domingo, 9 de junio de 2013

LO REPETIRÍA OTRA VEZ...



Llegué tarde, bastante, no porque me hubiese entretenido, solo llegué tarde.

Al entrar dije ¡hola!, ¡ahora vuelvo!, tomé la cámara de fotos y subí corriendo las dos escaleras que me separaban de la azotea, mientras subía, pensaba a cada salto de escalón: ¡no llego! Recordé que la luz de la azotea se había fundido hacia unas semanas, de nuevo bajé corriendo y tomé una enorme linterna que nunca supe cómo llegó a mi casa, pero que por arte de magia siempre tenía pilas de repuesto, en un cajón del mueble de la entrada. Volví a subir esta vez con más prisas que antes, mientras intentaba colocar las pilas sin que se cayesen.
 
Al abrir la puerta, casi me encuentro con el espectáculo, no había comenzado aunque ya se divisaba algo, faltaban unos minutos para que la obscuridad fuese total, solo la luz de la Luna su brillo y la alineación de esos planetas, era lo que necesitaba para hacer esas fotos tan magnificas que iba a tomar. 

Preparé la cámara a oscura y conecté el flash.

Es una cámara buena y sabía que haría las mejores fotografías, después algunas las mandaría a mis amistades, pero siempre hay otras que creo que son más especiales, no mejores, solo más especiales y las guardo para mí.

Me quedé absorta mirando al cielo, ya estaba oscuro, pero seguía tan distante, misterioso y sabio como siempre que lo miro. Respiré profundamente, pensando que podría olerlo.

Enfoqué con la cámara, pero la volví a bajar, ¿y si todo ocurría mientras yo hacia las fotos?, me lo perdería en directo y no es igual ver por un objetivo que con tus propios ojos, tenía interés en un solo momento de la alineación, duraría en esa posición…unos escasos dos o tres minutos.

Decidí no hacer fotos, total las fotos son para el recuerdo y ese no se me borraría.
Si la vida y la naturaleza decidieran que en un momento dado de mi existencia, ya no puedo recordar, ¿para qué quería las fotos?, si ya habría olvidado el momento, ese preciso instante. No recordaría nada de él y no sabría porqué las hice.

Noté como entraron en la azotea y me pusieron un brazo por encima de los hombros haciendo una leve presión con la mano, sin hablar. Sabían que ese momento era importante para mí y que estaba dentro de mis cosas tontas importantes. Advertí, como sin decir nada y siempre en silencio se descolgaba la cámara de mi cuello y acto seguido saltaron varios flash, mientras yo disfrutaba de aquel hermoso espectáculo.

No sé cuánto tiempo permanecí así. Hasta que me dijeron, hace frio: ¿vamos adentro?, claro – contesté.
Me sentí infinitamente pequeña después de lo que había visto. Yo era menos que la partícula más insignificante y pequeña del universo y sin embargo podía admirar su belleza y formaba parte de él.
Por unos instantes pensé: “Qué poderosas energías se habrían podido reunir para dar paso a algo tan bello como la vida”. Seguramente nuestra existencia nos preparé para volver de dónde venimos y realmente solo seamos visitantes de este espacio-tiempo. Lo leí una vez, pero ahora lo comprendía.

Me sentí feliz de estar allí y ver lo que acababa de observar.

Entramos en la casa, pensaba que la belleza que acababa de contemplar en el cielo tan negro no podría tener fin nunca. Y sin ningún motivo me acordé de una canción que llevo en el teléfono con otras muchas que escucho cuando decido irme en coche por algún motivo y que hace que baile cuando estoy contenta y ahora lo estaba, me puse los cascos los conecté a mi música y empecé a oírla y como dice la canción : “ha sido divertido lo repetiría otra vez…” Yo repetiría una y mil veces la aventura de la vida, con los mismos errores, porque fueron elegidos por mí y nadie me empujó a que los cometiera. Aunque la vida en su baile me volviese a pisar los pies las mismas veces. 


Comenzaba la canción cuando me dirigía a la cocina seguida de mi perro. Era hora de preparar algo para la cena.

Los problemas cotidianos, en esos momentos perdieron toda su importancia.



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