domingo, 23 de noviembre de 2014

LAS MÁQUINAS



El día “X” se ponen a la venta. Era lo que se habló ese viernes, mientras tomábamos café. Las tres deseábamos desde hacía tiempo, ese artilugio fantástico, que prácticamente hacía desde una cortina renacentista hasta un minúsculo traje de baño. Yo, por supuesto, también quería una. Hacía todo lo que yo normalmente no hago y por lo tanto me hacía falta…mucha falta ¿cómo había podido yo vivir sin ese aparato? Respirar, dormir, salir, entrar, pensar….todo, sin tener ese aparato fantástico.
El día que se ponían a la venta, teníamos que estar muy temprano, se suponían unas colas interminables y como cada vez que tenemos que hacer una cola… nosotras debemos ser de las primeras.

Primero las remalladoras y después las demás tonterías como el desayuno para quitarse del frio. Pero lo primero …era lo primero.
Al dejar el coche en los aparcamiento, una de nosotras, no recuerdo quien fue, dijo: “ ¡mirad, ya hay gentes! ”, era muy temprano, pero aun así las calles ya estaban puestas. Nos dispusimos a ponernos al final siempre preguntado quien era el último de la fila. No era cuestión que se colara nadie, era mercancía limitada y ya no volverían a traerla hasta el siguiente año y de esas piezas tres, tenían que ser para nosotras.
Vimos que la fila en la parte delantera era algo difusa, poco definida, por lo que sospechamos que al cabo de un tiempo, alguien diría: “detrás de mía viene una señora que no ha podido venir”, esto es frecuente, siempre está la amiga de la amiga de la vecina, que tomó sitio para varias y al final, si van diez delante de tuya se convierten en treinta. Pero esto no iba a suceder, yo estaba allí, y si soy la décima en una fila, entro la décima como sea.

Lo advertí a mis amigas y ellas me dijeron, ¡no, mujer, eso no va a suceder! pero las cosas del destino... Sucedió.

Poco antes de abrir el comercio, una mujer que se hallaba casi al principio, vino hacia nosotras con otra señora y dijo: “esta mujer va delante de ustedes, no ha podido venir antes, estaba en el médico”. Miré la hora y vi que era imposible que hubiese tenido una cita con el médico. La primera cita en cabecera es a las nueve y eran menos cuarto. Así que no me lo creí.

Talla media, cabello corto, castaño muy claro, unos sesenta y dos años, y calculo que un metro sesenta y poco de altura. Cejas pintadas, ojos maquillados labios rojos rebosados, fondo de maquillaje y rouge en las mejillas. Este detalle del maquillaje, es muy importante para lo que después voy a explicar. Chaleco verde con rayas negras, pantalón negro y bolso a la grupa. Sus zapatos no llamaron mi atención.
La analicé y la miré, no con disimulo, sino fijamente y sin saber por qué, mis labios comenzaron a moverse, mediante un impulso incontrolado que mando mi corazón a mi boca y esta dijo :” usted no entra antes que yo”, no sé cómo se atrevió a decir eso, pero era justamente lo que estaba pensando yo.

Yo estoy aquí, dijo. ¡no, usted acaba de llegar!, volvieron a decir mis labios. Llevamos más de una hora en la fila, pasando frio, sin desayunar, no estamos maquilladas y yo especialmente tengo cosas importantes que hacer y míreme esperando como todos. Mi boca no se callaba, porque el corazón seguía mandándole impulsos muy indignado, por la forma en la que se quería colar la señora.
Así que…dejé que los impulsos se liberasen y dijesen todo lo que tenían que decir. “Usted esta recién levantada, desayunada, lo del médico es mentira, se ha maquillado, se ha pintado hasta las cejas, los labios y viene descansada y delante mía no entra usted y punto pelota”.

Cuando dije esto sentí una tranquilidad enorme. Mis amigas me miraban, no estoy segura que conociesen esas reacciones mías. A veces creo que las desconcierto.
La mujer volvió a insistir, “yo entro antes”, dijo. La señora no me conocía y por lo tanto no sabía que el tesón es una de mis principales características y armas secretas. No hay nada que me canse, si se que llevo razón.
¡No!, dije. Usted entrará detrás mía, yo estoy antes. Eso era ya, cuestión de amor propio, y por supuesto mis amigas sea como fuere, iban a entrar delante de ella, por justicia estábamos antes y antes íbamos a entrar.

Una de ellas dijo, déjalo, es igual. ¡No!, no es igual, antes entramos nosotras.
De las tres soy la más alta, así que …cuando abriese el comercio, daría un leve empujón a una de ellas para colocarla delante, yo iría en medio y la otra iría detrás. La intención mía, era usar la táctica romana de ataque llamada “la tortuga”, para ello me aferré a los brazos de las dos, yo tiraría de ellas y así protegidas, se ejercería más fuerza bruta.
Me preparé, quedaban dos minutos para abrir el comercio. Giré la cabeza y vi que unos de los comerciales, estaba haciendo fotos. Miré a mis amigas, dije, ¡No mirad, nos están haciendo fotos!, daros la vuelta. Dicho y hecho, giro de 180 grados, nada de fotos para la publicidad del comercio. Entonces fue cuando vi la enorme cola que salía de los aparcamientos y pensé : “ ¿todas estas personas hemos podido vivir, sin esa máquina? “. Lo que me reforzó la idea. Teníamos que conseguir tres como fuese.
Apertura del comercio y formación de “tortuga” hecha. Era importante llevar los codos en ángulos agudos. La señora no iba a entrar antes que nosotras.

Se formó cierto barullo en la entrada, y ante el desconcierto, intentó entrar, pero se lo volví a repetir: "antes, entraran todos los del final, pero usted no entra antes que nosotras". Empujé a la amiga que iba delante y tiré de la que estaba detrás. Crucé la puerta antes que ella, pero una de mis amigas, la que quedó más atrás, tuvo que mantener un pulso de fuerza con la mujer, pero… tenía que entrar, yo no iba a soltar su brazo, así que entraba o lo perdía, optó por entrar, pero al pasar delante de la mujer, esta señora la insultó de muy mala manera. Lo supe después, si lo hubiese sabido en ese momento, no me hubiese importado nada la dichosa maquina. Hubiese aclarado las cosas con la mujer de las cejas mal dibujadas. El cariño y el respeto por mis amigos, supera a cualquier maquina por mucha tecnología alemana que posea.

La gente corría por los pasillos. Esto es cómico y extraño, pensé. Pero me vi dando una carrera de zancadas enormes por un pasillo extraño, lleno de estanterías y repleto de alimentos y adelantando a muchos de los compradores, de forma que llegué muy pronto a mi destino. Tomé una, me volví y ya estaban allí, mientras oía..¡otra, otra!, tome las tres y me aparte.
Jamás había visto tantas personas en ese comercio luchando por un mismo producto.
Yo no quería comprar nada más, así que me quedé aparcada y custodiando los tres enormes bultos apilados, mientras ellas iban a por otras cosas de su interés.
Vi a la mujer llegar al sitio y me miró, yo estaba en el mismo pasillo. Miró las cajas y mi gran triunfo fue que cuando ella llegó, ya no quedaban. Me volvió a mirar con una especie de mirada en la que leí : “ te mando… mucha ira “, pero yo le devolví la mejor de mis sonrisas y otra vez sin saber por qué, mi corazón mando a mi ojo derecho una especie de guiño que mi mirada le dirigió a ella.

Conseguimos las máquinas. Yo la tengo guarda en una banqueta a modo de arcón que me hicieron. A veces levanto la tapa, la miro y le digo ¡eres mía! Ya veré todas las posibilidades que me ofreces. Solo tengo que esperar a unas vacaciones y descubrir todos los secretos que escondes.

Poco tiempo después, cuando nos disponíamos a ponernos en otra cola para adquirir unas entradas para un concierto, nos cruzamos con ella, dio los buenos días y una de mis amigas los contestó. Yo, ni siquiera la oí. Pero después dijo : ¿de qué conozco yo a esa mujer?, al poco tiempo, cayó en la cuenta “es la que me insultó, ¿y le he contestado los “buenos días?”.

En la cola para las entradas al concierto, pensaba : a veces somos como niños.

Debo tener una seria conversación con mi corazón y decirle que antes de mandar los impulsos a mi boca, consulte con mi cerebro. A veces hablar con el corazón, puede hacer mucho daño a los demás e incluso a nosotros mismos. Él tiene que aprender cual es el momento justo para hablar o callar.