jueves, 21 de marzo de 2013

VOLVER A SER TU.



Delgada con ojos inquietos, vi como se dirigía al mostrador de la antesala del complejo deportivo. 
La miré, me llamo la atención estaba algo desorientada, por un momento pensé preguntarle que buscaba.

Pero permanecí sentada en el lado opuesto al gran ventanal que daba a la piscina.

Hizo unas gestiones en la ventanilla y se giró donde yo estaba. Había sitio y se sentó a mi lado. Al instante le dije ¡hola! Y la miré, sabía que le ocurría algo, pero no adivinaba entonces que era. Ahora…ya lo sé.

Contestó desganada y vi en sus ojos angustias y temores. Conocía bien esa forma de mirar. ¿Qué te pasa?- pregunté. Y una lágrima resbaló por su cara. 

Nada - contesto.

Con ese “nada”, mirándome. Me lo dijo todo.

Solo le apunté, ¡vamos es hora de entrar!
Nos levantamos de los asientos y después de pasar la tarjeta de entrada y por el pasillo de los vestuarios se agarró a mi brazo.

Todos en la vida aún sin darnos cuenta hemos tenido una segunda oportunidad, de aliviar dolores y penas.
Estas oportunidades es la misma vida la que se encarga de dártela aunque no se la pidas, no la aceptes o te de igual.

Pensaba… pensativa y recreándome en este pensamiento mientras me dirigía a mi transporte público.

Las segundas oportunidades no vienen dadas de manos de otras personas, sino de nosotros mismos.  Las personas, los “otros” nos abren los ojos y sin darnos cuenta nos orientan, nos hacen ver que las cosas no pudieron ser de otra forma, que en nuestras manos nunca estuvo esa ocasión de cambiar cualquier hecho fortuito que nos invadió nuestro tiempo.

Es hora de ir pasando página al pasado y afrontar lo que realmente tenemos en el presente. Los amigos suelen ser nuestros verdaderos terapeutas.

El pasado no realizado siempre se idealiza, porque quedo en la distancia. Es pasado está atrás y le podemos poner mil fines distintos porque no lo hemos vivido como presente.

Sí yo hubiese hecho esto…Sí no hubiese ocurrido aquello…Sí hubiese sido yo…

Todos son frases condicionales. Un “sí “….con una respuesta imaginada por nosotros mismos  que es la que realmente nos hace sufrir, dudar y dañarnos.

Muchos, casi todos tenemos marcas en el corazón, algunas más profundas que llegan al alma. Pero un día sin saber porqué, sientes que es solo “destino” y nunca hemos tenido el poder de cambiarlo ni de influir en él. Llegamos a aceptarlo con dolor y lágrimas, pero sin remedio y con resignación.

A partir de ahí, comienza en nosotros una lenta recuperación.

En el alma va quedando un dulce recuerdo. El corazón sin darnos cuenta comienza a cicatrizar y también sin darnos cuenta vemos que ya no sentimos tanto dolor, tantos recuerdos y no nos hacemos tantas preguntas sin respuestas.

Ya es hora de que nos levantemos y miremos sin miedo a la vida, de empezar a vivir de nuevo y de saber que los que realmente nos quieren siguen con nosotros, a nuestro lado a pesar de haberles hecho tanto daño con nuestros miedos y nuestras dudas.

Bajé de aquel autobús.

Jamás había visto las cosas tan claras.

Recuerda amiga, todos somos eslabones de una misma cadena, si uno se debilita la cadena se rompe. Esto es así en todos los ámbitos de la vida.

Tienes mi apoyo y el día que me digas que no quieres más “gomillas de colores”, me daré cuenta de que ya estás bien.

Entonces sabrás como ayudar a otros.

Este relato es para ti Inma, porque sé que puedo nadar de espalda, con toda la furia del mundo dentro, mientras miro al cielo a través de la cristalera de la bóveda pensando, en no sé qué… Y nunca chocaré contigo. 

Noto que cuando me ves nadar así, creo que sabes que algo me pasa y siempre te apartas.
 
Para:   Inma García Andrade

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