lunes, 29 de abril de 2013

CASA NUEVA



Llego tarde. Quiero tomar el autobús anterior al mío, mi compañero de trabajo necesita salir antes y prometí que estaría allí a las seis, son menos veinte, así que hay que correr como todos los días, pero hoy más.

Después de estar en la parada casi cinco minutos, empiezo a dudar si lo mejor hubiese sido el coche. Ya estoy en ese punto, en el que no me da tiempo ir hasta mi casa a por él  y el transporte público no llega…¡taxi! , ¡taxi! He tenido suerte a esta hora pasan muchos con sus lucecitas verdes encendidas, como llamándote con el mensaje: “soy más rápido que tus propios pies”.

Saldré a las tres que como siempre serán cerca de las cuatro y después iré a casa de un familiar. Han hecho una paella de verduras en mi honor, pero también me tienen preparado un trabajillo.

Han reformado una vieja casa de aquí cerca, en el casco antiguo de mi ciudad y la han puesto muy bonita. Todo el que entra dice que “rara” es esta casa… pero yo creo que es realmente preciosa, es distinta, está llena de ilusiones y deseos como ellos querían que fuera. Por ejemplo: la cocina es como un laboratorio antiguo, es exactamente igual a un laboratorio. No sé como se podrá cocinar allí porque a mí me parece de atrezo, pero debe ser increíble prepararte una tostada con aceite por la mañana, en un laboratorio del siglo IXX.

Los techos van todos decorados, son muy altos, en fin es preciosa…para mi gusto y conociéndolos a ellos se que será una casa donde podrán seguir soñando y eso es lo que les deseo.

El caso es que yo pinto pero el artista de la pintura en mi familia era mi padre, además de mi profesión, insistió tanto en que yo tuviese otra preparación que accedí a su petición, el sabía como convencerme siempre, me ponía el lado positivo de las cosas, pero se lo agradezco me enseñó a ver todo lo positivo que hay incluso en lo negativo. Me decía: “algún día cuando yo no esté me lo agradecerás”.

Se lo agradecí en vida, nunca esperé a nada para cuando no estuviese, sabía que entonces sería demasiado tarde, todo lo que ha querido que aprendiese me ha servido para saber y para crecer en mí.
Ellos, estos familiares, en la reforma han dejado las bañeras antiguas, dicen que tenían, no sé qué…cuantos años. Y ahora la quieren decorar, como una que vieron en internet. El cuarto de baño principal que es del que se trata, es como un planetario en colores, al verlo me recordó a uno que tuve un tiempo colgado en mi muro de facebook y que realmente era espectacular.

Me dijeron la idea que tenían y acepte a ayudarlos. Tomé las medidas de la bañera, hice los bocetos y estuvieron de acuerdo, les dije el tipo de pintura que necesitaba pero solo colores primarios, me gusta forma la gama a mí. Hoy me esperan para un primer contacto formal con la bañera.

Recuerdo mis primeras clases de pintura, ese olor característico de aquel inmenso estudio con su luz cegadora, sus bustos de romanos y las grandes figuras griegas con esas increíbles y dificilísimas túnicas para sacarles todos los pliegues con el carboncillo o el grueso grafito.

Yo de vez en cuando daba algunos trazos con sanguina roja o algo más oscura e intentaba disimularla con carboncillo, pero rápidamente estaba don Clemente a mi lado dando un tirón de mi gran hoja de papel, que a veces hacia que hasta se tambalease el caballete y me decía:  “¡disciplina, que aun no somos artistas, solo copiar no crear!” 
Creía que este hombre solo tenía ojos, con una simple mirada podía llevar todos los bocetos de los diecisiete alumnos que éramos y nos iba diciendo los defectos de un dibujo cuando ya estaba con el compañero siguiente.

Dejábamos las batas colgadas en las cabezas de los caballetes y las paletas apoyadas en el escalón del mismo, ese estudio solo era para los novatos como nos decían los de otros cursos. 
Las paletas siempre limpias pero con rastros de haberlas usado y el olor a “aguarrás” característico de todos estos estudios.

Por aquella época, era de primer curso, usábamos poco… muy poco el oleo, pero cuando tocaba era una fiesta. Significaba dejar de lado por un momento el carboncillo y el grafito, para mí era como soñar que era una gran pintora, cuando sabía que la verdadera profesión a la que me dedicaría, poco tiempo me iba a dejar para ello pero soñar es gratis y lo gratis es lo mejor porque no es dado sin condición alguna. Así que nadie en el mundo podía impedir que yo fuese, Picasso, Gauguin, Monet, Dalí, Modigliani, Cezanne o yo misma creando la mayor obra de arte de la historia. 
Con Leonardo jamás tuve el valor de pensar en compararme.

Me gustaba llenarme las manos de carboncillo, no lo liaba en papel de aluminio, don Clemente al principio me recriminaba, pero con el tiempo comprendió, que me gustaba notar el tacto de este lápiz de carbón y cuando se acercaba me miraba a los ojos , después a las manos y solo me decía: “señorita, los pliegues de esa túnica más pronunciados, más profundidad…más profundidad” o “más luz…más luz, póngale luz”. Me quedaba abstraída mirando mi boceto y pensaba: ¡creo que don Clemente todo lo ve en "blanco y negro" no se da cuenta que la vida de las cosas está llena de matices!

Para mí este profesor no sabía leer entrelineas.

Cuando acabaron los cursos, sabiendo mi gran pasión por Leonardo da Vinci, me regaló un dibujo hecho por él y dedicado a mí de “El Hombre de Vitruvio”. Lo tengo en un lugar destacado de mi despachito y en un lugar importante de mi corazón, él es una gran persona, pero también tardo en hacerse “algo” conocido en el mundo de la pintura.

Las clases de oleo y acrílico, solían ser los lunes a las siete de la tarde. Yo tenía un truco… mi bata nunca estaba totalmente blanca e impecable como la de mis compañeros, la mía tenia pequeñas pinceladas disimuladas al principio y muy destacadas con el tiempo, que yo daba todos los lunes y como hasta el viernes no la llevaba a mi casa para lavar, ese oleo se secaba y ya no se quitaba la señal, era una bata personalizada, en mi caballete hacia lo mismo, pero más disimulado porque no era de mi propiedad, pertenecían al centro.

Recuerdo aquella época como un tiempo de mucho trabajo. Por la mañana, en un sitio y por la tarde en otro, pero eran dos ambientes tan distintos, que no me importaría volver a aquella época.
En la mañana todo era ciencia y lógica; pero por la tarde era mi mundo bohemio. Hice muy buenas amistades  en aquella época y algunas los conservo, claro que ninguno nos hemos dedicado a la pintura. Hay que ser muy bueno para ello y cada uno tenemos un trabajo distinto, pero a veces pintamos y nos mandamos fotos por correo de nuestras “obras de arte”. Yo casi no pinto ya, me falta tiempo, pero en verano hago mis “pinitos” y  suelo regalar lo que hago. 

Tengo llena mi casa de cuadros creados por mi padre, son todos originales menos una copia del “Guernica “y un cuadro determinado que tengo en un lugar de mi casa, los adecuó a un tamaño que le pedí y los dedicó a alguien muy especial, pero los tengo yo, de momento…

No comprendo como era capaz de llevar tanta actividad durante aquel tiempo, ahora visto desde la madurez ,sé que me impulsaba la ilusión, la impaciencia y la curiosidad. Recuerdo mi juventud estudiando siempre y preguntándome el ¿porqué?, de todo.

Cuando me quejo, digo que me he perdido muchas cosas, pero no dejo de reconocer que he vivido otras muchas que me han hecho feliz y sentirme realizada. Las cosas que me perdí, siguen estando ahí, pero aquella época no volverá nunca.

Aun conservo mi bata, durante esos pocos años la fui llenando de pinceladas poco a poco, muy despacio, lunes a lunes y como lo hice tan lentamente puedo incluso recordar lo que hacía o lo que pintaba cuando hice alguna de ellas.

Mis compañeros cuando acabaron los cursos, tomaron varios tubos de oleos y de acrílicos y las hicieron todas a la vez, pero esos trazos no tienen historia, solo tendrán el recuerdo del momento justo, de ese único instante. 

Yo en algunas de las mías puedo llegar a recordar como soñaba con lo que sería la vida para mí.

Cualquier “vida soñada” es mejor que… la que “la realidad” nos acaba ofreciendo en el futuro. 
Pero solo porque es soñada y no realizada, si no tampoco nos gustaría.







martes, 23 de abril de 2013

CAMBIO DE TEMPORADA



Hoy por fin he decidido poner la casa de “primavera”, ya va haciendo calor y como la mayoría de la gentes hacen en sus casas, cambiamos las ropas de invierno, no por las de primavera que sería lo más lógico sino por las de verano directamente. El cambio climatico creo que ha suprimido la primavera como tal.

Pensaba esto cuando iba hacia mi trabajo.

Todo estaba pensado, lo haría por la tarde cuando llegase a casa.
No tendría problema, cada cosa iría en su sitio igual que el año pasado. Pero recordando algo… creo que el año pasado, ¿ no cabían...o si?

Cuando saco las cosas de invierno, veo los roperos y los sitios casi vacios, ya que las de verano ocupan menos espacio y siempre digo: “hay que ver la de sitio que tengo para guardar” y me alegro. Todos los años lo mismo. Pero cuando el cambio es al revés, me pregunto: ¿pero donde tenía yo esto puesto… si cabía antes?

Este año me ha pasado lo mismo, mantas, colchas, edredones, chaquetas, pantalones de pana y todo lo que abulta, no entraban en ningún armario.
Mi casa que no es pequeña, por lógica debería tener más espacio pero no es así. Creo que las cosas crecen o las paredes con el tiempo se van acercando unas a otras como si por un motivo desconocido para mí, se echasen de menos o se extrañasen. 

Ya me empiezo a desesperar… voy con la escalera de un cuarto a otro, como si transportase una grúa y una vez que llego a la habitación elegida voy trayendo las bolsas poco a poco para intentar encajarlas en los huecos. Pero no hay manera.

Por Dios, ¿dónde estaba esto antes?, siempre digo: ¡pero si es imposible!, ¡si antes cabía! Cuando llego a ese punto, ya no me importa que estén bien colocadas o no, lo que quiero es que entren aunque sea a empujones y es lo que intento empujarlas, pero es imposible…no caben y no caben.
De nuevo traslado la escalera que pesa un quintal, porque cuando la compré quería que fuese: fuerte, resistente, segura y alta. 

Los techos son altos, pero la verdad es que nunca he conseguido subir a los tres últimos escalones, porque el techo me choca en la cabeza, bueno una vez logré con mucho trabajo llegar al antepenúltimo y solo por una apuesta que hice conmigo misma…”ese escalón lo tenía que estrenar como fuera” era cuestión de amor propio. Tuve que doblar mucho el cuello porque el techo me impedía estar erguida, pero lo conseguí.

Creo que me pasé en la compra, era excesivamente robusta para una casa, es tan fuerte como si alguno fuésemos a estar todo el día subido en ella.

La adquirí en una tienda de estas donde te venden todo por separado. Es increíble la tienda… tienen de todo. Las maderitas por un lado, los tornillitos del mismo mueble por otro, las puertecitas, sus cajones, los tiradores de los cajoncitos por otro, los taponcitos para tapar las cabezas de los tornillos y que por cierto nunca encajan y acabas diciendo: “bueno sin los taponcitos, tampoco está mal”.

Una vez casi logré “yo sola” montar una especie de estantería que iba a quedar monísima en mi despachito. Mi fallo fue que la quería con dos cajones y fue imposible conseguir armarla. Esa también está en la cochera pero en uno de los largueros están pegadas con cinta adhesiva las bolsitas con sus tornillitos y las instrucciones de montaje con los numeritos, por si alguien de mi casa, decide alguna vez hacer un puzle complicado.

A esas tiendas vas a las 10 de la mañana, tempranito para no tardar mucho, a por un roperito o una mesa auxiliar y sales a las 10 de la noche con un montón de tablas y de paquetitos de tornillos, eso sí..¡eh! Todo muy bien envasado. Es como si el tiempo se paralizase y pasásemos a una dimensión desconocida donde éste y el espacio son un único punto fijo y estático.

Si os fijáis en los grandes comercios no hay relojes, “ellos” no quieren que sepamos el tiempo real que estamos dentro, es como una conspiración entre los artículos que hay que vender y los propietarios de las grandes cadenas. Cuando hay relojes,¡ atentos!, nunca están en su hora. Es una maravilla lo mismo tienen unos las 7, otros las 11 o la hora que sea. Juegan a la “ley del despiste”.

Al llegar a tu casa  empiezas a sacar piezas, esas que veías tan claramente donde iban encajadas en el comercio y sabías donde tenía que ir cada una y lo realmente espectacular que iba a quedar montado.
A medidas que vas sacando cosas, te vas preguntando: ¿este trozo de dónde será? 

Pues ahí compre la escalera, pero ya venía montada, es decir de una sola pieza, quizá sean de las pocas cosa que venden enteras. Digo yo que será por seguridad.

Yo tengo un vecino que una vez montó un ropero de estos  ¡¡ solo!!  Se supo por los alrededores, por eso me entere.

Ya me he cansado de ir con la escalera y las bolsas de un lugar a otro.

Lo dejo todo en una habitación, se acabó. Llevo más de tres horas de un lado para otro y lo que quería cuando llegué a mi casa era tomarme un café.
 
Son las siete y media de la tarde y aún es de día. Me preparo el café, me voy a la azotea y me siento en el suelo, siempre me siento en el suelo cuando tomo café allí, me gusta.

Me quedo fija viendo las pinzas de la ropa que han quedado en uno de los tendederos y pienso: ¡parecen pájaros mirándome! Miro al cielo y lo veo todavía tan azul que me da pereza tener que volver a entrar en la casa, me gustaría parar ese instante todo el tiempo que yo quisiese, pero sé que es imposible, solo puedo estar un rato. 

Apuro la taza y me despido de esos pájaros imaginarios, sin saber donde volaran cuando cierre la puerta. Quizá, solo quizá lleguen en unos segundo a Méjico y saluden igual que a mí, a mis amigos de allí.

Al entrar creí que ya no eran horas de seguir, lo dejé todo como estaba.
 
Salí al patio y al verme mi perro me dijo mirándome que saliéramos y lo hicimos.






lunes, 22 de abril de 2013

MI AMIGO



Dicen que cuando sueñas repetidas veces con una persona es porque te quieres despedir de ella. Esto siempre me ha parecido una solemne tontería, pienso que cuando sueñas con una persona es porque la añoras simplemente o porque te une una buena amistad o si estamos pasando momentos no tan buenos pensamos inconscientemente que nos podrían ayudar, que sería un gran alivio tenerlas a nuestro lado.

Esos días son los que cuando te levantas, lo primero que haces es mirarte al espejo y si te quedas fijo en tus ojos, observas como caen dos lágrimas rápidas, que parecen que han estado horas dormidas esperando el momento justo en el que puedan ver tu imagen reflejada para caer.

Cuando esto me ocurre, lo que hago es abrir el grifo y echarme agua fría en la cara, sé que esas y más lágrimas se mezclan con el agua, pero yo no las veo y no me importan todas las que salgan, seguro que después me sentiré mejor.

Al volverme a mirar siempre le pregunto a la persona que me mira a los ojos: ¿tú eres tonta o… qué?, suelo pensar que soy “tonta” y también  que soy  “o… qué”. Entonces voy a la cocina, pero pasando antes por una habitación donde dejo mi aparato de música y los súper-cascos, me los pongo con música a “tope” y me preparo un café fuerte.

Hay que dejar de pensar de una vez, el día comienza y tiene que ser el mejor de hoy, mañana ya se verá como sale el Sol.

Comienza mi rutina de todos los días, como el ser mecánico que somos la mayoría, empiezan las tareas programadas. No tengo ganas, pero cuando las cosas llegan a un punto ya no dependen de ti ni de tus ganas.
Siempre he creído que es ahí en ese punto justo, cuando dejamos de ser libres. Te llevas toda la vida luchando por ser libre y cuando crees que tienes lo que te hace libre, ves que eso mismo es lo que te esclaviza. Es una paradoja.

Quizá el tener tantas ansias de libertad hace que esas mismas ganas sean las que nos hacen esclavos de la propia libertad.

Bueno sea como fuere, ya era hora de irme al trabajo. Mi cabeza mecánica  estaba programada.
Tome el autobús por inercia, una vez dentro de él, me pregunté ¿que línea habré tomado? Paraban tres líneas. Es igual, la que sea y a donde me lleve.
No tuve mucha suerte, no me había equivocado me hubiese gustado, pero no, me dejó justo donde todos los días, parada antes o parada después.
Realicé mi trabajo concentrada y olvidándome del mal levantar que tuve y al terminar y salir de él… otra vez pensaba.

Ya no quería pensar más, me estaba cansando de pensar siempre en lo mismo. Me preguntaba: ¿mientras yo pienso, que hacen los demás? Y yo misma me respondí sin voz: “los demás viven”.

Me fui andando a mi casa, sabía que a esa hora no había nadie aun. Ellos, los míos llegaban mas tarde y me pasé por el parquecito, mi amigo Manuel, mi “don quijote” estaría allí.  Fue fácil localizarlo, siempre en el mismo banco, debajo de aquel gran naranjo. Se pone ahí porque dice que huele muy bien, pero yo sé, que ese es su sitio porque de vez en vez caen pequeños azahares y le gusta.

Lo vi a lo lejos, sentado con su sombrero de verano, es mayor y dice que el sol le puede hacer daño. Me reconfortó saber que estaría un rato sentada con él, a su lado.

Al mirarlo desde lejos pensé que sería una imagen perfecta para ser pintada por Renoir o por Sorolla.

Cuando me vio levantó un poco su sombrero en señal de saludo, una vez que lo hubo colocado de forma algo más coqueta en su cabeza y con esa misma mano se dio un leve golpe en la pierna a la altura de la rodilla. Lo interpreté como : ¡sabía que vendrías! Y sí, supe que me estaba esperando, lo hacía a menudo. Se apresuró a quitar unos cuantos azahares que habían en el sitio que destinó para que me sentase y mirándome a los ojos y sin sonreír me dijo: ¿qué tal va todo?, deslicé las gafas de sol que llevaba apoyada en la cabeza hasta mis ojos y contesté: ¡bien… como siempre! ¿seguro? ¡sí, seguro!-dije.

Estuvimos como media hora sentados pero no dijimos nada, era nuestra manera de hablar, no había que hablar. Cuando él lo creyó oportuno se levantó y esperó a que yo lo hiciera, comenzamos a andar para salir del parque.

Antes de salir me ofreció su brazo, al que me aferré dándole mentalmente las gracias, con ese gesto me estaba apoyando en lo que fuese que me pasara. Él no tenía que preguntar nada, su edad ya lo había hecho sabio.

Cuando íbamos caminando apretó tan fuerte mi brazo contra su costado que otras dos estúpidas lagrimas quisieron salir de su sitio y lo consiguieron sin mucho esfuerzo, a pesar de mi lucha por mantenerlas donde estaban, no me hicieron caso. Me acompañó hasta donde vivo, el seguía, vive más arriba de la calle, pero durante el trayecto no dejó de apretar mi brazo, creo que era su forma de decirme: ¡hay que seguir!

A la altura de mi casa, se quitó el sombrero y me abrazó tan fuerte, como si quisiese sacarme mi dolor, mi pena o lo que enturbiase mi pensamiento.

Me miró y me dijo: ¡mañana estarás mejor! Y lo creí.
  
Sonreí sin quitarme las gafas, no quería que me mirase a los ojos.


viernes, 19 de abril de 2013

SEPARADORES DE LIBROS



Me han regalado un bolígrafo de propaganda, de esos que ponen el anuncio de algún comercio. También los colecciono.

Colecciono casi de todo, bolígrafos que acaban secándose de no usarlos, camisetas con logos o leyendas que me gustan, estas si las uso todas en verano, caracolas mi colección más importante, boyas que encuentro en la playa, de las pequeñas que caen de los barcos de pesca y siempre que sean marrones, anzuelos que encuentro con unas boyas de metal en forma de bola o de pera, separadores de libros estos son mi debilidad, etc.

La mayoría de mis amigos no saben casi nada de mis colecciones, porque lo interesante de una colección, al menos para mí, es ir buscando tu mismo las piezas o que te regalen algo sin saber ellos que lo coleccionas. No vale que te traigan un montón de ellas, en ese momento la colección deja de ser tuya y ya es compartida. 

La gran parte de estos objetos coleccionables no me ocupan mucho sitio en mi casa, bueno las boyas sí, pero en la cochera colgada del techo tengo una pequeña red que me regalo Fernando un pescador que conozco y que este verano me ha prometido que realizaré un sueño que tengo desde hace mucho tiempo, todos los años me dice que es peligroso, el otro día hablé con él, lo hago a menudo y le he dicho que de este año no pasa.
Fernando es bastante mayor, pero un buen amigo mío. El me regaló una red y me dijo: “las boyas están mejor en la red, que es donde tienen que estar”. Así que colgué la red del techo de la cochera y ahí las voy metiendo todas, no sé cuantas habrá, pero muchas seguro. Hace muchos años que hago esto.

Sin embargo, por mi gran afición a la lectura, los separadores de libros es una de las que más me gustan.

La semana pasada, me llamó un amigo, nos llamó a todo el grupo quería que nos reuniéramos y decidimos una hora que a todos nos viniese bien.
Quedamos todos los que pudimos. Después de las charlas y el café correspondiente sacó una bolsa y nos fue dando a cada uno un separador hecho expresamente para cada uno de nosotros, estaban hechos por el mismo.

Cada uno tenía algo de nuestras aficiones, de nuestras aptitudes, de nuestros gustos. Eran preciosos.
El mío cuando lo leí, realmente me llego al corazón, es cierto lo que pone y lo que dice, es como me siento cuando escribo.
Suelo escribir sola, siempre sola o si hay alguien conmigo sabe que no me puede hablar aunque a veces me vean sonreír, reír y otras ver como mis ojos brillan. Realmente es un acto de soledad. Solo palabras, pensamientos y yo.

En mi separador pone:

La literatura es esencialmente soledad, se lee en soledad y pese a todo, el acto de la lectura permite una comunicación profunda entre los seres humanos.  Paul Auster.

Es una de las frases más ciertas que conozco relacionadas con el placer de escribir y de leer. Lo define a la perfección.

Si alguien que lea estos relatos escribe, sabrá que esto es así. Es abstracción, el mundo más cercano a ti desaparece. 

Lo mismo que está ocurriendo ahora en ti que lees esto, es lo mismo que ocurre en mi cuando lo escribo. Estamos abstraídos y nos estamos comunicando a la vez, no nos conocemos y quizá nunca nos conoceremos, pero estamos intercambiando pensamientos. Es curioso, ¿verdad?

Por detrás pone:

Gozar de la vida cuando las cosas van bien es fácil. Gozar de la vida siempre es un arte.

Esta frase no se de quien es, seguramente de un filosofo de la vida, pero es bastante acertada.

Me conoce hace muchos años, pero no sabía que me conocía tan bien. Ha resumido en dos trozos mi manera de sentir y de ver las cosas.

A cada uno nos ha puesto algo increíble. Al leerlo nos hemos quedado cada cual mirando el suyo y pensando... creo que nos hemos quedado algo perplejos al leer las leyenda que traía cada separador.

Siempre había notado que era muy observador, pero las frases que cada uno llevábamos escritas en el nuestro me hace ver que nos conoce más de lo que yo misma pensaba.

Tengo muchos separadores, algunos firmados por autores de libros que he conocido en alguna que otra presentación, pero este será mi separador favorito, lo ha hecho con el corazón, pensando en cada uno de nuestros gustos, con sus propias manos y lo más importante teniéndonos presente.

Amigo, desde aquí te doy las gracias.

Será el único que utilizaré en mis vacaciones, donde sabes que puedo pasar largas horas leyendo.

He abierto mi baúl, donde guardo todo lo importante para mí y donde van los separadores, he puesto el tuyo el primero.
  
Seguro que este verano me acordaré de ti cada vez que pase una página.