lunes, 7 de enero de 2013

LA DECLARACIÓN MÁS BONITA DEL MUNDO

Hoy no hay transporte, es sábado. Tenía el día planificado, por la tarde iba hacer mil cosas, pero a primeras horas de esa misma tarde tenía que hacer una visita muy especial.

Tengo una amiga que trabaja en la zona de oncología infantil.
Hace unos días visité a los niños de pediatría. Siempre les agradan las visitas, me comentó, y a mí como también me gustan, pues decidí ir a verlos y pasar la mañana con ellos.

Es divertido, cuentan mil historias, hacen cientos de preguntas y lo mejor siempre tienen dibujos para ti.

Había niños que no podían estar por motivos de tratamiento y no pude verlos.
Al poco tiempo se pudieron reunir casi todos en la sala que tienen para sus actividades y comentaron lo divertido de la visita.
Por medio de las madres, llego a oídos de los que no habían podido estar , las cosas que dijeron sus compañeros y lo bien que lo pasaron y que ellos estarían en la próxima.

La enfermera me lo dijo, y yo decidí, que no tenían que esperar a nada, que me avisara cuando podía ir a verlos que seguro que podría.
Así que un sábado a las cuatro fui a verles.
Salí de mi casa contenta por la visita que iba hacer, me sentía bien, me agrada ver que los demás se sienten bien cuando estoy con ellos. Me gusta notar la energía que desprenden las personas.

Subimos a la planta. Un miembro de mi familia decidió acompañarme. ¡verás que bien lo pasas! Dije.

Al entrar en la sala no había más de diez chiquillos, bueno si acaso serían unos diez más uno. Uno de los mayores que tendría sobre 10 ó 11 años y que estaba separado unos metros del resto.

Me recibieron con tanta alegría, que me sentí en ese momento la persona más afortunada de todo el hospital.
Hablamos de muchas cosas, de sus proyectos, de lo que querían ser de mayor, de sus gustos, de los mios y me hicieron todo tipo de preguntas, incluso personales. Se hablaba de cualquier cosa fue una mezcla de conversaciones muy divertida.

Pero yo no podía dejar de prestar atención al chico que no se quería unir al grupo. Me preguntaba que le pasaría, quizá no estaba cómodo con mi presencia allí. No quise acercarme, no sabía los motivos que lo distanciaban de mi, pero seguro que para él eran los más importantes del mundo.

Cuando empecé a despedirme de ellos y casi cuando me disponía a irme. Había estado alrededor de una hora y se cansan pronto. El chico desde la distancia, me miró y alzando la voz, me dijo: “Cuando sea mayor me voy a casar contigo”.

Noté, como la bomba de sus palabras entró en mi corazón rompiéndolo en miles de trozos y dejándome una inmensa sensación de tristeza y soledad.

La persona que me acompañaba con muy poca, ninguna, experiencia en psicología infantil, dijo: ¡ya está casada! A lo que los demás comenzaron a reír.
Sentí la vergüenza del chico unida a la mía por las palabras del adulto que estaba a mi lado.

Fui donde estaba él y me acerque tanto, tanto a su cara que los dos pudimos notar el calor de las mejillas casi juntas, me mantuve así unos segundos y rozando su piel con mis palabras, tan bajo que casi no me oía yo, le dije al oído: jamás, nadie me ha dicho algo tan bonito ni me lo podrá decir nunca. Acepto. Con la condición de que me lo vuelvas a pedir dentro de unos años.

Le besé la cara, intentando traspasarle todas mis energías. Me miró con los ojos iluminados y con una sonrisa que mantuve con la mía mientras intentaba ver su alma, a través de sus ojos oscuros.

Todo mi ser, por dentro lloraba lágrimas amargas. Con mucha suerte quizá podría pedírmelo dentro de unos tres meses.

Anulé todos los planes del resto del sábado.

Un corazón roto solo quiere llanto y soledad.

Al llegar a mi casa me metí en la ducha, pero ni el agua que corría por mi cara , dejaba que siguiera notando el sabor de las lágrimas. Mi corazón había explotado y muchos trozos se habían quedado allí, a su lado y para siempre con él. Ya no podría recuperarlos jamás. Esas palabras estarían siempre conmigo en mis recuerdos.

No dejaba de pensar: ¡Dios no existe!. Tiene que ser cierto, somos el resultado de la química que ocasionó la explosión de una estrella.
  
Decidí acostarme pronto, haber si podía reconstruir parte de mi alma.

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