Hoy es
fiesta para mí. No tengo trabajo, ni transporte, ni sujeto de estudio, aunque
casi siempre sea yo misma. Hoy es domingo.
Me centro en
algo muy importante durante los últimos veinticuatro años de mi vida y espero
que sean muchos más. Aparte de mi trabajo, que aunque a veces reniegue de él,
muchas más veces me da satisfacciones personales.
Desde joven
tuve claro que la persona que compartiese mi vida, tenía que ser totalmente
opuesta a mí en todos los sentidos, la vida sería más entretenida, sería más
emocionante vivir con alguien impredecible para mí en su forma de pensar y no
tan racional como a veces lo soy yo.
Conocí a una
persona que me intereso bastante por su extraña afición. Nunca había encontrado
a nadie con esos gustos y pensé que tenía que ser “El”. Era en todo opuesto a
mí, sobre todo en el trabajo, (yo no podría hacer su trabajo y seguro que él,
el mío tampoco), en los amigos, en los gustos y lo mas importante en las
aficiones.
Así fue como
empecé a conocer el mundo de la “Malacología” esta palabra, aunque rara solo
significa estudiar conchas de moluscos, más y sobretodo marinos que terrestres,
en nuestro caso.
Necesario
patearte todas las playas habidas y por haber paseando y mirando la arena y
donde menos lo piensas….¡zas! Ves es el ejemplar perfecto, lo recoges y lo
llevas a una especie de laboratorio que debes tener en el sótano de tu casa con
muchos botes de disolventes y demás potingues, que la mitad no se para que sirven
y sobretodo una bata blanca. Esto es importantísimo, porque la mayoría de esos
líquidos manchan hasta la eternidad, vamos que no quitas la mancha con nada,
¡ah! Y un mueble alto con chiquicientos cajoncitos para ir clasificando los
ejemplares, donde nadie excepto tu debes tocar.
Así me fui
introduciendo, en este apasionante mundo de la Malacología.
Esta afición
aunque no ha sido mía desde siempre, en el transcurso de tantos años, la he ido
asimilando y haciéndola cada vez más mía. Hasta el punto que en mi casa hay
vitrinas y vitrinas llena de estos ejemplares, por supuesto con cristales para
que las piezas no se estropeen.
Recuerdo el
primer viaje que hicimos en busca de una pieza, la traje todo el trayecto
conmigo en el avión, nada de facturar como el equipaje, iba conmigo. También
recuerdo, los gratos y alegres momentos de la estancia cada vez que la miro.
Este
sentimiento solo lo puede saber quien tenga una afición por algo. Hay personas
que coleccionan chapas de refrescos, latas de cerveza, monedas, sellos,
etc..aquí somos dos coleccionando conchas de moluscos marinos.
Al principio
pensé que éramos casi los únicos, pero os aseguro que no, hay reuniones,
congresos, ponencias, charlas, exposiciones, viajes y más y más y más….
Es justo que
mencione que por este tipo de afición que tenemos mi marido y yo, hemos podido
viajar bastante. He conocido playas y lugares de ensueño, personas muy
interesantes; además tenemos buenos amigos también malacólogos repartidos por
muchas partes de mundo y siempre que encuentran un ejemplar poco común nos lo
comunican.
He aprendido donde se pueden obtener las
mejores piezas de aporrhais pespelecani (pie de pelicano), las charonias lampas
(caracolas) e incluso la difícil thaccheria.
Lo único que
se busca en esta afición, es la satisfacción personal que -pienso- ya es mucho.
Al final las piezas es lo de menos, lo realmente importante es la ilusión del camino para
buscarlas.
Donde la realidad se mezcla con la ficción... MUY BUENO
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