miércoles, 9 de enero de 2013

SIEMPRE HAY OTRA OPCIÓN



Me levanté excesivamente temprano, apenas eran las cinco de la madrugada. 
No me sentía bien en la cama, estaba inquieta, ¿qué me pasará?, me pregunté.

Bueno ya es casi de día –dije- para consolarme. Después descansaré algo.
Comencé mi rutina diaria pero una hora antes de lo habitual.

Tuve más tiempo para todo.

Hacia dos días había notado un leve dolor en el maxilar inferior. Pensé que sería un dolor de muelas, aunque nunca he tenido uno fuerte, pero por la zona dolorida eso debía ser. Llamaré a un odontólogo para que me vea. Pensaba mientras me dirigía a mi medio de transporte, con poquísimas ganas por empezar el día.

Lo primero que hice al llegar a mi trabajo, fue buscar un buen médico especialista y pedir cita. Hoy a las 5 de la tarde, me dijo una voz amablemente. Acepté.

Era extraño, me dolía cada vez más. Yo misma me mediqué, empecé a tomar antibióticos,( imaginaba que sería una infección en una muela) y analgésicos para el dolor. Bueno ya sabré lo que es, aunque lo sospechaba. Hará unas radiografías, seguro, me dije.

Llegué a mi cita, esperé un poco y una señorita me dio un test para que lo rellenase.

Alergias conocidas puse una X en la casilla de no. Hipertensión alta - No. Diabetes -No. Alguna enfermedad rara ( si hubiese habido una casilla para “yo que sé” la hubiese señalado). Alguna operación - No. En todas había un “NO” por respuesta.

Estaba bien –pensé- aquí suelen venir personas peores que yo por lo que veo y eso que es un dentista. 

Solo me repetía una y otra vez que era  la cita de una simple consulta. No iba a dejar que me hicieran nada ¿entonces? ¿por qué  tantas preguntas? Seguí leyendo.

Hasta que llegue a una que nunca debe dejar un médico que la rellene un paciente: alergia a algún medicamento. Yo que suelo tomar pocos , muy pocos o ningún medicamento, no supe que contestar y me dirigí a la señorita que tan amablemente me había dado el cuestionario.

Le comenté que no sabía si era alérgica a algún medicamento de todos los existentes en el mercado que no los tomaba. Insinuó que medicamentos tomamos todos, que seguro si me viese un médico algo me mandaría, ¿para qué? - dije, todos tenemos algo, me contestó. De todas formas ponga que “NO” todo el mundo lo hace, es mero trámite. 

Me quedé asombrada. Después de hablar varias cosas con ella, le hice ver que era el especialista, el que tenía que decidir a que medicamentos son alérgicos sus pacientes, que la responsabilidad era del médico.

Dejé la casilla libre, no iba a confirmar o desmentir una cosa con la que por supuesto no estaba de acuerdo. Creo que me miró de arriba abajo cuando deje el test en su mostrador y me volví para dirigirme de nuevo a la sala de espera.

Unos veinte minutos más tarde me hizo pasar a una sala, donde el simple hecho de ver el sillón, me hacía notar que ya no tenia ningún tipo de dolor en el maxilar.
Tentada estuve de irme de allí, la pregunta que no había querido contestar, había hecho que perdiese mi confianza en el médico.

Acomódese, me dijo la señorita. Por favor, ¿cómo iba  a estar cómoda en el sillón de un dentista?, esperando un diagnostico. Lo que quería es irme rápida. Pensaba en cientos de sitios mejores en los que podía estar a esa hora.
Llegó el especialista y sin saludar dijo: ¡Veamos!, ¡a ver!
Hizo su diagnostico y me dijo: es el juicio.

¡El juicio!, respondí. ¿Qué juicio?, por un momento llegue a pensar, “que lo había perdido ya del todo” o que era mi “Juicio Final”.
Le está saliendo una muela del juicio de las dos que le faltan. Seguramente las demás le han dolido lo mismo.

No –respondí. Si –me dijo él, todas duelen igual. Pues a mí no, pensé. No quise discutir y me quedé callada. Solo quería salir ya.

Comentó que en un momento estaría  afuera, solo tenía que abrir la encía, sacar y dar unos puntos.

En ese momento alcé mi cabeza de aquel sillón de astronauta y él me empujo la frente haciendo que de nuevo apoyase la cabeza, cosa que me desagrado en extremo, me sentí presionada.

Dije que me explicase con claridad todo lo que había que hacer. Dudaba ya de su profesionalidad. Me comentó que para alguien inexperto sería complicado de entender. Para mí no. Lo animé a que se explicase.

Después de utilizar muchas palabras técnicas para que no lo comprendiese y no me enterase de nada, se quedó callado, esperando mi reacción.
Dije que lo había entendido perfectamente y que también me estaba diciendo que esa muela tenía la opción de salir sola o quedarse a vivir conmigo para siempre.
Con una media sonrisa de superioridad me dijo, bueno en síntesis sí, algo parecido.

Me levanté como un rayo del sillón. Cogí mi bolso y salí de esa sala, para mí, de torturas, dirigiéndome a la antesala para abonar mi cita. 

Puse mi nombre completo con los dos apellidos, mi D.N.I y la dirección de mi trabajo.
 
Por si se les ocurría alguna pregunta más que hacerme para incluirla en el test.




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