domingo, 30 de diciembre de 2012

LA CASA DE LOS POST-IT


Hoy creo que mis interminables energías se han agotado.
Me dirigí a mi transporte sin apenas ganas de ir a trabajar. Ya me pondré mejor pensaba mientras me subía.
 Y es que mi  afán por el agua me había pasado factura, el último día de piscina, las calderas se habían estropeado, después de darme la ducha correspondiente antes de entrar al agua, ducha que estaba helada. Creí, no sé por qué, que el agua de la piscina estaría a los 28º habituales, pero no era así, estaba fría como la nieve. Yo de naturaleza tozuda no quise salir , mientras mi compañero de calle lo hizo diciéndome: ¡sal de una vez, te vas a poner mala! Reí y seguí mi largo.
Por Dios que acertó, tengo la cabeza como un tambor de Semana Santa, ojos llorosos, con fotofobia incluida y malestar general, cosa que no hay que ser ni médico ni listo para saber que es un resfriado común.

Tomé un analgésico suave y me puse unas gafas oscuras, más que nada por la luz, me molestaba.
Metí mi mano en la chaqueta que llevaba y saqué un post-it arrugado.

Subí a mi transporte y comencé a pensar:

¿Por qué en mi casa se usan tantos post-it?
Los post-it o posit como todos los llamamos son esos papelitos amarillos o de cualquier otro color, que una vez que los has leído no sabes qué hacer con ellos y normalmente acaban en el bolsillo de un abrigo, chaqueta, cazadora o lo que en el momento de leerlos tengas puesto.

En mi casa los posit los personaliza cada uno y cosa extraña. Todos van dirigidos a mi.
Mi hija los firma con un corazoncito, mi hijo con su nombre y los de mi marido terminan con unas frases cariñosas que siempre me hacen sonreír.

A veces cuando tengo un día de descanso y me levanto algo más tarde, encuentro posit por todos lados.
Primero en la cafetera: no sé a la hora que llegaré a comer , el primero –vale, pienso.

Segundo en el frigorífico: si no vengo a comer te llamo - vale.
Tercero microondas: salgo antes, espérame y comemos juntos-vale.

Eso sí, todos con alguna frase agradable de coletilla.
Me hacen sentir extraña ¿saben los pasos que daré, recién levantada, tan obvia y tan predecible soy?

Con mi café en la mano me dirijo al comedor. Otro: no te olvides, a las cinco tenemos que estar allí.
Llega el momento en que los miro con indiferencia, los considero como semiordenes dadas en la distancia. Los quito del lugar en el que están pegados y los arrugo, metiéndomelos en el bolsillo.

Y yo me pregunto: ¿en vez de arrugarlos por qué no se los entregaré a cada uno para el próximo día que no trabaje? De todas formas saben los pasos que daré.
 ¿Y si un día me da por hacer la ruta por otro lado de la casa?, ¿qué pasaría? , ¿vendrían todos los papelitos detrás mia para que los leyera, uno a uno en fila?

Desde aquí os digo queridos y amados miembros de mi familia, que leéis esto, que existe un aparato mucho más refinado, cuyo descubrimiento muchos achacan a Graham Bell y que se llama teléfono.
Pero por favor, no abuséis de él, a veces cansa tanto o más que los propios post-it.

Os quiero.

Mamá

PARA MI HIJA


Todos los miembros de nuestra familia son especiales para nosotros.

Tenemos tantas formas de querer y de dar amor, que cada uno de los nuestros, sabe que él es especial en nuestro corazón y que ese lugar nunca nadie y jamás lo pueden o podrán ocupar otras personas. Es su sitio dentro de nosotros mismo, un espacio que no puede invadir otro cariño, amor o sentimiento.
Pero al igual que saben el lugar tan importante que ocupan dentro de nuestro ser, también saben que tenemos más afinidad o más complicidad con unos que con otros. Esta afinidad viene dada por la comunicación, las muestras de sentimientos, las miradas cómplices, o simplemente porque de una forma especial para ellos, por motivos que nosotros mismos no llegamos a conocer, se sienten más próximos a ti.

Pensaba esto, mientras me dirigía a mi transporte.
Este pensamiento me vino, porque mi hija planea un largo viaje.

Termina su carrera y mientras sus amigos han decidido ir de crucero. Ella con la independencia que hemos hecho que conozca desde siempre, ha decidido explorar otro lugar del mundo.

Así que se va donde, la razón,  la inquietud y la libertad que siempre la han caracterizado la dirijan. “Donde el corazón me lleve” mamá, me dice .
Siento tristeza cuando me habla de su viaje, es muy largo pero lo tenemos asumido. Sería imposible, conociéndola, intentar disuadirla de que son muchos de kilómetros. Pero el pensamiento es tan ligero y va a tanta velocidad, que ni un solo instante dejará de estar conmigo.

No podré oír su  “hola “ cantarín, cuando llega y estoy en casa, ni sus abrazos y sus risas en la cocina cuando decidimos las dos preparar la cena juntas, tampoco escucharé sus charlas ocurrentes. Pero guardaré su lugar dentro de mi, sin que nadie pueda invadirlo hasta su vuelta.
Ahora que dispongo de un día más, intentaremos pasar el mayor tiempo posible juntas.

Lo nuestro y como mejor lo pasamos es yendo al cine a disfrutar de películas antiguas en VOSE, teatro experimental, algún concierto de música "rara" para muchos y sobre todo de compras. Tenemos el record de pruebas de ropas y zapatos por horas.
Me faltarán sus miradas cómplices de “¿te has dado cuenta? “ o “¿qué te pasa?”, sus risas sonoras, sus músicas a veces extrañas, su jazz, sus conversaciones, su sentido del humor y los correos que nos mandamos, con enlaces incluidos, estando a escasos metros, echaré también de menos, cuando desde su universidad por skype me dice sólo, ¿hola mamá, mucho trabajo, un café?, cuando es imposible que en ese momento tomemos café por la distancia a la que estamos la una de la otra.

Pero es lo que ella quiere y nosotros respetando su decisión tenemos que aceptar. Vamos a exprimir el tiempo al máximo y cuando este lejos seguiremos pensando las nuevas cosas que haremos juntas cuando vuelva.
No me sentí con ánimos de estar en ese transporte y me baje.

Sin darme cuenta corrió una lagrima por mi cara, que me apresuré a limpiar con la mano sonriendo, no me había dado cuenta.
Estaba llorando.
Tiene nuevos caminos que explorar y en este caso su libertad y su juventud son su aliada.


Para mi hija.

sábado, 29 de diciembre de 2012

EL PELIRROJO "X"


El día una vez más había comenzado, como un resorte salí de la cama, como siempre.  Como siempre decidí comérmelo, no dejar ni un solo segundo de sus veinticuatro horas, sin saber que yo había estado en él.
Vi algo de las noticias, con un café en la mano, miré el reloj. Tengo que aligerarme-dije.

Aprisa me vestí con el café medio frío como de costumbre.
Era muy temprano, pero me gustaba esa hora de sol dormido. Miré el interior del bolso. Dos teléfonos, algo de dinero, papeles, papeles y mas papeles del trabajo, gafas de sol, protector labial, guantes, un pañuelo de cuello, bolígrafos, agenda y todo lo que hacía días no había utilizado.

Toqué mi cabeza, para asegurarme que la llevaba sobre los hombros. Todo listo, estaba completa.
Lo mejor quedaba por llegar: transporte colectivo.

Me situé en la misma plataforma de siempre. Casi todos nos conocíamos las caras, pero un día yo decidí ir conociendo sus almas una a una.
Era un método sencillo, cada día elegiría a una persona. Optaría por el método más simple, miraría sus ojos e iría realizando un exhaustivo examen de la persona escogida.

Me quedé fija en un hombre pelirrojo de edad indeterminada. Me gustó el color de su pelo.
 Nunca he podido calcular bien la edad de las personas. El mayor compromiso en el que se me puede poner, es decirme: ¿Qué edad me hechas?, siempre tiro a lo bajo o bastante bajo, para no equivocarme y como a todos nos pasa; me equivoco. No he llegado o me he pasado por muchos años. Lo que nos pone en un compromiso y no sabemos cómo reaccionar, sintiéndonos después avergonzados. Pues con las personas pelirrojas me pasa pero mucho más. Siempre me parecen jóvenes.

 
Cuando decidí poner en práctica mi análisis extenso.  Llegó mi parada. Me bajé. No, sin antes pensar, que cerca he estado de ver su alma. Bueno, me consolé. Mañana lo volveré a ver.

viernes, 28 de diciembre de 2012

EL FINAL DE LA LÍNEA AZUL


Mañana viernes, me repetía una y otra vez,libraba” Me dedicaré el día entero, lo necesitaba. Hasta las 10 de la mañana haré lo que quiera, después iré a desayunar con mis amigas y más tarde, lo que se me ocurra.
Planes perfectos y bien estructurados porque consistían en hacer lo que me diera la gana.

Pero los planes tan perfectos y tan simples son los que más a menudo suelen complicarse, por distintos motivos que siempre son ajenos a nosotros, que somos los que tenemos el “PLAN PERFECTO”.

Viernes 8,30 de la mañana. Suena el teléfono, una de mis amigas con las que iba más tarde a tomar café, se había caído. Una caída tonta me dijo, sin importancia. Se había resbalado en la ducha y se apoyó con la palma de la mano.
Voy enseguida –espérame-  le hice saber. Cuando llegué, ya todas las demás lo sabían y como somos un grupo de cinco, incluida la accidentada todas estábamos allí. Mirando su muñeca y dando un diagnóstico, más familiar que profesional. Ponte hielo, decía una, no una cremita, comentaba otra y hasta cinco diagnósticos incluido el de la propia enferma.

Hay que hacer unas radiografías, más que nada por seguridad –dije- ella se negaba diciendo que no le dolía demasiado, insistí tanto, que al final pude convencerla que era lo mejor.
 Le puse un vendaje de presión media y salimos a la calle, no a desayunar como habíamos quedado, sino a ¡urgencias! un lugar mucho menos divertido.
Así que fuimos las cinco al hospital.

 El hospital que le correspondía no era muy conocido por mí. No me gustaba.
La entrada a urgencias después de pasar la antesala, es un laberinto de líneas de colores, como en todos los hospitales, que van desde el amarillo hasta el azul, pasando por el verde, rojo, rosa, etc.

A nosotros nos interesaba el azul que es el color que lleva directamente a la sala de espera de traumatología y radiología , al final de la línea azul, como al final de todas las líneas de colores de los hospitales, hay dolor.
Se sentaron como pudieron, yo me dirigí al mostrador para los tramites y el papeleo y para intentar que la viesen antes, imposible me dijo una señorita “muy amablemente y con gran simpatía”, me hubiese gustado contestarle que imposible no era, que lo sabía, pero me callé.

Volví con mis amigas y les dije que daría una vuelta por allí para saber que médico estaba y si era posible que la vieran. ¡No! Me dijo categóricamente la accidentada, esperaré mi turno, lo dijo tan segura que lo único que pude hacer fue sentarme a su lado en un rincón que quedaba libre.
Pasó más de una hora y todavía no le habían hecho ni una radiografía. Discretamente me levanté y dije que iba a por un zumo a la máquina de la entrada. Vi a un enfermero y le comenté el caso, a los cinco minutos la llamaban para las radiografías.

Al salir de RX, noté que su rostro no era el de antes – algo ocurre – me dije.
Después, más tiempo esperando, hasta que la vio un traumatólogo, que cosa rara conocía. Yo la acompañaba y dirigiéndose a mí, me dijo: se ha roto el radio justo por encima de la muñeca. Me asombré tenía una fractura de “Colles” y decía que no le dolía, por Dios que dura, que forma de aguantar el dolor.

Volvimos y pusimos al día a las demás. Ya eran las 2,30 de la tarde, dos de las acompañantes se fueron, tenían algo que hacer y yo que todos piensan y creen que nunca tengo prisas, me quede con ella y con otra amiga.
Después tendría que pasar a quirófano, algo simple. Anestesia local, tracción de cuatro dedos y colocación los fragmentos de hueso en su sitio. Se ponen unos anclajes (clavos uniendo la epífisis con la diáfisis) y nada mas muñeca nueva a los 45 días.

Eran las 5 de la tarde cuando le pusieron un analgésico con algo de antiinflamatorio.

 Todavía no entraba en quirófano, a esperar como ella quería, nada de preguntar ni nada de privilegios a aguantar el chaparrón.
A las 6 y algo se fue la otra amiga, no podía esperar más.

A las 7 entró en quirófano, eran las 8,15 y no había salido, Dios mío que estará pasando – me preguntaba - si en treinta o cuarenta minutos más o menos está todo listo, salió a la 8,45 salió con la escayola puesta, vi al cirujano. Por fin un cirujano guapo – pensé. Hay pocos.
Sabía que era yo la acompañante, mi amiga ya lo habría puesto en antecedentes en el quirófano, con todo lo que tardaron le habría dado tiempo a contar su vida, la mía y la de los demás y conociéndola, no me extrañó.

Esperamos para las posteriores radiografías que hay que hacer después de la intervención, que no me explico como fueron seguidas y sin nada de esperas. Todavía nos quedaba el informe definitivo del cirujano, que muy amablemente nos atendió en su despacho, dando un informe excesivamente detallado y largo con conversación extra profesional incluida.
Por fin salimos, eran las casi las 10 de la noche, la llevé a su casa y me dirigí a la mía.

Llegue sobre las 10,30. Cansada de esperar turnos, con ganas de comer y harta del día tan entretenido que había tenido.
Por el camino pensaba: el próximo día que libre no lo sabrá nadie. Ese será el “plan perfecto”

Eso y sólo eso es lo que hay al final de las líneas de colores, de los hospitales por urgencias, personas que esperan su turno sin saber cuando les tocará.



 

jueves, 27 de diciembre de 2012

LAVADORA NUEVA


Hace ya casi un año deje de utilizar mi coche, problemas de aparcamiento, tenía que dejarlo en el aparcamiento subterráneo de mi trabajo y después andar un buen trayecto hasta llegar a un ascensor. Cosa que no me agradaba sobre todo cuando era de noche. Así que con la determinación que me caracteriza, me dije un día: ¡ hasta aquí hemos llegado!.
Hecha esta aclaración, comprenderéis por lo que  tomo todos los días, mi transporte público.

Cuando salga a las tres, comeré algo ligero , me iré a unos grandes almacenes y compraré la lavadora. Me decía a mi misma durante el trayecto.
En mi casa la lavadora se había puesto en huelga y dijo que ya no trabajaba más.

Desde ese instante, y a lo largo de apenas tres horas,  fueron apareciendo lavados urgentes: vaqueros, camisas, ropa, ropa y más ropa.
Siempre he creído firmemente que las lavadoras del universo tienen un secreto inconfesable, además de detergentes, lejías, suavizantes y todos los productos que hay para el lavado, también se alimentan de calcetines. Por lo menos, las que yo he tenido sí.

Ejemplo:
 Pones un lavado con   “X”  calcetines, pues después salen   “X-1” ó   “X-2” ecuación simple de primer grado, ¿como ocurre? Ni idea,  pienso que según el apetito que la lavadora tuviese ese día.

Por eso en mi casa como en muchas , creo, habrá una bolsa con los calcetines que se han ido quedando huérfanos y no hay forma de emparejarlos con otros y que cuando estás harta de verlos al final los tiras, pero siempre pensando, ¿qué habrá sido del compañero?

Salí del trabajo, comí y fui a por la lavadora ideal.
Lo único que llevaba claro es que tenía que ser simple  de funcionamiento y con gran capacidad, ¡ah! Y blanca.

Hice un recorrido por todas las que había, que eran muchas. Al cabo de una media hora, se acercó un vendedor y me hizo la pregunta , que yo esperaba que me  hiciese solamente al entrar en la tienda ¿qué desea? Estaba claro, si miraba lavadoras no quería un frigorífico. Pero con toda amabilidad le dije: una lavadora de funcionamiento sencillo, gran capacidad y centrifugado potente. Lo solté todo de golpe para que viese que sabía lo que quería comprar.
Empezó a contarme las características de cada una, cuando llevaba seis, no recordaba los de la primera, así hasta diez. Viendo mi cara de  “no me entero de nada” decidió dejarme un tiempo sola para mi propia reflexión.

Las miraba una y otra vez. Me cansé y me fui al departamento de libros que es lo que me gusta. Rápidamente y sin titubear tome uno  “La hacedora de lentes” autor:  Titus Müller, lo compré y volví a las lavadoras algo más animada por mi nueva adquisición.
Otro recorrido por ellas y me dije - esta misma, seguro que lava.

Una vez instalada en mi casa, cosa que haciendo honor a la verdad, fue bastante rápido. Me dispuse a estudiar el libro de instrucciones, muchos gráficos, muchos dibujitos de lavadoras y tornillitos y todos los idiomas del mundo.
Cada vez que creía que tenía claro el funcionamiento de un programa de lavado, ponía en el librito, según modelo. Después de hacer varios recorridos hasta el lavadero, decidí con el librito en las manos, sentarme en un taburete alto delante de la lavadora, por un momento pensé que sería mejor preguntárselo a ella misma.



Descubrí dos programas, que no ponían según modelo y desde entonces son los que uso.

 Así pasé la mayor parte de un viernes por la tarde. Cuando fueron llegando los miembros de la familia, los invité a todos a que vieran la nueva adquisición y uno a uno me fue haciendo la misma pregunta ¿funciona? ¡yo que sé! Me decía para mí. Mañana sábado que no tengo nada importante que hacer me sentaré frente a ella y lo descubriré con su ayuda.

 

martes, 25 de diciembre de 2012

VUELTA EN MOTO


Sábado por la mañana, mi trayecto va de mi casa a la piscina y de la piscina a mi casa, cuando es un sábado normal. Cosa simple, sin más complicación.
La complicación viene cuando los demás intervienen. Mi marido tenía que ir a recoger unos papeles, uno de mis hijos decidió acompañarlo y de paso me dejarían a mí en mi destino, más que nada por la lluvia, como si eso me importase, pero sonreí y lo agradecí.

La vuelta sería fácil, el tiempo de recoger los papeles y a las dos horas y algo más, me estarían esperando a la salida, todo perfecto y calculado. No podía salir nada mal.

La complicación vino, cuando al salir me encuentro a mi hijo en la moto y un casco para mí en la mano. Con asombro le pregunto, ¿qué ha pasado?  me dice que lo habían llamado diciendo que tardarían más y él para que no me mojara, estaba lloviznando, había pensado recogerme.

¡Madre mía!-pensé, con lo bien que me iría yo andando, además llevaba un paraguas de los chinos en la mochila.
Se reía, sobre todo porque sabe que no quiero ir en moto.

Miró el casco, diciendo: yo te lo pongo, hay que ponerlo fuerte. Por Dios, que lo apretó tanto, que sentí que la mandíbula superior y sobre todo los huesos malares me iban a sacar los ojos, se lo hice saber y dijo que era por mi seguridad.
¡ Sube, mami!  Me encaramé en esa moto tan grande y antes de subir él me miró a los ojos, repitiendo varias veces ¡agárrate fuerte! Esto sobraba, claro que me iba a agarrar y con todas mis fuerzas.

No sé porqué un trayecto que hago yo andando en  40 minutos tranquila relajada y contemplando mi alrededor, lo tenía que hacer en 10 con el alma en vilo.
Iba tan agarrada a él, que creí que me iba a fundir con su cazadora. Cerré los ojos, pegue la cabeza a su espalda y me dije-¡que sea lo que Dios quiera!. Y arranco.

Nunca había contado todas las rotondas que  existían desde mi casa, adonde iba todos los días. Pero os aseguro que desde el sábado pasado las cuento una a una.
Me aferraba tanto a él que pensé que tendría que mirarle  las costillas flotantes para ver si le había roto algo.

Cuando llegamos a casa, dijo, ¡ ya estamos! Me tome mi tiempo para bajarme y quitarme el casco que comprimía todas mis ideas. En el momento que me liberé de él, comenté,¡ no vengas más a recogerme me gusta llegar andando!.
Me miró, se rió y me dio un beso, diciéndome ,¿ves como no pasa nada?.

Os aseguro que nunca he comprendido lo de la velocidad. Si tengo que estar en un sitio a una hora determinada ,salgo antes y punto ¿de qué me sirve hacer un trayecto que dura una hora y media a cien, hacerlo a cientos veintitantos, solo para ganar como mucho veinte minutos? para mí, no merece la pena.
Se lo dije así. Pero él con su juventud  se volvió a reír y me volvió a abrazar.

Por eso pienso que la única cura de la juventud es dejar pasar el tiempo.

domingo, 23 de diciembre de 2012

CURIOSIDAD INNATA


Siempre utilizo este trayecto hasta mi medio de transporte para pensar.
Todos sabemos que el cerebro no puede dejar ni por un momento de pensar.  Si alguien lee esto dirá ¿y cuando dormimos? Yo como ser soñante les diría que cuando dormimos , soñamos, que es una forma intima y personal  de pensar.

Desde que recuerdo, he sido siempre muy curiosa, llegando a ser esto algo inherente a mi personalidad. Cuando era pequeña, pensaba en lo que piensan todos los niños, cuando se dan un día cuenta de la realidad que los rodea y de la que de una manera u otra forman parte.

¿De dónde vengo? ¿Quién soy yo? ¿Cómo he llegado aquí? ¿Existía el mundo antes  que yo naciera? ¿Qué hay cuando no hay nada?. Como si nosotros fuéramos  el  “alfa” y  “omega” del universo.

Por suerte vengo de una familia también de curiosos, que a la más mínima duda sobre mi existencia te ponían al día de todas tus preguntas, a cuál más rara, pero que con conocimientos a veces científicos y a veces de lógica aplastante,te explicaban tan claramente y con tanta precisión todo, que me quedaba asombrada al ir descubriendo que yo no era el ombligo del mundo y que la existencia no había empezado por mí, sino mucho antes de cualquier  “yo” individual.

A edad temprana supe todo lo referido a la vida y a la muerte, de forma tan natural, que no supuso ningún trauma saber que mi tiempo era finito y que tendría que vivir cada segundo de él sabiendo que había estado.
Recuerdo ya de adolescente las interminables charlas con mi padre, hasta altas horas de la madrugada. Hablábamos sobre todo lo divino y lo humano, lo posible  e imposible e incluso sobre lo finito e infinito del universo.

Esas conversaciones se grababan tan dentro de mí, que él con la paciencia que le caracterizaba, fue guiándome, sin darme siquiera cuenta, el rumbo que decidí tomar en mi vida, asumiendo mis propias decisiones y no arrepintiéndome de ellas.

Sé, que esté donde esté y aún no pudiendo leer lo escrito, este relato es para ti y que solo tu puede entenderlo.


Clara.

sábado, 22 de diciembre de 2012

19 DE DICIEMBRE: COMIDA DE EMPRESA


Como cada  día a las 7,10 tomo mi transporte público, aunque  suelo empezar a las 8,30 me gusta irme antes para estar bien informada de las decisiones que  normalmente se toman.
Hoy mis sujetos de estudios los centraré en mis propios compañeros de trabajo.

Tenemos comida de Navidad.
En el trabajo era el tema del día, como si nunca hubiésemos comido en Navidad. Algunos compañeros se fueron bastante antes e intentaron convencerme para hacer lo mismo. No, dije, tengo tiempo.
Las chicas tenían que ir a la peluquería y a “chapa y pintura” como ellas lo llaman. Cosa que por otro lado no comprendo. Tener que arreglarse tanto para una comida, cuando allí nos veíamos todos los días con uniformes blancos o azules, según el caso. Terminé mi turno y me fui a mi casa.

Ducha rápida y reparadora, tenía tiempo. Mire mi cabello en el espejo y ¡oh! ¡ Que desastre!. Cada folículo piloso de mi cuero cabelludo, hacía mucho tiempo que había decidido crecer en libertad, cada uno por su lado, no atendiendo a las reglas de la igualdad: todos para el mismo sitio. Tome el secador y lo sequé enérgicamente, de todas formas seguirían  igual, cada uno a su historia.
Me puse unas botas de tacón alto, demasiado para mi gusto. Me coloqué en un vestido gris oscuro y fui al dormitorio de mi hija a por la chaqueta roja, corta y de cuero que dos años antes me había comprado YO, con tanta ilusión, en Holanda en la plaza Dam de Ámsterdam, y que tenía opción de usarla cuando ella decidía no ponérsela con algún vestido, pantalón o falda. De paso tome un foulard que hacia juego y algo que me colgué al cuello.

De nuevo miré mi cabello en el espejo de su dormitorio ¡ qué desastre! Volví a pensar.
Apresé un bote de laca que ponía “ fijación extrafuerte” la solución creí, intenté que mi flequillo quedase como todos los flequillos del universo, para un lado, misión imposible. Eché más producto y parece que lo doblegue un poco. Durará una media hora en su sitio, perfecto. Puse algo de maquillaje, para no hacer honor a mi nombre, algo de brillo en los labios y listo.

Estaba perfecta, como siempre. Creía.

Esta vez, cogí mi coche, casi era la hora.

Cuando llegué ¡oh! mundo mágico del disfraz ¿ dónde estaban los compañeros de trabajo? No los conocía, aunque ellos a mi sí, porque los hombres se apresuraron a saludarme con un beso y un abrazo  incluido. Las chicas solo levantaron la mano desde su sitio.

Nos sentamos a la mesa. ¿Aquí habrá, algo que yo coma? Pensé. Como siempre acabé tomando en un Brasador pincho de tortilla de patatas y algo que preferí no preguntar lo que era.
La conversación siento decirlo no era amena. Trabajo, trabajo y más trabajo. Me excusé pronto, no quería estar allí y no estaba a gusto, me sentía desubicada y me fui.

 Al llegar a mi casa me metí en la ducha para quitar la porquería que había puesto en mi pelo, que por cierto, de poco sirvió. De nuevo le di libertad a mi cabello para que hiciese lo más conveniente. Me embadurné el rostro y el escote con protección del  50 para mantener a raya mis pecas. Como una buena amiga dermatóloga me aconsejo.
 Me puse unos zapatos planos y un pantalón. Y con la misma firmeza que sientes cuando sabes lo que quieres. Llamé por teléfono a mi marido, lo recogería en media hora. El resto de la tarde lo dedicaría a lo que más me gustaba. Pasear con él.


jueves, 20 de diciembre de 2012

CADA PREGUNTA, UN MUNDO NUEVO


Nuevo día. ¡a comérmelo!.
Me dirijo a mi transporte público, mientras pienso que un buen sujeto de estudio lo puedo tener en mi propia casa.

No es que las mujeres seamos más inteligentes, simplemente en nuestro cerebro las prioridades se identifican en distintos lóbulos cerebrales. Hecha esta aclaración, procedo a su demostración.

Sujeto masculino de tu casa, que se hace una tostada. A voces te pregunta: ¿dónde está la mantequilla? Ante esta pregunta te quedas anonadada y contestas: en el frigorífico. A los diez segundos, oyes una voz que viene del frigorífico y dice: ¡ no la veo!.

Dejas de hacer lo que tienes entre manos, sea o no importante, vas a la cocina, le sacas la cabeza del frigorífico y se la das. ¡ Anda! Dice riéndose, no la había visto.

Y es que los hombres tienen una visión frontal, si no está delante no lo ven. Las mujeres tenemos una visión fronto-lateral, si no está delante pensamos que el frigorífico tiene rincones.

Lo mejor es cuando te dicen ¿dónde están las camisetas?, sientes perplejidad, piensas- las camisetas están donde están todas las camisetas del mundo, en un cajón desde hace veinte años.

Pero lo que me ha hecho pensar en mi nuevo sujeto de estudio ha sido lo siguiente, una pregunta nueva: ¿dónde está mi chándal azul, gordi?

 Eso de “gordi”, remata la pregunta. Cuando tienes una talla 38 y te sobran dos dedos en la cintura del pantalón. Dejas de oír y te dices: ¡pero si mis amigas dicen que tengo el cuerpo de una sirena!, ¡si peso 6 kilos menos de lo que mido en centímetros!, ¡si todo me sienta bien en los probadores!

Y pasas a preguntarte, ¿será por eso, que a cada momento me dice que como poco y está  trayéndome a esta mesa, desde donde escribo ahora, pequeñas chucherías? Unas almendras, yogur, algunas galletitas saladas, etc. ¿Será para llamarme  “gordi” con propiedad?

Contestas de mala gana y pronuncias un “no” que suena a sentencia.
Insiste - cariño ¿estás segura de no haberlo visto?. “No” vuelves a responder.

Seguramente, nuestras parejas piensan que cuando no trabajamos y estamos un día de descanso, mantenemos un tête à tête con sus ropas, sobre todo con los chándales azules, que por otro lado no sé porque un chándal casi siempre tiene que ser azul.
Entonces, cuando giras un poco la cabeza, te lo encuentras detrás  mirándote con pena y diciendo con angustia: no lo encuentro.
A lo que respondes: ¿has mirado en el ropero, primer cajón, mano derecha, encima de la sudadera gris con rayitas blancas en los costados que te regalé el año pasado, que aún no te has probado, ni te has puesto y que no sé, si te está bien? Y te contesta: ¡no, ahí no se me había ocurrido!

Hombres del mundo, no quiero que penséis que es una crítica, es sólo la demostración de que en los cerebros, varían las disposiciónes de las prioridades, cambiando estas de un sexo a otro.

Pero por favor no llaméis a vuestras parejas “gordi”,”chati”, “nena”, “cari” o “mami”. Siempre he creído que estas palabras,  son las primeras grietas por donde el amor empieza a buscar salidas. En nuestro diccionario hay palabras bellísimas para llamar a un ser amado y que a las mujeres nos hacen sentir como verdaderas reinas de vuestros corazones.

Por otro lado os diré que las mujeres tenemos, tantos, tantos defectos que me sería imposible utilizarlas como sujeto de estudio, por lo complicado de su funcionamiento neural.

De todas formas os queremos más de lo que pensáis y no podríamos vivir sin este tipo de preguntas tan simples, pero tan tiernas para nosotras, el sexo débil.

En estos pensamientos se fue mi trayecto, pero fueron tan intensos, que me bajé dos paradas posteriores a la mía.

Como casi cada día tuve que hacer parte de mi recorrido a pie hasta mi trabajo.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

LA PELUQUERA DE SIEMPRE


Nuevo día. Perfecto para mí, frío y lluvioso. Nuevas energías por consumir.
A veces me pregunto cómo uso el transporte público, si lo que a mí me gusta es andar. Pero por nada del mundo, dejaría de lado, este estudio exhaustivo, que me he propuesto de las personas.
Mi objetivo era claro, me fijaría en los peinados de las chicas. Subí y fijé mi atención en una joven rubia de melena inmensa y bien tratada. De pronto pensé en mi cabello y discretamente en el espejo de mi teléfono me miré, ¡ Santo cielo!, ¿cómo habría podido crecer tanto mi flequillo sin darme cuenta?.
Me bajé tres paradas antes de la mía y me dispuse a llamar a mi peluquera, que como un cirujano reservando quirófano para tener el material adecuado a la operación,  me hizo las preguntas pertinentes.
¿Qué va ser?: Moldeador, ahuecador, alisado,  corte, color, mechas, reflejos, brillo, marcar y peinar, algo especial.  Ante tanta pregunta me abrumé, yo solo quería cortar un poco mi cabello y se lo hice saber.

Haber, me dijo: tengo jueves tarde  libre a las 7,30. Acepté la cita.
Llegó el día y a las 7,25 estaba allí, puntual como en la cita de un médico, de nuevo las mismas preguntas, pero ampliadas, ¿algún champú especial? No conteste. ¿Te pones, espuma, queratina líquida, seda natural,  una ampollita de algo? negaba todas sus preguntas, ya con la cabeza.
Además  de no querer nada de eso ,más de la mitad de las cosas no sabía ni que existían.
Te vendría bien un baño de color, más que nada para aclararlo, resaltaría más el claro de los ojos. No, volví a contestar.
Me gustaba mi pelo, su color, su brillo y su textura, porque  eran mías, desde siempre.
Tienes el cabello muy cuidado dijo. Me sorprendí a mí misma, pensando: ¡ lo tengo bien porque no dejo que me lo traten las peluqueras!
Se empeño y me puso espuma, me peinó y me fui a mi casa.
Cuando llegué me metí en la duchas y dejé que el agua clara y limpia corriera por mi pelo.
 Me puse mi chándal y los deportes y me fui a correr .

lunes, 17 de diciembre de 2012

YO


A veces puedo llegar a comprender como tanta energía y vitalidad, puede molestar e incluso cansar  al resto de las personas. Pero yo soy así . No quiero pasar por la vida sin saber que he estado en ella. Me gustan las cosas, las personas, los animales, los arboles, el mar…. Todo lo que está a mi alrededor tiene algún encanto especial para mí.
Como una vez me dijeron, soy energía pura, me definieron tan bien, que no supe contestar.
Esa persona apenas me conocía y dio justo con la palabra que me define: energía.
Todo esto pensaba yo,  mientras caminaba para ir a mi transporte de todos los días que me llevaría a mi trabajo, donde esa energía que dicen que desprendo hay personas que saben apreciar y beneficiarse de ella.

Y como todos los días descubrí, que yo misma era mi objeto de estudio.
Hoy no subí, fui caminando, mientras el aire frío y húmedo me acariciaba el rostro.

DIOS NOS SALVE DE LOS CLONES


Mismo trayecto, de todos los días. Hoy entraba algo más tarde,  iba a trabajar después de mi piscina diaria.
Mi transporte lleno de estudiantes. No sé por qué ser estudiante indica tener que llevar una mochila inmensa, como verdaderos alpinista.  La música puesta con los auriculares del teléfono y a la vez ir mandando mensajes a otras  personas  que en pocos minutos vas a ver.
 Todos eran iguales.
De pronto, me sorprendí a mí misma, diciéndome: Dios mío  son clones, nos invaden.

Bajé dos paradas antes, para dejar sitio a esa nueva tribu.





domingo, 16 de diciembre de 2012

CARTA A MI VECINA CARMEN

Querida vecina Carmen:

Me encanta que sea tan buena vecina y que se preocupe tanto por mi vida y por la de los míos. Pero permítame hacerle algunas reseñas.

 Cuando salgo a las 7,00 de la mañana usted siempre está limpiando su patio, cosa que me parece elogiable, comparado con el mío que está lleno de hojas de helechos, pero que a mí me gusta así, para que mi perro se sienta en libertad porque parece una selva y a mi me hace sentir mejor, dándole un poco de esa libertad que se robó cuando decidió ser adoptado por nosotros. Pero por favor, no me tenga todos los días 10 minutos hablándome de lo buenas que son sus sobrinas y de lo mucho que la quieren. No me las venda, no compro sobrinas ajenas porque tengo una propia y me basta, además mi hijo tiene novia, cosa que usted naturalmente no sabe, porque para usted los asuntos de mi familia y los míos  propios son –top secret-. También le diré que salgo y entro a la hora que me da la gana, he luchado mucho por mi independencia y la de los míos y no la voy a perder por usted.

Además ,cuando me pregunta que cocino que huele tan bien, añadiría que la mitad de los días no sé qué se va a comer en mi casa, porque hay una señora que se encarga de todas esas tareas para las que yo no sirvo y son tan difíciles para mi,  a la cuál  quiero como si fuera la hermana que no tengo y en la que si confío plenamente.

También me atrevo a comentarle que cuando estoy en mi azotea y usted por “casualidad” llega a la suya y me ve mirando al cielo, no estoy esperando hacer un estudio comparativo de las nubes, de las cuales solo sé que son o blancas, grises o negras sin saber que significan cada cual. Miro al cielo para relajarme, pensar (yo pienso),  buscar y encontrarle un parecido inmenso con el mar.

Como comprenderá esto no se lo puedo decir directamente, porque subiría muchos puestos  en su lista de vecinos raros, y creo que ya estoy suficientemente alta.

Al mismo tiempo, estaría dispuesta a renunciar a su bizcocho bisemanal si usted fuese capaz de devolverme mi palabra de amistad.

Sabe que me tiene para lo que desee Dña. Carmen, que la llevo al hospital a horas inesperadas, siempre porque no desea  molestar a sus encantadoras sobrinas que tanto la quieren. Pero por favor Carmen déjeme vivir a mi manera. A veces creo que la voy a ver aparecer en la intimidad de mi dormitorio.

Señora Carmen ahora se supone que le tendría que pedir disculpas y decir que siento lo que he escrito, pero no es así.    


Un saludo, Clara.

sábado, 15 de diciembre de 2012

MI DON QUIJOTE

Llegué a mi parada de costumbre, por Dios que de gente – pensé. Esperaba mi turno de subida, cuando un caballero alto y guapo en su juventud, abrió ligeramente su brazo derecho y tocando mi hombro izquierdo me invitó a subir, lo agradecí con una sonrisa,  que fue correspondida, no hablamos pero me agradó el gesto.

Al día siguiente, me apresuré para volverlo a ver.  Podría ser un sujeto digno de mi estudio. No estaba y me decepcioné. Subí a mi transporte y lo vi sentado junto a la ventana en el otro asiento había un maletín, que se apresuró a quitar cuando me vio entrar.  Con una mirada me indicó que ese asiento era para mí.

Aunque hago todos los días el mismo trayecto. Sólo lo veo los lunes y jueves, pero sé que él estará esperándome y qué como siempre me indicará,  con sus ojos de haber visto toda una vida, mi asiento a su lado. Nunca hemos hablado, pero sé que  él, es mi amigo.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Yo soy tu mami


Mi recorrido diario me lleva hoy a un estudio introspectivo de un miembro joven de una familia cualquiera.

Cualquier madre tiene dentro de sí, un ser distinto y desconocido para sus hijos.

A veces pensamos que  mamá o mami. Engloba a la totalidad del ser de  una mujer, pero no es así.
Sería preciso que nuestros vástagos nos viesen trabajando en nuestros puestos de trabajo, para que además de como mami, viesen que somos verdaderas fieras luchando por otros motivos.

Así lo decidí, y un martes complicado de trabajo, pedí un permiso especial para que alguien de mi familia me viese trabajar. Se quedaría en la antesala, no podía estar dentro, pero vería lo suficiente para darse cuenta que detrás de la palabra mamá había alguien más.

Fue un trabajo difícil y complicado y a mitad de él, llegue a arrepentirme de que estuviese ahí. Pero como siempre pienso. Lo hecho, hecho está.

Cuando salí, lo vi pálido, no me dio tiempo a decir nada, incluso sus ojos me miraban de forma distinta, solo dijo mamá y se abrazo. Creo que llego a llorar, porque sus ojos claros estaban húmedos.
 
Desde entonces se que cuando dice mamá, ve a alguien más dentro de mí.