Martes,
trabajo duro y complicado. Me dispongo como todos los días a buscar mi medio de
transporte, es algo más temprano. Hoy no tengo ganas de divagar con
pensamientos propios, voy centrada en cuestiones de trabajo y estoy preocupada,
todo tiene que salir bien y perfecto, reconozco que soy exigente. Pero no es cosa
de broma.
Entrando en
mi trabajo, me pareció ver al final del ancho y largo pasillo a mi Don.
Quijote, me fije bien y sí, era él. Di una carrera impropia para el lugar en el
que estaba, pero lo alcancé a la altura de los ascensores. Como no sé aún su nombre osé tocarle un hombro dándole los buenos días y se volvió. Al verme, puso cara de sorpresa, le dio tanta alegría que me abrazó. Me quedé sorprendida porque eso mismo pensaba hacer yo. Nos fundimos en un abrazo tierno y cálido, de los de verdad, de los que das a un verdadero amigo, cuando el corazón te está sonriendo.
Pregunté porqué estaba allí y si lo podía ayudar en algo.
Contestó con
una pregunta: ¿Que hace aquí señorita? Me entró ganas de decirle que eso me
preguntaba yo la mayoría de los días , pero le respondí: aquí trabajo.
Insinuó que tenía
que recoger unos papeles, lo noté desorientado y lo acompañé a una planta más baja,
tendría que ir a por ese documento al sótano . Llegamos a un mostrador y lo
rodeé, me entregó un resguardo y su carnet de identidad, que di a la señorita
que se ocupa de esos trámites.
Por un
momento estuve tentada de leer su nombre por el rabillo del ojo, pero me frené,
no quise desvelar mi incógnita favorita de todos los lunes y jueves. No, me
dije, sabré su nombre cuando él decida decírmelo.
Me dieron un
sobre que le entregué y él algo nervioso cogió. Sentí una gran ternura hacia él,
noté su preocupación. Con prisas lo abrió y creo que se quedó igual, seguramente
no entendía nada. Me ofrecí a explicarle lo que deseara, a lo que dijo: por
favor si es tan amable y no es mucha molestia.
¿Cómo iba a
ser molestia? al revés, era mi amigo y estaba encantada de ayudarlo en todo lo
que necesitara. Me gustaba que me necesitase.
Nos
dirigimos a una sala que hay para estos asuntos. Es pequeña, pero da la
intimidad necesaria para poder hablar.
Dentro le indiqué
un asiento, cosa que denegó hasta que no me hube acomodado yo. Alargué mi mano
y me entregó el sobre, que cogí no sin cierto temor.
Una vez que
lo miré, leí, releí y me tranquilicé. Comencé a explicarle todo lo que
necesitaba saber y respondía a todas sus preguntas. Lo sosegué diciendo: mera
rutina y sin que lo notase, intenté respirar hondo.
Sí,
realmente era mera rutina. No había que preocuparse por nada.
Me sonrió mirándome
a los ojos y su sonrisa fue correspondida también con una mirada. Al devolvérselo
me tomó la mano y me dio un “gracias” tan sincero que me inundó todo alma
pasando antes por mi corazón. Sentí la necesidad de decir que esas “gracias
“sobraban que él era mi amigo. Pero no me atreví.
Le dije
donde me podía encontrar si necesitaba algo, lo que fuese de allí, que
preguntara por mí y puse mi nombre y mi teléfono escrito en el sobre. Gracias me
dijo otra vez.
Esperamos la
llegada del ascensor en silencio, notaba como me miraba sin querer girar mucho la
cabeza, hasta que se atrevió a decir: ¡nunca pensé encontrarla aquí!.
Me eche a reír y dije: yo muchos días pienso
lo mismo ¿qué hago aquí?. Permaneció en silencio unos segundos y respondió: ¡algo
importante seguro!
Nos dirigimos
a la salida y de nuevo nos volvimos a dar un abrazo de verdad, sincero, cálido
y fraterno como en el encuentro.
Quedé absorta
en la entrada, mirándolo hasta que llegó a un coche azul oscuro, donde un
hombre bastante más joven que él lo esperaba, será un hijo - pensé.
De nuevo
hizo algo que me agradaba. Se giró lentamente, como si supiese que yo esperaba y me dedicó,
el gesto tan suyo de quitarse un sombrero que jamás le había visto puesto.Me pareció leer en sus labios otro nuevo “gracias” que yo mentalmente contesté:“de nada amigo, a ti”.
Volví a mi
trabajo con energías renovadas.
Estos abrazos sinceros, dados con los brazos del
alma, me iban a dar todas las fuerzas que necesitaría para empezar ese nuevo día.
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