Volvió a
mirar la fotografía y como cada día pasó la mano suavemente solo con la yema de
los dedos para no estropearla, quería tenerla hasta que sus sueños se
realizasen, siempre pensaba lo mismo cuando hacia ese gesto, diciéndose para sí:
¡pronto te veré!
Tenía
cientos de postales de todos los lugares que tendría que ver algún día, pero
ese lugar era muy especial para ella, en su interior sabia que llegaría. Y ese
lugar y otros muchos más lejanos fueron llegando poco a poco, cada uno a su
tiempo.
Cuando
éramos estudiantes, como todos los estudiantes que tienen un nivel determinado
de conocimientos en algunas de las materias que trata, intentas dar clases
particulares o buscarse un trabajillo. Es importante buscar un dinero extra
para los propios gastos, que en mi caso eran muy pocos. Soy del grupo de los que necesitan poco.
A mí que me
den bolígrafos, bastante papel y libros y que me manden a una isla que seré la
persona más feliz del mundo, todo lo que vaya necesitando lo iré buscando como
sea y como inventiva no me falta, pues todo solucionado. Pero esto las personas
que estaban a mi alrededor no lo consentían y menos mis padres… cuando vivía
con ellos, pues me dediqué a viajar a lo “pobre”.
Recuerdo en
aquella época tener siempre la mochila preparada, había cosas que nunca salían
de allí. Como en la de mis amigos, éramos todos muy perecidos a la hora de
pensar en ciertos temas.
Me hicieron
responsable, independiente y libre, pero con estas tres ideas que me inculcaron
también entró en mí la rebeldía.
No me
conformaba ni aun hoy me conformo con situaciones que veo, antes las combatía
solo con esa rebeldía descontrolada de la juventud, ahora lo hago con
inteligencia que es el mayor arma que tiene el ser humano. Y ahora comprendo que
estos sentimientos son la mejor herencia que me han podido dejar mis progenitores.
Éramos un
grupo de amigos tan iguales, que cuando nos reuníamos arreglábamos el mundo en
un momento y siempre había alguien que terminaba diciendo, cuando llevábamos un
tiempo de debate: “si todos pensásemos así, el mundo sería distinto, sería feliz”
esta era la frase que ponía punto y final a los problemas del mundo. Porque
realmente era lo que pensábamos todos.
Esa rebeldía
aun hoy día me trae problemas y cuando alguien no tiene argumentos para rebatirla
te dicen en tono no muy gradable…”rebelde sin causa”…”abogado del diablo”…”eso
no sirve para nada”…”no te metas en líos”…”¿qué necesidad tienes, tú?... ”hay
más gentes para eso” etc. Son frases que aun hoy las sigo oyendo y van
dirigidas a mí, pero me importan tan poco como en aquella juventud.
La rebeldía
no es un estado de ánimo subjetivo es un estado del alma y ahí poco se puede cambiar.
Es cierto
que en mi época de universidad me metí en algunos problemas, pero esto hizo que
me diese cuenta que ser rebelde no es solo gritar sin causa sino con
argumentos.
La “pluma”
puede ser más rebelde que el grito más fuerte jamás pronunciado por nadie.
Pero me da
igual, si es lo que siento es lo que hago. Y por otro lado nadie tiene que
saber lo que hago, cada uno lleva su lucha, sus ideales y su propia vida a su
manera.
Pues sí, mi
mochila la cargaba tanto y aprovechando tanto cada hueco que no había sitio ni
para un poco de aire dentro de ella. Mi madre se encargaba de llenarme los poco
huecos que quedaban con montones de barritas energéticas, siempre me decía que
eran para alguna emergencia. Cuando había que echar mano de estas barritas, que
era siempre, también descubría que en mi ausencia había metido algo de dinero
que no me daba en mano, porque sabía que no lo hubiese admitido y así fue,
nunca lo gasté, pero las barritas se las agradecimos todos más de una vez.
Íbamos
varios amigos, el padre de una compañera nos recogía de casa en casa. Hemos
llegado a meternos en un mismo coche siete personas, dos mochilas y el
conductor las mochilas restantes iban en el maletero, bueno el coche era algo grande
en verdad. Nos aparcaba a todos como él decía, en el medio de transporte
elegido, ya fuese tren o autobús. El avión era privativo para nuestra economía.
La forma de
elegir el sitio era muy fácil, cada uno decía el lugar preferido por él,
siempre dentro del territorio nacional, no había presupuesto para grandes
viajes.
Una vez
elegido, poníamos el dinero que habíamos conseguido con los trabajillos extra y
que todos los meses depositábamos en la hucha que tenía un compañero en su
casa.
El estudiaba Ciencias Económicas y por eso lo elegimos por unanimidad, no
tenía nada que ver la carrera suya, pero la madre solía poner algo en ese bote
y él mismo decía que era más rentable.
Con el
dinero en un lateral del mapa abierto, sobre la mesa del comedor de casa de mis
padres, íbamos haciendo cálculos, nada de lujos, pocas salidas nocturnas, mucha
naturaleza y por supuesto nada de comer afuera, lo que comiésemos lo teníamos
que prepara nosotros mismos, ya fuese en camping o en campo con tiendas. Eso sí,
siempre dejábamos un tercio del dinero para una emergencia, pocas veces se tocó
ya nos preocupábamos nosotros para que no hubiesen emergencias, porque así ese
dinero volvía a la hucha para la próxima escapada.
Se señalaba
en el mapa con lápiz el sitio al que quería ir cada uno e íbamos descartando
los más lejanos, no había presupuesto. La forma de ver los más lejos, aunque
pareciesen cercas el uno del otro era con una regla, no por kilómetros que sería
lo mas lógico, nosotros utilizábamos una regla. Se ponía en el punto de partida
y se medían los centímetros hasta el punto elegido por cada uno, íbamos
apuntando y según el dinero que tuviésemos ahí se iba.
La mayor parte de estos
viajes o escapadas los hacíamos aquí en Andalucía mi comunidad autónoma, nunca
nos daba el dinero para más, esto ha hecho que conozca muy bien el lugar donde
vivo.
Mi única condición,
que no siempre se podía cumplir, era que tuviese agua pero al final me amoldaba
a la mayoría, eran mis amigos y sabía que no todos tenían mis gustos. Así que
casi siempre era alguna ciudad, pueblecito o sierra.
Aquí empezó
mi afición a las fotografías de cosas poco importante para muchos. Mientras
algunos hacían panorámicas, yo hacía fotos de plantitas, trozos determinado de algún
árbol, hojas, tierra, algo que me llamase la atención, etc. Que después las
utilizaba para forrar mis carpetas. No tenía grandes ni espectaculares fotos de
los lugares, tenía trozos de mis lugares.
Las fotos
del grupo siempre era mi amiga María la encargada de hacerlas, nos sacaba a
todos monísimos… éramos jóvenes, también hay que decirlo y en general todos los
jóvenes son guapos. Ella llevaba siempre un trípode, que cuando se cansaba de
transportar en un lugar de su gran mochila, nos lo daba a alguno de nosotros .
No concebíamos un viaje sin María y su trípode plegable, decía que entonces
ella no salía en las fotos de grupo y que si las hacía otro siempre faltaría
alguien, por este motivo el trípode era uno más de los viajantes.
Nada de eso
se ha perdido en nosotros, son mi grupo de amigos con los que a veces me reuno charlamos y tomamos café
algunos viernes por la tarde y con los que comparto algunas aficiones y muchas
ideas.
Ya no
salimos con mochilas, ni tenemos una hucha, pero una de las cosas más
importantes que no hemos perdido es nuestra forma de pensar.
Como siempre el alma es la que nos roba lo mejor que hay en nosotros, para que nunca olvidemos lo que fuimos.
La forma de pensar es lo que siempre nos queda al final...
ResponderEliminartodo lo que vivimos hace que seamos como somos y en esencia, esa forma de pensar, aunque va modificándose con el tiempo, es lo que nos mantiene el alma joven para siempre.
La forma de pensar se va modificando con el tiempo porque maduramos, pero es cierto que la esencia permanece Madamme Veneneuse, pero no estoy de acuerdo con usted en que sea eso lo que nos mantiene el alma joven. Pienso que el alma nunca envejece porque para mi es toda energía.
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