jueves, 14 de febrero de 2013

VIERNES: ¡COMPRA CASERA!



¡Qué bien ¡ acabo de hablar con mi hermano y esto siempre me pone de buen humor. Aunque nos vemos y nos llamamos muy a menudo; bueno, él me llama más. Siempre tenemos una conversación muy fluida, como si hiciera tiempo que no nos vemos.

Comenzamos a hablar y nunca sabemos cómo despedirnos, decimos adiós y surge otro tema, más adiós, más temas. Así hasta que uno de los dos recuerda que es horario de trabajo y que lo que estaba haciendo, antes de esa llamada era importante.

Es temprano pero él sabe que es la forma de poder hablar conmigo tranquilamente y que yo esté en mi casa. Es una de esas personas en las que se puede poner la vida en sus manos y nunca defraudaría a nadie.

Después de esta llamada, vuelvo a la vida real. Es viernes no trabajo.

Por la mañana desde temprano hasta la una o las dos de la tarde, es mi viernes, después, es viernes compartido… con familia… café con amigas… compras caseras… paseo con mi perro… salir entrar… entrar salir…en fin lo que todos hacemos normalmente y que por ser viernes nos parece tan especial.
Hoy antes de dedicarme a todo eso por la tarde. Toca compras caseras, por supuesto en horario de viernes compartido.

Nada importante. Detergentes, suavizante, yogur y algo más que seguramente cuando esté en el comercio recordaré.

Paso antes por los detergentes. ¡No sé!, mi manía de poner en el carro antes lo que más pesa, pero como es lo que más abulta, me parece que la compra se acabará antes.

Sé que es necesario, pero me aburre ir a comprar para la casa. ¡Para mí no!

Siempre digo que el último detergente que compro ha sido, o huele mejor que el anterior, pero cuando llego al comercio y veo tanta variedad, de tantos colores y esos envases con etiquetas tan llamativas, me gustaría olerlos todos.
Cosa que a veces me he propuesto y nunca he conseguido. Me mareo cuando llevo unos seis o sietes, pero hoy haré una excepción. Lo volveré a intentar con más ímpetu.

Los de Marsella descartados no me gustan su olor.

Comienzo por los de tapón azul. Llevo tres y los tres parecen casi iguales.
Ahora por los verde, un olor algo distinto, mas fuerte.
Los rosas, bueno no me desagrada, pero….veo unos con tapón blanco. Leo antes que no sea de Marsella, no olvidaría su olor en días.
¡No, no me gusta!, vuelvo sobre mis pasos y llego a la estantería de los azules. Tomo dos envases y al ponerlos en el carro, me doy cuenta que son los que siempre compro –pienso- ¡qué bien! Eso quiere decir que la primera vez elegí adecuadamente.

Ahora en la otra calle los suavizantes. ¡Uff! Esto es más complicado, hay muchos más colores y muchas más marcas.
Rosas, Jazmín, Zen, Marino, Frescor eterno, Flores del campo… no me atrevo a ir destapando botes, son líquidos y no geles como el detergente y podría pasar algo sin yo quererlo. Además ya podía notar el efecto en mí, del olor de los detergentes.

¿Qué le echaran a esto que “coloca” tanto?  -me pregunté- cuando muy a mi pesar, me sorprendí abriendo un bote de suavizante y oliéndolo.

Bueno había olido uno y no pasaba nada, a por otro. Solo pude oler cinco, realmente me empecé a marear. Tapé el ultimo y cogí uno que ponía “Zen” por lo de la relajación y todo eso –pensé- pero ese, no lo olí.
Ya, daba igual su olor, mi olfato no distinguiría si era bueno o malo. De todas formas se lo tomaría la lavadora, y no yo.

Recordé que tenía que comprar también ambientadores, ardua tarea.
Para mi tienen que ser súper suaves, como si no hubiese ambientador y por supuesto el de olor a manzana descartado. Me gusta tanto esa fruta, que me parece una aberración utilizar su aroma en un mero ambientador.
Destapé un espray, total había olido ya tanta diversidad que por un olor más no pasaba nada.
Pensaba que como casi todos los ambientadores, pulverizan por arriba este también lo haría pero no, me equivoqué. 

Quise darle ese suave toque, que todos hemos dado a algún espray, en un comercio en su día para saber a que olía.

Salió por el lateral y directamente a mis ojos, del impacto se me cayó el bote al suelo, mientras los ojos me quemaban de una manera feroz. Sentí como una de mis lentillas se separaba de mi y rodaba por mi mejilla hasta el suelo. La otra permaneció en su sitio, no sin quejarse.

Recogí el espray, olvidé la lentilla y medio mareada por los olores y no viendo con claridad como a mí me gusta. Me alejé del lugar.

Me dirigí a los yogures. Llevaba en mente, unos sabores  determinados que se toman en mi casa, pero me dio lo mismo. Yo lo que quería era irme ya. Cogí una gran cantidad de los que me parecieron y me fui a una caja.

En el aparcamiento, me quite la otra lentilla y la tiré. ¡Total! Estaría también contaminada.

Me puse unas gafas de sol y me encaminé hacia mi casa.

Al llegar preparé café, alguien de mi familia me preguntó: es viernes, ¿no sales un rato con tus amigas? No –dije- acabo de llegar.

Pensé - mañana sábado  reanudare mis planes. Hoy he tenido bastante.



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