A él me
dirigía , como todos los días. Hoy no me
esperaba mi amigo, era miércoles así que tendría que ir de pie.
No me
molestaba, pero esos días hecho de menos su amabilidad y galantería. Creo que
en sus mejores años debió ser un donjuán, aun conservaba maneras de antiguo y
amable seductor.
Mi objetivo era apoyarme cerca de una ventana. Las
mochilas de los estudiantes me molestaban. Poco a poco conseguí llegar hasta
ella y una chica sonriendome se acercó un poco más a su compañero, así que estábamos
los tres.
Me quedé
mirándola sin que se diese cuenta. Había algo en ella que me recordaba a mí.
Larguirucha,
algo pecosa, tenía una cara amable y por supuesto por la sonrisa que me
dirigió, cuando vio que mi objetivo era la ventana, debía ser una persona que
se tomaba la vida tal cual, a la que le gustaba reír aún de las cosas más
simples.
Comencé a
pensar en mí, a su edad. Cuando crees que nunca te pondrás a los pies del mundo
sino que será él, el que siempre se inclinará hacia ti y lo podrás dominar
solo con una mirada.
Fui
estudiando poco a poco el trayecto
de mi vida.
Los logros,
que han sido muchos, las derrotas que no han sido menos. Las inquietudes, los
desvelos, las preocupaciones…
Todas estas
cosas, se iban amontonando en mi mente y fui entendiendo que todo
había sido un plan, concebido por el destino y necesario, para llegar al
momento actual de mi vida.
Quizá si
algo de lo bueno o de lo malo hubiese faltado, yo no estaría en ese momento, en
ese autobús, ni pensando lo que pienso mientras escribo. Y no hubiese visto a
la chica que era yo entonces.
Mentalmente
le desee lo mejor de la vida y que todas sus ilusiones se cumpliesen.
Bajé varias
paradas antes, recordando la felicidad que sentía a su edad.
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