¡No es
posible!,¡ me he quedado dormida! Se supone que el despertador tenía que haber
sonado a las seis, pero parece ser que también se ha dormido, estará feliz.
Pego un vote
en la cama y vuelvo a repetir ¡no es posible! Entra luz por la ventana…oigo
gentes… hay ruidos… Dios mío ¡el mundo ha empezado sin mí!
Seguramente
esta sensación la hemos tenido todos. Todos nos hemos quedado dormidos alguna
vez. Unos en la cama, otros en un sofá y casi todos en los “ laureles”.
Mi
termómetro del tiempo es una panadería que hay casi enfrente de mi casa. Cuando
yo salgo está cerrada y cuando vuelvo también. Mientras esto es así, la cosa va
bien. Las horas están en su sitio y el universo no se confunde.
Pero cuando un
día de trabajo miro por la ventana y está la tienda abierta, es que algo, por
lógica no va bien y hay que corregirlo. Yo no sé cómo, pero algo tendría que
hacer.
Me pongo
nerviosa , son las nueves. Yo he dormido ¡hasta las nueve de la mañana! , no me
lo puedo creer.
Me pregunto
¿tan tranquila estoy?, ¿soy yo?, intento calmarme pero no sé por dónde
empezar.
De pronto
decido seguir los mismos pasos de todos los días, pero muchísimo más tarde. Un
café, me despejará -pienso- pero más fuerte.
Lo preparo y
de nuevo voy a mi habitación, miro el reloj, ¡las nueve y veinte! - me digo -
¡como corren los minutos!, pero vuelvo a mirar por la ventana , como si no
tuviese prisas y tranquila otra vez.
Me quedo
ensimismada viendo como entran y salen las gentes del comercio.
¿Qué me
pasa...ya no llego? Me detengo y pienso ¿bueno si ya no llego, por qué corro?
Suena el teléfono,
¿comó no?, otra vez a distraerme de mi distracción, como siempre.
Es mi
compañero de trabajo, ¿dónde estás... te pasa algo... hace tiempo que tenias que estar aquí... estas bien? Si estoy bien, me encuentro en un atasco, en
el Puente del V Centenario. Esto no va
ni para atrás, ni para adelante, va para largo. Ya te llamaré, cuando esté
llegando.
Vuelvo a
mirar por la ventana. Hace un día tan bonito… hace sol y frio perfecto.
Me siento en
la cama y pienso ¿si el mundo
comienza sin mí, es que yo no soy imprescindible?, nadie es imprescindible.
Parece que este razonamiento lógico me sorprende, cuando es lo más natural del
mundo.
Decido hacer
una llamada muy importante.
Marco un
numero sentada en la cama. Cuando me descuelgan, oigo la voz más bonita del
mundo… la de mi madre.
Mama, ¿cómo estás? Bien ¿y tú, te pasa algo, desde dónde llamas? Desde mi casa, hoy no trabajo.
Dentro de poco estoy ahí, hoy pasamos en día juntas. ¿Llamo a mis hermanas?,
claro, estaremos mejor las cuatro.
Son tres
hermanas y las tres desde siempre han vivido muy cerca unas de otras. Son como una piña y yo por ser la hija
y la sobrina más pequeña, siempre han tenido una debilidad especial por mí y yo
por ellas.
A veces he
llegado a pensar que tenía tres madres y que las tres me querían demasiado. Llegando
a esta conclusión porque las tres me controlaban bastante mi libertad.
Hoy el día
iba a ser para ellas, se lo debía desde hacía tiempo.
Las cuatro solas,
hablando de mil tonterías sin trascendencia y riéndonos de cualquier cosa.
Estaba bien,
me sentía bien.
Por primera vez en mi vida, me estaba dando cuenta, que le
prestaba más atención a los demás, que a los que realmente me importaban y me querían.
Sin notarlo
me había vestido. Cogí las llaves del coche y salí.
Desde allí,
llamé a mi compañero de trabajo y le dije: es imposible continuar, voy a
intentar como sea volver a mi casa. Mañana hablamos.
No le mentí, realmente iba a volver a mi casa.
Bajé un poco
la ventanilla del coche, quería sentir el frio y el sol. Puse música. Me
sentía feliz. Iba a mi casa.
Tenía la
seguridad de que el día iba a ser perfecto.
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