viernes, 29 de marzo de 2013

EL FINAL DE LA HISTORIA



La mujer decidió en ese mismo instante, que esa era el último desprecio que recibía de él, y con la sangre fría que le caracterizaba, cuando quería tener sangra fría, fue buscando una por una todas las cosas que un día le entregó, notaba como una especie de agüilla corría por su cara, pero no se detuvo a quitarla.

Temió perder en ese momento la valentía que sentía para acabar con todo. De una vez por todas. Incluso aquellas flores, ya sin olor que guardaba con aquellos discos de los años antiguos  y que ya nunca mas oiría.

No quería nada que viniese de él… nada.

Desde ese momento, el sería ya un ser invisible ante los ojos de ella.

Ese detalle había sido suficiente para que comprendiese que todo había sido un juego y que como en todo juego no siempre gana el que más se implica sino el más astuto, el más experimentado, el más listo.

Dudó de cada una de las palabras que vinieron en un tiempo no lejano de él y supo que todas habían sido mentiras , dándose cuenta al mismo tiempo que ella había sido una más de su colección de rarezas, guardas en el disco duro de su memoria. Algo más que contar a sus amistades.

Cuando tuvo todo lo de él reunido, como si se tratase de un ordenador dio un “clic” en su mente, hasta le pareció ver escrita la palabra “delete” y todo desapareció para siempre.

Se metió en la ducha donde estuvo bastante tiempo y salió renovada. Hizo una llamada de teléfono a su casa, necesitaba hablar con alguien. Se lo habían advertido hace algún tiempo con una simple mirada mientras le decían: “cuídate mucho”.

A la vuelta seguiría buscando en sus recuerdos, para seguir borrando su mente.

Ya sin tanta tristeza, cerró la puerta y se fue.
                                                    
                                             
                                                                      FIN

                               

Así acababa el libro que había terminado de leer. Lo sostuve un poco entre mis manos y lo arrojé al sillón con fuerza, no me gustaba el final, nunca se me hubiese ocurrido terminar así uno de mis libros.

Eran de esos finales que te hacen pensar y hacen que olvides el resto de la historia.
Había tanta tristeza en él, que por un momento me emocioné pensando en la protagonista de tan triste historia.

Deduje que había sido una necia y que algo así, nunca les pasa a las personas comunes. Me preguntaba: ¿cómo no se había dado cuenta antes?, ¡pero si tenía todos los indicios!, ¡si se lo habían advertido!, ¿cómo cayó en ese error?

De todas formas con ese simple “detalle” la protagonista se había liberado. Ella en un párrafo había dicho: “la primera, la última y la única vez… seguiré con los que realmente me quieren”.

Vi bastante lógico este razonamiento.

Es más cómodo vivir con alguien que nos quiera con valentía y perdonando nuestros errores. Que vivir con alguien a quien tengamos que perdonar nosotros.

Es simplemente vivir, dejar pasar el tiempo, mientras otras cosas van llegando a nuestra vida y van pasando los días.

Por un momento sentí que esa historia no fuese real, me hubiese gustado conocer a esa mujer , hablar con ella, decirle que muchas personas si merecen la pena y que no todo el mundo es igual.

Volví a la realidad, era solo el final de un libro. No iba a dejar que influyese en mi ánimo, era todo ficticio.
Lo recordaría durante unos días y ya está. De todas formas no era un final tan malo, me estaba haciendo pensar.

Ninguno de mis libros los he terminado así, me gusta que el final sea cerrado y que la palabra “fin” tenga un significado contundente, no me gustan los finales abiertos.

Decir que: “a la vuelta seguiría buscando…” dejaba el final abierto.
 
Fin es “fin”, para siempre.

Hacia buen tiempo para mi, llovizna y un poco de aire fresco.

Igual que la “tonta” protagonista decidí tomar una ducha.

Me iba a visitar a mi madre y a mis tías, pero aun estando algo lejos iría andando.

Me recogí el pelo y con unos vaqueros la chaqueta y un paraguas. Le puse la correa a mi perro y salí de la casa.

No me volví a acordar del libro hasta que llegué a mi casa, de noche y lo vi arrojado en el sillón.

Lo recogí, lo puse en una estantería, diciéndome a mí misma “a otra cosa”.

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