marido que con ojos asombrado me miró las bolsas, preguntando ¿qué es eso?, no contesté y me dirigí a la cocina seguida por él.

Unos cuantos cacharros  unas fuentes, golpe de microondas y  “et voilà ¡”

Me miró y con un gesto de preocupación diciendo: ¿esto es sano? Sanísimo, contesté riéndome. 

Si sus estómagos aguantan, burger, pizzas y Mc lo que sea, aguantaran esto. Además siempre he pensado que los  estómagos de los amigos de mis hijos pueden incluso digerir las propias piedras y ¡sin cocinar!

Llegaron, un saludo breve y dije, ¡se enfría la comida!, pasaron a la cocina y comenzaron a llevarse los platos  al comedor al tiempo que los oía decir : ¡qué buena pinta, tiene todo!

¿No coméis con nosotros? Preguntó uno de mis hijos. No, salimos.

Le di a mi marido su chaqueta, tomé mi bolso y nos fuimos.
¿A dónde vamos? Dijo. A comer contesté.
 
Anduvimos un par de manzanas hasta un restaurante mixto que te ponen desde tofu hasta carne de buey. 

Pedimos nuestra comida y de repente comencé a reír sin parar, el me miraba y comenzó a reír también, mi risa lo arrastró. Yo, sabia por lo que reíamos. 

Nosotros, al fin y al cabo estábamos haciendo lo mismo que ellos.

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