miércoles, 9 de octubre de 2013

EL CLUB DE LAS CABEZAS BLANCAS



Me dijo que me había conocido por casualidad. Yo no creo en las casualidades, pero lo acepté como tal.
Me parece que cada persona, cada cosa, cada experiencia en la vida, tiene una finalidad, que por supuesto yo no sé cuál es, pero los hilos del destino son de seda, finos y resistentes.

La verdad es que me conocía de todos los días cuando pasaba por su lado y daba los “buenos días, tardes o noches” o simplemente un ¡hola!, pero jamás oí un sonido salir de su boca o de las bocas, porque a veces, iba en compañía. Pero el tema de los “saludos mañaneros” cada uno lo lleva a su manera y yo lo llevo bastante bien. Da igual que lo contesten o no, para mí son “buenos días “y me siento feliz de que amanezca un día más. El sol, el agua, el viento, o lo que tenga ese día, se que en una pequeña proporción, la que me toque en el reparto de entre toda la humanidad, es mía, solo para mí y pienso disfrutarla. Al final… es lo que nos llevamos, disfrutar el momento, las cosas desagradables de la vida llegaran solas.

Vino a mí, por un problema médico que creí era importante. Era la amiga de una conocida, que más tarde deduje que había pertenecido al mismo club, pero que lo abandonó al encontrar pareja. La tenía que ver un oftalmólogo y le indiqué el procedimiento. Primero su médico de familia y este la remitiría a un especialista.

Una vez que obtuvo la cita con el especialista, me pidió otro favor, que la acompañase. Dijo que se sentiría sola y desorientada en el hospital, que nunca había ido a aquel lugar tan grande y con tantos pasillos, que le parecerían todos los pasillos iguales como un laberinto, me eché a reír diciendo:  “si me oriento yo, se orienta cualquiera”. Le comenté, que lo dijese en la entrada y le dirían a donde dirigirse sin pérdida alguna, pero volvió a insistir… y yo, que a veces, me paso de servicial, dije : ¡vale, voy contigo!
¡La cita es a las ocho! – bien allí estaré, en la entrada, te llevo y te dejo en la consulta. ¿No puedes entrar? – no tengo tiempo, solo el tiempo de decirte donde es e irme -¡por favor!. Un nuevo ¡vale!, salió de mi boca sin yo querer, porque pasó directamente del corazón a los labios sin detenerse en la cabeza y aun pensando que estaba abusando de mi amabilidad lo hice y estuve en la consulta.

La esperé en las escaleras y no venía sola, no, la acompañaba otra amiga. Esto me pareció extraño, si decía que no tenía con quien ir, ¿qué hacía una amiga allí?. Omití el detalle y entré con ellas. Era cierto, era grave y había que comenzar un tratamiento de choque rápidamente.
Al principio serian diez inyecciones en uno de sus ojos y después según mejoría y criterio del especialista, se ampliarían o se decidiría por el laser. Noté tanta angustia, desesperación e incertidumbre en ella, que le prometí que estaría en todas las sesiones, si eran en ese hospital. También tuve que arreglarle los papeles para que no la trasladasen a otro.

Así fue como comenzó mi “amistad” con el club de las cabezas blancas.

Con el tiempo, he sabido, que conocían más de mi vida de lo que yo nunca hubiese creído. Horarios, algunos gustos, familia, mis horas preferidas de caminatas y lo que más me extrañó, sabían el ¡número de zapatos que uso!, dicen que una vez coincidí en una zapatería con una de ellas y pedí dicho número. Me quedé asombrada, ¡ mi número de zapato!, ¡madre mía!, ¡ qué investigación más exhaustiva habían hecho sobre mi persona! Y yo pensando en vivir, sin fijarme en los gustos, costumbres y usos de los demás. Solo en vivir y dejar que los demás vivan como quieran o como sean más felices.

Por ellas, son cinco, he sabido que son todas solteras. Bueno una fue reincidente en el matrimonio, se casó dos veces, pero asegurando, sin yo preguntarlo, que jamás había estado enamorada de ninguno de sus maridos. “Era lo que había que hacer” – dijo. ¡pero!,  ¿cómo lo que había que hacer?, ¿no ha estado nunca enamorada? - ¡no! -¿usted no ha sentido salir su corazón por la boca, cuando estaba con otra persona?, ¿reírse sola sin saber, por qué? O ¿esperar cualquier noticia de él, para saber simplemente que está bien?- ¡no!, “eran otros tiempos” – decía. Pero ¿y el amor? - ¡anda, anda, mujer! “lo importante era no estar sola” - repitió. El amor se acaba - ¡o no se acaba! –decía yo, indignada. ¡Pero casarse dos veces, sin sentir que el mundo se hunde si no está la otra persona!, ¡no me lo puedo explicar!. Es usted una mujer de sentimientos muy fríos, le decía riéndome – ¡no, soy una mujer con mucha cabeza! – contestaba. Y yo pensaba, que debía ser cierto porque tenía una cabeza excesivamente grande para un cuerpo tan pequeño y por lógica tendría más materia gris que la mía.

Yo me pierdo porque pienso con el corazón y no canalizo los sentimientos con el cerebro. 

Con el tiempo me ha confesado, que solo estuvo casada una vez, que el segundo era un compañero sentimental con el que vivió algunos años, pero que llegó a tomarle cariño y casi al final, por distintos motivos de herencia, el hombre, que realmente la debía querer, le insistió para que se casara con él y ella por no darle el “disgusto” lo hizo, pero que realmente no fue un matrimonio. Ahí dejé de preguntar, porque ya no comprendía nada. Solo sonreí.

Empezó a entrarme curiosidad por el grupo, pero creo que ellas sentían más curiosidad aun por mi vida. Cuando mi vida, es de lo más común, hago las mismas cosas que cualquiera y a veces sin ganas, pero las hago, estoy triste, alegre, preocupada, en fin, como todos. Salvo para algunas personas, mi existencia carece de total interés.

Me preguntaban cosas, muchas cosas y algunas las respondías claramente y otras las evadía. Y yo… pues empecé a preguntar, igual que ellas.
Por eso supe, que se conocieron en una reunión, de no sé qué cosa, creí que sería algo de religión, por la similitud en sus ropas y en general sus gustos ¡no sé, por qué pensé esto!. Pero el hecho de verlas siempre en grupos de dos o tres y además que eran intercambiables entre sí, me lo hizo creer. Lo realmente curioso, era que se habían conocido en una asociación de vecinos y se reunían algunos de ellos para ir a un bingo. Jamás me las podría imaginar en un bingo, ni en ningún lugar de entretenimiento o diversión. Pero si hasta para ir al cine leen el argumento, no vaya a ser que infrinja la trama de la película algún mandamiento contra su pudor y alcurnia.

Un día, ellas, que llevaban todas el mismo color de tinte en el pelo, rubio nº8 me dijeron, decidieron que ya no se teñirían más y comenzaron a dejarse el pelo blanco, además todas llevaban una alianza de casada, decían que era por si algún hombre pensaba mal. El anillo daba respetabilidad, según ellas. Como si el respeto se llevase en el color del cabello o en un dedo. Por otra parte, ¿no sé… qué es… que un hombre piense mal?, ¿mal de qué?, ¿de que le guste una mujer o de que le gustase una de ellas?.
Ninguna había encontrado el hombre adecuado en su vida, todos tenían algún fallo, “los hombres solo dan trabajo” decían y yo riéndome más que nunca les contestaba y amor y calor y la alegría de estar con la persona que quieres. ¡qué va mujer, trabajo nada más!. Sentía pena de que ninguna de las cinco hubiesen estado jamás enamoradas.

En cuanto a las alianzas, creía que era un símbolo, como los que tenían estipulados los piratas, cuando pasaban por el cabo de Hornos, llamado antiguamente cabo de las Tormentas. Era el símbolo de haber pasado con éxito por allí y se perforaban un orificio en una de las orejas colocando en él un aro de oro, para que todos pudiesen verlo.

Al principio fueron cuatro, ya que como he dicho, una de ellas estuvo casada y no perteneció al grupo, hasta que no enviudó por segunda vez.
Las de bingos, critiqueos e investigaciones sobre los demás que se debió perder, esa mujer. Por eso era, creo, a la que más le explicaban las cosas. Pertenecía al club, hacia solo seis años. Desde que su difunto “que en gloria esté” se fue de su lado. Conociéndola, seguro que el pobre hombre está en la “gloria” como ella dice. Me parece que la alcanzó en el momento de su último suspiro y más que irse de su lado, el hombre huyó.
Se conocían de toda la vida y cuando se ponían a hablar decían : “ he visto… a tal persona…¿ quién es?- preguntaba una. ¿no te acuerdas de… tal y cual, que el padre era primo de Gonzalo, sobrino de Jesús, que estuvo casado con María, de la que tuvo dos hijos y uno emigró a América… cuando mi padre aun vivía? – ¡no!, contestaba algunas de las demás. ¡sí, mujer! Que ella tenía un amante secreto y lo sabía todo el mundo, - ¡no sé! – volvía a contestar alguna. Pues he visto al primo segundo de María, por parte de madre. Las demás contestaban ¡ah!, y zanjado el tema. Y yo me preguntaba, ¿cuál de ellas fue, la que reveló lo del amante secreto de la tal María, al resto del mundo?.
No somos amigas, yo diría que somos… “conocidas- distantemente- tratables”. Nos encontramos, nos saludamos con amabilidad y hasta dan los “buenos días”.
Pero que sepan mi nº de zapato, no me gusta. ¿quién me dice a mí, que no saben toda mi vida?. Muy pocas personas saben episodios de mi vida y lo saben porque yo se lo he contado y porque he confiado en ellas, no por la investigación que hayan podido hacer sobre mí, o al menos eso creo. Pero estas cinco chicas septuagenarias, no son de mi confianza. Tienen demasiados recuerdos antiguos, demasiadas conversaciones pendientes sobre los demás y lenguas muy afiladas.

Cuando me ven por la calle siempre dicen: ¿qué guapa vas, adonde vas? Y a lo mejor vengo hecha un desastre del trabajo, cansada, con ojeras y deseando llegar a la ducha de mi casa y pasarme debajo del agua media hora sin pensar en nada.
Alguna que otra vez, al verme me han dicho que se reunían en casa de una de ellas, ¿por qué no vienes a tomar café y charlamos? . ¿Charlar de qué?, me digo, ¡si la mitad de las cosas que hablan no las entiendo y no conozco a los ancestros de las personas que veo por la calle! Y siempre doy las mismas excusas : “no tengo tiempo” o “ estoy con el estomago mal…hay un virus, por ahí rodando. Ya saben ese que da fiebre tan alta y deja el cuerpo agotado y sin minerales”.
Cuando digo “no tengo tiempo”, siguen insistiendo. Pero lo del “virus”, es de lo más efectivo que conozco y contestan : ¡ah!, ¡bueno que te mejores! y se alejan, notando yo, como lo hacen más rápido, para que en una respiración mía, no les vaya a llegar el vínculo contaminante.

Tendré que ir buscando otra excusa distinta, la del virus dejará de servir, pronto se darán cuenta que son demasiados virus los que yo adquiero y dejaran de creerla y se me ha ocurrido una excusa mejor. La próxima vez que las vea y me inviten, simplemente diré : “no quiero ir”.

Me parece que incluso hablan mal las unas de las otras, cuando están ausentes.
Definitivamente, este grupo no me gusta nada. Saben la vida de todo el mundo, pero yo tengo ahora algo que los demás no tienen. El saber las vidas secretas de ellas y son tan tristes, apagadas y anodinas como ellas mismas, no me extraña que critiquen las de los demás, porque ellas carecen en sus vidas de cualquier tipo de emoción ya sean buenas, o malas.

La frase preferida del grupito es : “ ¡Ay!, nadie es perfecto”, por supuesto que nadie es perfecto, pero sobre todo ustedes señoras. Me dan ganas de decirles para escandalizarlas, que a mí me gustan las personas imperfectas, las humanas, las que tienen fallos como yo, no las que viven en una urna de cristal, solo para observar el mundo y criticarlo.

Han terminado las sesiones a las que prometí  acompañarla. Tiene que seguir con laser, pero yo no prometí lo del laser. Que vayan las cinco, es más fácil perderse dos que cinco personas.
 
Me pregunto, ¿cómo serían si hubiesen amado, alguna vez?


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